Nunca se arrepentirá de haber sido alcaldesa de Madrid, cosa que sucedió en la anterior legislatura, aunque reconoce que se pensó mucho tomar tal decisión. Ha recorrido en su vida profesional un apasionante camino: fue abogada laboralista, fundó con otros compañeros el despacho de abogados de la madrileña calle de Atocha que sufrió un atentado terrorista de extrema derecha saldado con cinco muertos y cuatro heridos graves, y ha tenido una larga vida profesional y política. Pero fue aquel atentado de 1977, del que Manuela Carmena se salvó por los pelos, ya que salió del bufete minutos antes de que se produjera -estaba embarazada de su hijo-, el que marcó tantas y tantas cosas. El 45 aniversario de aquel suceso fue el pasado 24 de enero, justamente el día en que se hizo esta entrevista. Asegura que preparó oposiciones para jueza porque harta de pedir justicia quiso impartirla ella misma. Ya jubilada, se embarcó en el mundo de la política y fue alcaldesa de Madrid. Es una mujer divertida que mira de frente, sonríe mucho y resulta extremadamente positiva. Siempre ha sido luchadora, y entre risas comenta que se casó por la iglesia y el cura que ofició fue Jesús Aguirre, después duque consorte de Alba, quien bendijo el matrimonio en nombre de los hombres, no de Dios.

Abogada, jueza, política€ ¿Con qué se queda?

Siempre dejo un poco abajo lo de la política. En política institucional he estado cuatro años como alcaldesa, y en cierta medida los cuatro años que fui vocal del Consejo del Poder Judicial. De lo que más satisfecha estoy de mi vida es de haber tenido tantos trabajos diferentes, y estar en el ayuntamiento madrileño ha sido otro trabajo más. Un trabajo apasionante, sí, pero otro más, no tiene otras particularidades.

¿Esos cuatro años de alcaldesa de Madrid han eclipsado al resto de su trayectoria?

Qué va, ya digo que lo veo como una acumulación de trabajos. Cuando estaba allí me daba cuenta de que había ejercido durante treinta años una profesión que se basaba en valorar versiones contrarias, y eso te da una preparación extraordinaria. Esperanza Aguirre decía: A la alcaldesa se le olvida que ya no es juez. Y tenía razón. Mi manera de aproximarme a la actualidad era esa, en el sentido de no encontrar nunca una verdad absoluta. Mi manera de ser es una acumulación de experiencias.

Así que es difícil de olvidar la judicatura.

Imposible. La judicatura nunca puede quedar anulada en mi caso. Además, en Radio 5 de RNE tengo un programa sobre justicia. Mi línea profesional pasa siempre por la justicia.

Si echamos la vista atrás y vamos a la década de los 60 vemos a una jovencísima Manuela Carmena muy hippy.

Ja, ja, ja€ Lo era, lo era. Yo estuve en la universidad entre 1961 y 1965, cuando aún no había estallado el mayo francés, pero llegaban influencias basadas en lo que estaba pasando en California. Lo que para mí fue muy determinante era pertenecer a esos grupos de mi generación que eran antifranquistas. Éramos muy críticos con ese mundo, hasta el punto de que no nos valía nada. Yo estaba en un grupo feminista que se llamaba el Frente de Liberación de la Mujer y estábamos pensando en hacer una publicación. Yo les propuse hacer un antimanuales.

¿Antimanuales?

Sí. Cómo no ser un ama de casa, cómo no ser€ Nuestra actitud era de mucho rechazo a lo que habíamos vivido, al franquismo y todo lo demás.

Una lucha en la que estaba acompañada por Eduardo Leira, entonces su novio y hoy su marido.

Nos conocimos pronto y llevamos muchos años juntos. Hemos tenido una vida en la que los dos hemos sido muy independientes, pero al mismo tiempo con una relación de amor, mucha amistad, mucho compañerismo€ Eduardo es la persona que siempre ha estado, y está, a mi lado.

Y celebraron una boda muy sui generis

Ja, ja, ja€ Lo fue, lo fue. En aquel momento teníamos tal necesidad de una autenticidad absoluta que yo decía: ¿Cómo me voy a casar por la Iglesia si no soy creyente? Pero las tensiones, la familia... Hubo una transacción con mi hermana, la segunda, que iba mucho a la iglesia universitaria y me dijo que había un sacerdote que tenía una actitud muy aperturista. Era el padre Sopeña, y junto con él estaba otro sacerdote joven, el padre Jesús Aguirre.

Y resultó todo un personaje.

Sí. Mi hermana me habló de él, me dijo que era una persona muy abierta y que fuera a verle. Yo estaba en Barcelona trabajando, pero Eduardo tenía esos días libres y estuvo con él. Me dijo que le había encontrado con una blusa de lunares y que no parecía cura ni nada por el estilo. El padre Aguirre le dijo: No te preocupes, que yo os casaré en nombre de los hombres, no en nombre de Dios. Y eso fue lo que hizo, pero la boda valió.

Estamos en el aniversario del atentado del despacho de abogados de Atocha. Se han cumplido 45 años y se salvó usted por los pelos.

Y tanto que por los pelos. Fue de esas casualidades de la vida; unos se salvan y otros se mueren. Si me hubiera retrasado 10 o 15 minutos en salir del despacho no estaríamos hablando tú y yo, porque habría terminado muerta.

Estaba embarazada de su hijo, y desde entonces ha llevado una vida apasionante.

Mejor diría que una vida muy intensa. Me siento como muy agradecida, sobre todo a partir de ese momento en el que murieron mis compañeros. Siento una deuda inmensa con ellos, porque yo he vivido, pero ellos no. Sé lo que es envejecer, sé lo que es conseguir mis objetivos, desde plantar un árbol a tener hijos. Todo esto ellos no lo tuvieron; les tocó a ellos y no a mí. Estoy agradecida a la vida, pero siempre he tenido esa sensación de deuda.

Es usted una enamorada del Derecho, pero llega un momento en el que deja esa abogacía social para preparar oposiciones a juez. ¿Fue un desencanto profesional?

No, desencanto en absoluto. Fue una necesidad. Yo estaba en un juicio, esperando que me tocara, y pensé que estaba cansada de pedir siempre que se hiciera justicia, así que me dije: Quiero hacer justicia yo. Lo que no fui nunca es jueza laboral, y preferí otros sectores de la sociedad. En todos los lugares en los que estuve trabajando como jueza nunca perdía la perspectiva de saber realmente lo que preocupa. Siempre me ha gustado llegar a acuerdos, profundizar en los desencuentros, escuchar. He intentado hacer una labor social, no estrictamente jurídica.

Jueces y políticos no gozan hoy de muy buena fama entre los ciudadanos...

Depende. Creo que son los políticos los que no tienen buena fama. A los jueces les está tocando hacer política sin estar preparados para ello y sin que hayamos pensado en profundidad cómo tiene que ser el control que los jueces tienen que hacer sobre la actividad política.

Pero, ¿tiene que haber control de los jueces sobre la política?

Yo estoy de acuerdo con que exista ese control. Los políticos resuelven sobre la gestión pública y los jueces tienen que conocer que por encima de la aplicación rigurosa del Derecho está la aplicación de las consecuencias del Derecho. La política es una actividad de consecuencias. El caso más claro de lo que no debe ser es la actitud del Constitucional cuando después de casi un año de haberse declarado el estado de alarma, este tribunal no solo dice que no está bien, sino que además lo declara nulo.

Se esté de acuerdo o no con el estado de alarma, la posición del Constitucional puede resultar absurda, ¿no?

Es una cosa muy absurda y se le debería poner coto en el Derecho. Es una tontería. ¿Cómo vas a declarar nulo algo que ha pasado? Puedes decir que es irregular, que la próxima vez se haga mejor, pero lo que no se puede decir es que lo que ha pasado no ha pasado. Con eso se demuestra que no está bien adecuado cuál debe ser el control que los jueces deben tener sobre la política.

¿Cuántas veces le han propuesto dedicarse a la política?

Una nada más.

¿Solo una? Es difícil de creer.

Sí, esta de las elecciones al ayuntamiento de Madrid, y me insistieron mucho. Bueno, cuando estaba de jueza en El Escorial me llamó el señor Barrionuevo para que me fuera con él como secretaria de Estado al ministerio del Interior, pero le dije que no estaba muy interesada, que estaba muy contenta siendo jueza.

¿Por qué aceptó esas elecciones que la convirtieron en alcaldesa de una ciudad como Madrid?

Ya digo que me costó mucho, pero me dio coraje que estuvieran en boga mujeres con una edad parecida a la mía y que tenían un enfoque que no estaba de acuerdo con lo que yo llamo la cultura de la mujer.

Mujeres como...

Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, Esperanza Aguirre, presidenta madrileña€ Pocos días antes de tomar la decisión estuve en Valencia en un ciclo de cine sobre Derechos Humanos. Estaba con amigos y me decían: Rita va a salir, los valencianos van a volver a darle el voto. Y pensé: Pues algo habrá que hacer. Eran personas que estaban jugando electoralmente con el papel de ser mujeres, pero yo no coincidía con sus maneras. Quizá eso fue lo que me decidió un poco.

¿Y nunca se ha arrepentido?

Para nada. Sí puedo decir que los primeros días fueron difíciles, pensé que había hecho una locura, con lo bien que estaba yo en mi casa. Me sorprendía toda esa escandalera que provocan los políticos, pero aprendí muchísimo. Creo que yo misma maduré.

¿Decepciones?

No poder hacer lo que quieres. Cuando veo la cantidad de proyectos que se han quedado a medias... Pero se quedan a medias porque en política todo es muy complicado de hacer.

¿Cuatro años son pocos?

Mucha gente dice que sí, que son pocos, pero yo creo que cuatro años es mucho tiempo y se tienen que poder hacer cosas. En cuatro años un niño nace y está en la escuela; en cuatro años hay cuatro cosechas y en cuatro años pueden pasar muchas cosas.

Entonces, ¿por qué en política parece un plazo muy breve?

Porque estar en la política en una gestión con una oposición encaminada a que el ejecutivo no haga nada, y que si hace algo esté mal, no deja tiempo. Después está el hacer una política que genere recursos, y eso acarrea dificultades. Doy un ejemplo de lo que me ha quedado por hacer. Hay en Madrid uno de los pocos edificios encargados por Felipe II, que es una preciosidad y lleva vacío muchísimo tiempo. Está en el Campo del Moro, en la Casa de Campo. Propuse hacer en él una biblioteca de gastronomía, pero se me opusieron fundamentalmente los míos. La gente de izquierdas me decía: La gastronomía es una cosa muy pija.

¿Pija la gastronomía?

Eso decían. Los del PP, a los que en teoría les tendría que haber parecido bien, dijeron que no porque era un proyecto mío, y los míos también dijeron que no por lo del pijismo. Yo creía que ese proyecto iba a incrementar el turismo, pero al final no se hizo.

¿Le gusta a usted la gastronomía?

Es la elaboración de platos que nos producen un gran placer. Evidencia algo que tiene mucho que ver con lo que es la cultura de las mujeres, guisar para otros. Es una manera de dar algo, convertir una pobre zanahoria en algo rico. La comida, la gastronomía, tiene algo de hogar, y me parece interesante que lo público tenga algo de hogar, por eso quería sacar adelante ese proyecto en el Campo del Moro.

¿Cocina usted?

Sí. Me gusta y suelo cocinar con la radio puesta.

Cuesta imaginarla con delantal y las manos en la masa...

Ja, ja, ja€ Pues lo hago. Es una actividad que no me disgusta nada. Suelo cocinar para los demás.

Dicen que le encanta la repostería.

Mi abuela era pastelera. No la conocí, porque mi madre era la pequeña de la familia y yo soy la pequeña de mis hermanas, pero el recuerdo de la pastelería estaba muy presente. Mi madre me contaba cosas, todavía nos quedaban algunos veladores, delantales con manguitos... Me gusta innovar mucho en la cocina, no hacer siempre lo mismo.

¿Qué otras aficiones tiene?

Dibujar, eso de siempre, y me ha gustado mucho hacer muñecos, desde pequeña. Es una labor que sigo haciendo porque tengo una tienda social, Cosiendoelparo, que tiene una marca que se llama Zapatela. Está en internet y se puede comprar a través de la web zapatela.es. Empezamos haciendo zapatos de tela para bebés, luego hicimos vestidos, muñecos, y esta es una línea que llevo yo.

¿Cree que las mujeres hemos cogido el mando de la política?

Creo que tenemos muchas ganas de cogerlo. Es algo así como cuando tienes un cacharro en la lumbre y no sabes cómo cogerlo para no quemarte. Sabemos que ese cacharro es nuestro, pero no cómo agarrarlo. Y desde luego, no nos valen los manguitos habituales.

PERSONAL

Edad: 78 años (9 de febrero de 1944).

Lugar de nacimiento: Madrid.

Familia: Está casada con el arquitecto Eduardo Leira. Tienen dos hijos: Eva, una de las directoras de casting más reconocidas, y Manuel, que ha seguido la trayectoria profesional de su padre.

Formación: Estudió Derecho en la Universidad de Valencia.

Trayectoria: La primera parte de su vida profesional la dedicó al derecho laboral. Junto con un grupo de compañeros fundó el despacho de Atocha que fue tiroteado por la extrema derecha en 1977. En 1981, tras haber superado las oposiciones, comenzó a ejercer de jueza. Su primer destino fue en la isla de La Palma. En 2010 se jubiló de la judicatura, pero solo disfrutó de esa jubilación cinco años. En 2015, representando a Más Madrid y con el apoyo del PSOE, fue elegida alcaldesa de la capital española. Ganó en 2019, pero PP, Ciudadanos y Vox sumaron sus escaños y el elegido fue José Luis Martínez-Almeida. Ella renunció a su escaño y volvió a convertirse en una mujer jubilada, pero muy activa. Acaba de sacar el libro La joven política.