La última semana de agosto la dedicó a hacer reír, y también reflexionar, al público en el Palacio Euskalduna con El dilema del jamón, una comedia que arranca carcajadas, pero que pone sobre la mesa el tema de la intolerancia. Gurutze Beitia es feliz jugando a ser otra persona. Tiene alma de titiritera y asegura que si volviera a nacer, escogería la misma profesión. Ha dividido el verano entre sus dos refugios vitales: Mundaka y Bilbao. Reconoce que no le gusta vivir alejada de Euskadi y que su perfume preferido es el salitre que se queda impregnado cuando se baña en el mar, aunque esté lloviendo.

No parecía que un bocadillo de jamón para merendar fuera el símbolo de la intolerancia y un conflicto religioso...

Pues así es. Mi personaje en la obra es el de África, una madre soltera que se encuentra con la llamada de atención de David, al que interpreta Txemi Parra, que me dice que no le ponga a mi hijo para merendar jamón porque comparte el bocadillo con su hija y ellos son judíos.

Una sabrosa metáfora para hablar de intolerancia.

África es una mujer comprometida con sus ideas y su hijo es un niño adoptado en Guatemala que también es un poco jeta. Y en esta función hay que reconocer que a los dos personajes se les va un poco la pinza.

Usted es una mujer que siempre tiene más de un proyecto entre manos.

Ahora mismo tengo Good sex Maritxu con Susana Soleto e Itzaso Quintana, también estoy en Las Dostoievski con Maribel Salas, y sigo con Gorka Aguinagalde en A gusto, que parece mentira pero llevamos catorce años. Y también hago monólogos sola si me llaman.

¡Qué barbaridad!

Pues sí, pero muy contenta. Hay que buscarse un poco la vida. Siempre lo he hecho así y me siento bien. Hay que explorar y trabajar.

¿Hace mucho que no trabaja en televisión?

Lo último que hice fue Acacias 38 y algunos sketches para ¿Y si sí€?, el programa de José Mota. Es un espacio que se está emitiendo ahora mismo en TVE.

Si echamos la vista atrás podemos ver que usted iba para periodista.

Hice Ciencias de la Comunicación, pero antes de licenciarme me titulé en Técnico Especialista de Relaciones Públicas de Empresa. También hice solfeo y llegué a cuarto de Piano y primero de Canto. Hice mil cosas, pero lo que quería era ser actriz.

Pues se fue por un camino largo, ¿no tenía atajos?

Iba para muchas cosas, pero lo voy a decir románticamente: creo que estaba destinada a los escenarios. Me iba, y me va, el rollo de titiritera. Siento que es lo mío. En el fondo, me gusta actuar y también comunicar.

Dijo en cierta ocasión que la profesión de actriz era muy puñetera y a la vez maravillosa. ¿Por qué eligió un camino tan complicado como contradictorio?

Es así, pero esta profesión es como la vida: hay veces en las que viene muy mal y luego te da muchas alegrías. Vamos a ver, la profesión de actriz puede ser muy jorobada. No hay ninguna seguridad y no te permite llevar una vida económica muy normal, como le ocurre al resto del mundo. Sin embargo, también te puede dar unas satisfacciones absolutas. Cuando estás en el escenario haciendo llegar las emociones a las personas que han ido a verte, todo se te olvida y deja de ser una vida jorobada. Lo que sientes en esos momentos no se paga con dinero.

¿Cuándo se dio cuenta que lo suyo era disfrazarse de personas ajenas?

Desde muy cría. A mí me han contado siempre que en casa me disfrazaba con las cosas de los demás, que cambiaba las voces, que hacía reír a los que estaban alrededor. No sabía que aquello que hacía podía ser una profesión. A mí me gustaba transformarme en otros seres diferentes. Siempre he llevado dentro un gusanillo que tiraba de mí hacia el teatro.

¿Había algún titiritero más en su familia?

No. Todos los de mi familia cantaban mucho, pero de ahí a vocación artística, nada de nada. En mi casa lo de ser actriz no era decente.

Siempre hemos visto a Gurutze Beitia más en la comedia que en el drama€

Puede que por número de funciones sea así, pero si hago un repaso he hecho mucho drama.

¿Qué prefiere?

Las dos cosas. Hacer reír o llorar parece muy diferente, pero tienen muchas cosas en común. En el fondo, lo que buscas es hacer sentir a los que te ven. Es igual de satisfactorio escuchar carcajadas y carcajadas, que tengas que parar para que te sigan escuchando, que cuando se escuchan suspiros contenidos en el patio de butacas. Me gusta todo. Lo que quiero es hacer personajes de todo tipo y sacar las emociones que llevan dentro quienes van a vernos al teatro.

¿Y qué hace usted más, reír o llorar?

Reír. Soy más de risas que de lágrimas. Me cuesta mucho llorar y no me cuesta tanto soltar una carcajada. Soy de risa fácil. Me río con mis amigas y amigos, con mis compañeros, con mi familia€

¿Sigue siendo Mundaka su refugio?

Son Bilbao y Mundaka. Sin mi botxo y mi costa sufro mucho. Necesito las dos cosas, aunque es verdad que este verano he estado en Mundaka pasando un noviembre precioso€

¡Vaya verano!

Ja, ja, ja€ Pero la temperatura ha sido fantástica.

Le recuerdo que solemos pagar por ir a lugares con sol.

Pues yo me quedo con esto, con lo que tengo aquí. Déjate de calores tan fuertes como los que ha habido en otras zonas. A ratos soy un poco de sol, pero nuestro clima me vuelve loca. Me gusta el verde que tenemos por aquí, me gusta la humedad, ese azul oscuro del mar cuando va a caer un tormentón. Para algunos este verano ha sido especialmente malo, pero yo así duermo mejor. No me voy al sur con 46º ni aunque me paguen las vacaciones. Soy demasiado vasca y me gusta esto.

¿Proyectos nuevos?

Sí. El año que viene vuelvo a entrar en el Teatro de la Zarzuela en Madrid para hacer Entre Sevilla y Triana, una zarzuela que se estrenó en los años 40 y que como era de una madre soltera se suspendió. Se hizo en el Teatro Arriaga hace unos cuantos años.

Llevamos año y medio de cambios continuos, público con mascarillas, aforos más reducidos...

Al público se le ve igual de bien con mascarilla que sin ella. O más que ver, se le siente. Las carcajadas se escuchan igual, se notan las sonrisas y también se siente bien que están acompañándonos. No sabéis cómo agradece la profesión que estéis en el teatro apoyándonos.

Si empezara de nuevo o tuviera otra vida, ¿volvería a escoger la misma profesión a pesar de las inseguridades?

Sí, aunque está claro que no haría otras muchas cosas que he hecho en mi vida, pero esto sí. Volvería a ser actriz, un oficio que me da vida. Interpretar es poder ser muchas cosas en el escenario que no soy en la vida real. Es un vicio, es poder seguir jugando como cuando éramos niños, es volver a la infancia. Interpretar es jugar y seguir jugando.

¿Cuál es el personaje que más dentro le ha llegado de cuantos ha encarnado?

Todos, de verdad. Cuando me preguntan: ¿Cuál es el mejor personaje de tu vida? Siempre contesto lo mismo: Espero que ese personaje esté por llegar. A todos los que he hecho les he puesto un cariño muy especial. En Acacias estuve casi un año y Arantxa Torrealday Yurrebaso me ha acompañado mucho tiempo.

Tener una serie que dure un año es un seguro económico, ¿no?

Pero yo me fui de ella. Había que vivir en Madrid y no podía hacer teatro. Es una maravilla tener una serie, pero me gustaría tenerla en Euskadi. Era un vicio de personaje y de trabajo, y por eso mucha gente se extrañó de que lo dejara.

El teatro parece que es lo más para usted...

Significa mucho para mí. El cine me vuelve loca y la tele también, incluso la radio me vuelve loca, pero el teatro me da la vida. Si puedo compaginar con teatro, hago lo que me ofrezcan, de verdad, pero si no puedo hacer teatro y encima no puedo vivir en Euskadi, ya me cuesta más aceptar un proyecto.

Y eso que Madrid es una ciudad que ofrece muchas oportunidades.

Totalmente de acuerdo, y es una ciudad que me gusta muchísimo, pero me estaba angustiando, me estaba quedando como una planta sin agua. Madrid tiene de todo, pero no tiene mar, no tiene humedad, no tiene paseos que huelan a salitre, no tiene a la cuadrilla... Bajarme con las amigas al muelle de Herrera en Mundaka a darme un txonbo es algo que no tiene precio. Me he bañado lloviendo y viendo a la gente fuera con chubasquero y paraguas. Es como un spa gigante que te tonifica el cuerpo, y luego te queda el olor a sal y en la retina el Urdaibai. Es como un Prozac, pero sin tomarte una pastilla.

PERSONAL

Edad: 56 años.

Lugar de nacimiento: Bilbao.

Formación: Estudió Relaciones Públicas y se licenció en Ciencias de la Comunicación. Tuvo distintos empleos antes de decidirse por el mundo de la interpretación.

Trayectoria: Desde niña ha llevado dentro a una actriz que al final salió hace trece años. Comenzó en Radio Euskadi en un programa de fin de semana, y cuando le escucharon cómo contaba un chiste en la radio la ficharon para ETB-2, donde participó en el programa de humor La barra de la risa. Ha participado como monologuista en programas de Antena 3 y ETB, donde estuvo en un programa que presentaba Iñaki López, Algo pasa con López. También fue finalista del concurso El club de la comedia. Después de un tiempo alejada de la televisión ha estado durante casi un año en la serie de TVE Acacias 38.

Actualidad: Recientemente ha representado en el teatro Euskalduna El dilema del jamón. Entre manos tiene las representaciones de dos obras más: Good sex Maritxu y Las Dostoievski. Próximamente se incorporará al Teatro de la Zarzuela de Madrid para ser parte del elenco de la obra Entre Sevilla y Triana.