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Tribuna abierta

‘Solidaridad’ selectiva

‘Solidaridad’ selectivaIñaki Porto

Que alguien saque pecho y se enorgullezca de haber saboteado un evento deportivo de trascendencia internacional tiene muy poco de aleccionador e inteligente. Es más, puede resultar despreciable y bochornoso. Hacer ostentación de una tropelía es propio de gente sin escrúpulos que utiliza unos argumentos u otros sin reparo alguno y cuya coherencia es la que aplican los estrategas del oportunismo. Es decir, su propia conveniencia.

Arnaldo Otegi es un exponente claro de esta tipología de líderes que surfea la realidad a golpe de titular y de ocurrencia. La penúltima de sus “gracias” ha sido aplaudir las incidencias que provocaron la fallida llegada de la Vuelta Ciclista a Bilbao, señalando que “Euskal Herria ha demostrado con sus protestas ser un referente mundial en la lucha por los derechos, la solidaridad y la libertad de los pueblos”.

El consejero Zupiria, siempre templado en sus reacciones, calificó tal declaración de “bochornosa”. Y no es para menos. Que un grupo exaltado de energúmenos pretenda y consiga romper una competición deportiva de primer nivel, poniendo en riesgo cierto la seguridad de los ciclistas, es un acto de barbarie. Por mucho que se intente camuflar de reivindicación solidaria.

Hay mil formas de dejar patente la protesta, la denuncia o el apoyo a una causa. Y más cuando, en este caso, la masacre continuada que Israel está llevando a cabo en Gaza provoca una repulsa, un hastío y una condena del genocidio prácticamente unánimes en nuestra sociedad.

Todos, y yo el primero, condenamos horrorizados los desmanes y la violación sistemática de los derechos humanos provocados por el Gobierno de Netanyahu. A todos, y a mí el primero, nos exaspera la falta de respuesta de las democracias occidentales y, especialmente, de Europa, ante tal barbarie. Nos hierve la sangre tanta incapacidad para dar una respuesta adecuada.

Pero la solidaridad y el apoyo al sufrimiento del pueblo palestino jamás deben expresarse con ejercicios de violencia o de fuerza, como el perpetrado el pasado miércoles en Bilbao. Algunos, como Otegi o los representantes de la asociación “Gernika-Palestina”, se sienten orgullosos de los incidentes provocados. Yo no. Porque la etapa no la “ganó Palestina”, como señalaron los incitadores de la revuelta. La etapa la perdió Euskadi. La perdió nuestra imagen mundial de pueblo civilizado y democrático. La perdió nuestro país que, a los ojos de los extraños, vandalizó un evento organizado, echando por tierra nuestra capacidad de apertura y de oportunidad, objetivos truncados por el incivismo.

La solidaridad siempre está reñida con la intolerancia y, en esa pugna, flaco favor hicieron a Palestina quienes, enarbolando su bandera, abortaron el normal discurrir de un evento seguido en directo por millones de telespectadores en todo el mundo. Los titulares de los medios informativos internacionales, desgraciadamente, coinciden y los vascos, una vez más, aparecemos como unos activistas vándalos irreductibles. Lástima. Tantas horas gastadas por los responsables institucionales para convencer a los organizadores de eventos de que Euskadi es un lugar de oportunidad para desarrollar sus iniciativas, tantos esfuerzos invertidos en hacer atractivo a nuestro país, fueron tirados por la borda por la inconsciencia de una masa sectarizada, alimentada políticamente por quienes siempre utilizaron la coacción, la fuerza y la imposición como método de protesta. Porque el fin no justifica los medios, por mucho que se empeñen Otegi y los suyos.

La “excusa” de hoy para este comportamiento incívico ha sido Palestina. Mañana será otro el motivo, porque lo que prevalece en este tipo de actitudes es una cultura modelada durante largos años de violencia e intolerancia que aún perdura en el ADN de la actual Izquierda Abertzale. Una cultura de no respeto a los demás, de desestimar el interés general intentando imponer su criterio, sustituyendo la fuerza de la razón por la razón de la fuerza.

Por cierto: ¿cuántas banderas de Ucrania se ondearon el miércoles o en estos días pasados en Euskadi como muestra de solidaridad con aquel pueblo? Desde el año 2022, fecha en la que Rusia invadió Ucrania, ¿cuántas veces se han manifestado para pedir el cese de los ataques a civiles quienes hoy se proclaman defensores de la causa palestina? ¿Cuántas veces hemos escuchado a Otegi condenar la machacona destrucción de Ucrania? Su silencio ante la atrocidad perpetrada por Rusia le delata. Solo espero que esta “solidaridad” selectiva no engañe a la gente de buen corazón que, frente a las injusticias, se conmueve y moviliza. A mí, por lo menos, no me confunde.

Hemos vuelto de las vacaciones estivales y parece como si el tiempo se hubiera detenido. Bueno, eso de retornar de las jornadas de ocio es extensible a la mayoría de los mortales. Otros, una minoría afortunada, aún gozan de la temporalidad veraniega. Por ejemplo, Mikel Albisu –Mikel Antza–, quien disfruta de unos días de vacaciones en Mallorca y, al parecer, le impide declarar en la Audiencia Nacional por su presunta implicación en el asesinato de Gregorio Ordóñez.

Las vacaciones son sagradas y Antza ha remitido al juzgado, como comprobante de su descanso turístico, una fotocopia de los billetes del ferry a Mallorca. Esperemos que su señoría sea receptiva con su petición y acceda a cambiar la fecha testifical. Habrá que entender que el camino que va de querer tumbar al Estado español con la lucha armada a tumbarse al sol en una de sus islas es un tránsito que debe ser considerado y valorado en su justo término.

Por lo demás, la política española sigue instalada en el “día de la marmota”. Insulto por aquí, acusación por allá. Y todo el potaje de enfrentamiento mientras miles de hectáreas se quemaban a lo largo y ancho de la península, evidenciando la incapacidad de unos y otros, no ya de atajar los fuegos, sino de articular una estrategia de prevención y de coordinación institucional que abordara el cataclismo que se cernía sobre el desasosiego creciente de una población cuya indignación hacia los responsables públicos ha sido máxima. La acusación de “abandono” ha sido el combustible que necesitaba la extrema derecha para abonar su populismo atacando la política, las instituciones y el sistema democrático con un simple mensaje que ha calado y que traerá sus consecuencias: “solo el pueblo salva al pueblo”.

Consecuencias que pueden intuirse en sondeos de opinión, como el último de Sigma2, que otorga a los de Abascal, si hoy se produjeran las elecciones, cerca de 48 escaños en el Congreso, condicionando la mayoría absoluta del PP.

Feijóo ha abandonado definitivamente la moderación y se ha pasado los últimos meses diciendo cosas absolutamente extremas.

Sánchez, por su parte, sigue languideciendo. Pero resiste. Ahora ha anunciado que presentará presupuestos. Pero que los lleve a la Cámara no significa que los vaya a aprobar. No obstante, él sigue diciendo que agotará la legislatura, aunque varios de sus socios parlamentarios se planteen dejarlo en la estacada. Y hablo de Podemos y de los catalanes de Junts, a quienes el mismo sondeo de Sigma2 concede un resultado catastrófico en unos presumibles comicios generales.

En lo que respecta a Euskadi, las cosas tampoco han cambiado sustancialmente. El lehendakari Pradales, que ha iniciado una ronda de conversaciones con todas las fuerzas parlamentarias, prepara el pleno de Política General en el que presentará las bases de actuación de su Gobierno para el próximo año.

EH Bildu sigue en un momento “dulce”. Sin responsabilidad de gobierno, no tiene que soportar el desgaste del poder y su “blanqueamiento” parece seguir rentándole. Ahora bien, si Sánchez en Madrid se presta a un “calvario”, los de Otegi lo pasarán mal. No en vano son quienes más ciegamente le apoyan para que se mantenga en la Moncloa. Ese apoyo incondicional y sin aparentes contraprestaciones les puede generar contradicciones y situaciones muy incómodas que veremos cómo solventan.

Los nacionalistas vascos, por su parte, parecen haber estabilizado su fortaleza y su nivel de confianza (Sigma2 les concede un buen resultado en unos hipotéticos comicios generales). Mucho tiene que ver en ello el acierto en las políticas públicas del lehendakari Pradales, de cuyo éxito dependerá en buena medida la fortaleza futura del PNV. En lo que respecta al partido, el nuevo liderazgo en el EBB, a través de Aitor Esteban, necesita aún tiempo para marcar su camino. Si bien el exportavoz en el Congreso tiene claro un interés: dejar de pensar en las demás formaciones y afianzar una línea ideológica y programática propia que identifique el perfil de los jeltzales. Veremos si lo consigue o si las necesidades del “día a día” distraen su cometido.