¿Existen los milagros? El nacimiento de Maite Elortza pudo serlo. Durante décadas, tanto ella como su hermana Conchita no han dado a conocer el caso. Hacemos referencia a aquel sanguinario 26 de abril de 1937, minutos antes de que centenares de personas perdieran la vida bajo bombas de alemanes e italianos con el beneplácito de los golpistas españoles. Fue en Kaixau, edificio de la hoy calle Industria, de Gernika, donde nació Maite.

En aquel marco desolador, entre explosiones y fuego, esta fue la historia más bonita de la jornada, tal vez la única. Y en su conjunto, tampoco se libró de la dureza. Lean. Deogracias Elorza, un vecino de Elantxobe, era conductor y mecánico. Vicenta Ansotegi, por su parte, ama de casa, de Ibarrangelu. Deo -como todos le llamaban- fue contratado por Autobuses Vascongados y la familia se mudó a Gernika en 1931. En aquel momento tenían dos hijos: Conchita y José Antonio.

El 18 de julio de 1936 militares españoles se sublevaron contra la legítima Segunda República, envite que derivó en guerra. En aquellos días Vicenta quedó embarazada. Llegó 1937 y el último día de marzo el bando antidemocrático bombardeó la villa de Durango. Los pilotos italianos de Mussolini, coordinados por la Legión Cóndor de Hitler y bajo petición cursada por los generales españoles Mola, Franco y Vigón, asesinaron a más de 336 personas.

Mola avisó entonces: "Guerniqués, cuando veas las barbas de tu vecino durangués afeitar, pon las tuyas a remojar". Y lo cumplió. Para entonces Deogracias se había movilizado con los gudaris como experto conductor que era. A la casa familiar, frente al antiguo frontón de Gernika, llegó de Bilbao la tía Antonia -tía a su vez de José Luis Arteche, después delantero del Athletic-, a ayudar a Vicenta, que estaba a punto de parir.

Gernika celebraba aquel día su plaza de mercado y comenzó a haber un movimiento de aviones y sirenas por la mañana sobre la villa vizcaína. A mediodía, los nervios precipitaron el parto de Vicenta, que residía en el tercer piso de la casa. Una vecina acudió a ayudarle a dar a luz. Los niños subieron de la calle asustados por la alerta sonora. "Habéis tenido una hermanita muy bonita", les comunicaron. Eligieron para ella el nombre de Maite. "Quizás por el significado de amada, querida. Aunque los otros (por los franquistas) ya se ocuparon luego de que yo acabara siendo María Teresa", valoraba años atrás la protagonista.

Antonia envió a los niños a jugar, pero si sonaban las sirenas debían ir al refugio de la fábrica Astra. "No volváis a casa por nada". Y sonaron las alertas. José Antonio, de 10 años, y Conchita, de 7, corrieron al refugio. "No se puede salir, sentaos ahí en silencio", les dijo quien custodiaba la puerta. "Hemos tenido una hermana, pero no sabemos dónde está aita", informaron. Pronto comenzaron los primeros estruendos de las bombas. El terror. Los hermanos se abrazaron aterrados. "No sé cuánto tiempo estuvimos allí", recuerda Conchita, hermana mayor de Maite. De pronto una voz hizo llorar a la pequeña: "Aún hoy lo recuerdo y me pongo€". Era aitatxo Deo que les llamaba. La salida fue terrorífica. Anochecía. Una luz rojiza lo iluminaba todo. El olor y el calor hacían el momento histórico irrespirable. "¿Dónde están ama y la bebé? ¿Por qué quieren matarnos? ¿Y ahora dónde vamos?", se preguntaban. Salieron por la vía del tren, bordeando la zona incendiada, para subir hasta Santa Clara, donde les esperaban, vivos, Vicenta, Antonia y la recién nacida Maitetxu, en la camioneta de Deo.

Deogracias y Vicenta, padre y madre de Maite y Conchita. Foto: Iban Gorriti

Había pasado lo peor, pero no dejemos de narrar qué ocurrió horas antes en el tercer piso donde se recuperaba la parturienta, porque fue de pánico continuo. El edificio contiguo, así como el frontón, ya ardían cuando la vecina que había asistido a Vicenta huyó. Se disculpó: "¡En esta situación no podemos sacaros de aquí! ¡Que Dios os bendiga!". La mujer salió a la calle con su marido y ocurrió lo peor: encontraron la muerte ametrallados por un avión.

Deo pudo acceder al hogar y allí conoció a su hija. "Junto a Antonia le dieron las aguas del bautismo a Maite", detallan. El fuego ya ahogaba. El padre lanzó por la ventana dos colchones, cogió en brazos a Vicenta y bajó a la calle. Antonia portaba a la recién parida. Un colchón había cogido fuego. Junto a él, los cadáveres de los vecinos ametrallados y escombros. En camioneta subieron a Santa Clara, junto a la simbólica Casa de Juntas, objetivo militar no atacado.

Deogracias, con otros cuatro hermanos gudaris que acabaron presos, tras un largo periplo llegó a Ibarrangelu, a casa de Serapia, hermana de Vicenta. Esa misma noche el padre volvió a Gernika para incorporarse al grupo de gudaris en sus labores de auxilio a los heridos. Por la mañana abandonaron lo que quedó de la villa con la orden del Gobierno de Euzkadi de retirarse hacia Bilbao.

Deo murió en Laudio, en 1966, "sin haber podido decir en democracia lo que realmente ocurrió ese día en Gernika. Él lo lamentaba", explica Joxean Urkijo, hijo de Conchita, quien ha conseguido convencer a las hermanas de que hagan colectiva su verdad.

Antonia volvió a Bilbao y acogió a los supervivientes en su casa de la calle Santa María del Casco Viejo. Vicenta y Antonia decidieron no evacuar a los niños mayores a Inglaterra, como se les ofreció. Conchita acudía a casa de su vecino José María Makua, quien acabaría siendo diputado general, a oír hablar en castellano porque en el colegio no la admitían "solo sabiendo euskera". Sufrieron racionamiento y humillaciones. "¡Gudari, te hemos vencido!", escuchaban desde los balcones cuando los franquistas entraron en Bilbao el 19 de junio de 1937.

Conchita fue la encargada de visitar la cárcel de Larrinaga para llevar alimentos a los parientes presos. Mientras, Deo pensó que no vería más a su familia. Fue apresado en Santander. Tras diversos avatares lo encarcelaron en la Universidad de Deusto hasta su indulto y excarcelación en 1940.

La familia Elorza-Ansotegi, representada por Conchita y Maite, nunca ha pretendido mostrarse como víctima de los horrores sufridos, pero da fe de lo que sucedió, convencida de la necesidad de contribuir con su testimonio vivo a la memoria histórica vasca. "He vivido siempre con que soy la niña del bombardeo, pero viví feliz. Fue terrible que mi madre se quedara solo con un camisón", reconstruye Maite, quien muestra la credencial que firmó un cura, con una "mentira piadosa", se ríe. "Puso que nací el 25, en vez del 26, a las 23.30 horas", agrega. "A la historia no se le puede hurtar esto que pasó", concluye Joxean, satisfecho y orgulloso.