Causaron tal escándalo en el siglo XVI, en pleno Renacimiento, que permanecieron ocultas y en olvido hasta que la restauración de la catedral de Santa María de la Huerta de Tarazona, concluida en 2011, las sacaron a la luz.

Las redescubiertas pinturas que cubren el techo de la capilla mayor y el interior del cimborrio representan el camino de la virtud, que mediante la fortaleza y la razón puede vencer a todos los vicios. Hasta aquí todo en orden, salvo por un detalle, el que realmente importó a quienes tenían mando en plaza: los desnudos que cubrían las paredes, a la manera de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.

El artista, Alonso González, pintó a gran tamaño parejas de personajes bíblicos como Adán y Eva, Judit y Holfernes o Safira y José, así como al arcángel Gabriel y al joven Tobías desnudos. Esta novedad artística llegó de Roma gracias al italiano Pietro Morone, donde la obra de Miguel Ángel había abierto camino.

Pero no fue la única innovasción. Dentro de la tendencia a volver la mirada hacia cultura clásica de las antiguas Grecia y Roma, González incluyó en su trabajo parejas de personajes de la mitología grecolatina como Dido y Eneas, Apolo y Venus, Baco y Periandro... Tampoco fueron bien recibidas.

Así, lo que se había mostrado como la vanguardia del arte renacentista en España y en Europa quedó oculta en la polvareda de la incomprensión hacia las nuevas tendencias artísticas e iconográficas religiosas. Y con ello llegó la caída en el olvido del autor.

Cuatrocientos años después han vuelto a la luz y resurgen como un ejemplo único en Europa de una decoración religiosa de estas características y pone de nuevo a la catedral de Tarazona en la órbita de las joyas mundiales.

La técnica de pintura, la grisalla, también llama la atención. Consiste en el empleo de tonos grises para simular los efectos de esculturas en relieve.

Si esta ciudad zaragozana ya de por sí merece una visita por sus muchos y variados atractivos, ahora se añade uno nuevo. El patronato local Tarazona Monumental promociona la Experiencia Kiborion, que ofrece visitas guiadas a la parte alta de la catedral, con un recorrido por el tejado de la catedral y por el cimborrio.

De esta manera se puede conocer de cerca una estructura a la que en pocos edificios de esta categoría se puede acceder, la cubierta. Además de tan señaladas y deslumbrantes pinturas, se podrá ver y entender los sistemas de construcción que se emplearon, cómo se levantó el cimborrio y cuál es su función, la de servir de fuente de iluminación del crucero del templo por medio de diversos ventanales.

También este recorrido interior ofrece la posibilidad de asomarse al exterior por las ventanas y ver Tarazona desde lo alto. Contemplar además el Moncayo en el horizonte impresiona.

Cuando se vuelva al suelo se puede recorrer la ciudad, con guía o sin guía para ver el barrio medieval con sus casas colgantes, la judería, el palacio episcopal, la iglesia de la Magdalena, la muy particular plaza de toros del siglo XVIII, ya en desuso como tal pero que ha recuperado su uso original más allá de los taurómacos, el de viviendas para la población.

Pasear por la calles de Tarazona es reconocer que la riqueza patrimonial, aunque pueda ser momentáneamente olvidada, siempre vuelve para quien la busca y reconoce en ella el esplendor una historia larga y fructífera.