Avanzamos claramente hacia una nueva estructura de las relaciones internacionales y hacia una nueva distribución del poder y de la influencia a nivel mundial. A un profundo cambio y reequilibrio del orden mundial surgido tras la II Guerra Mundial, que estableció un orden mundial político y económico basado en la defensa universal de los Derechos Humanos, de la democracia, de un sistema multilateral y de las instituciones económicas y financieras surgidas de Bretton Woods.
En mi opinión, entre otros, cuatro factores fundamentales determinan esta acusada transformación.
El primero, el desplazamiento del centro del mundo hacia la zona del Indo-Pacífico, que gana en poder e influencia, y donde se combinan y se combinarán nuevas rivalidades y equilibrios. Esto está trayendo consigo la pérdida de centralidad de Europa y de Occidente.
Existen nuevos actores en la escena internacional, repartidos por todo el globo y no todos, ni mucho menos, democráticos.
Son los BRICS+ (BRICS Plus), que, entre miembros y asociados, representan casi la mitad de la población mundial, el 30% del territorio del planeta, el 33% del PIB mundial (frente al 27% de los países del G-7) y el 18% del comercio global.
Nos dicen: estamos aquí, queremos ser escuchados, no creemos en un orden internacional monopolizado por Occidente (Europa incluida) y queremos tener voz y decisión en la organización del mundo global para aumentar nuestra influencia y para que sea más propicio a nuestros intereses.
Están liderados por la India, Rusia y China, que más que un país, es una civilización reemergida. Un país al que la UE ha definido como socio, competidor y rival sistémico.
El segundo factor es el grave deterioro de la democracia a nivel mundial y también en algunos países calificados como democráticos.
Los índices de democracia en el mundo muestran un retroceso sostenido. En un mundo con profundas transformaciones aceleradas surge el caos, el desorden, la demagogia, la polarización, la incertidumbre, el miedo y la exacerbación del malestar, factores muy propicios para el recrudecimiento de los regímenes autoritarios y dictatoriales.
En las democracias que consideramos consolidadas, la incapacidad de adaptarse a los cambios y a las transformaciones está provocando igualmente deteriorar gravemente la democracia, sus instituciones y el multilateralismo.
Es lo que proponen y están haciendo en algunos países las fuerzas políticas populistas, demagógicas, ultranacionalistas, mesiánicas, antisistema, autoritarias, impositivas, imperialistas y xenófobas, de todo signo, que defienden sistemas cerrados, autoritarios y dictatoriales, y un proteccionismo económico y comercial radical. Tratan de monopolizar la incertidumbre social existente en Occidente de sectores de clases populares y también de las clases sociales conservadoras y elitistas inmovilistas. De ahí que la democracia debe ser muy fuerte en sus principios, valores e instituciones para ofrecer soluciones que combinen constituir sociedades humanas, abiertas, defensoras de principios y valores, con el mantenimiento de una competitividad solidaria e inclusiva, especialmente, mirando a los jóvenes y a las futuras generaciones.
El tercer factor, es una Europa débil.
La realidad es muy cruda. A pesar de sus enormes cualidades y atributos (en el PNV hemos sido siempre europeístas, que no “eurobeatos”), lo cierto es que, en estos momentos, la Unión Europa no dispone de los instrumentos políticos, institucionales y materiales mínimamente suficientes para, con personalidad propia, hacer frente con solvencia a los retos y desafíos que tenemos planteados en el mundo. Es así de claro.
El peso de Europa en el mundo está disminuyendo. Hace treinta años, representábamos una cuarta parte de la riqueza mundial. Está previsto que dentro de veinte años no representaremos más que el 11 % del PNB mundial, muy por detrás de China, que representará el doble, y por debajo del 14 % de Estados Unidos y al mismo nivel que la India.
Los informes Letta y Dragh son muy elocuentes en el sentido de por donde debemos transitar para evitar esta decadencia. Y aquí surge igualmente, el debate sobre la necesidad de que la UE disponga de una verdadera Política de Seguridad y Defensa Común para, disuasivamente, defender nuestros valores y principios. Como se evidencia, hemos sido dependientes, y una dependencia militar es siempre algo más que una simple dependencia militar.
Como expresaba reiteradamente el expresidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, Europa, una vez más, debe elegir entre la supervivencia o el declive.
El cuarto factor es la política que está desarrollando Estados Unidos en el segundo mandato del presidente Trump quien, frente a estas nuevas transformaciones, está manejando valores y principios impropios de una democracia, deteriorando gravemente a la propia democracia y a sus instituciones, y también a las multilaterales.
El problema de la Administración Trump es que la rivalidad con China la pretende llevar a cabo solo, rompiendo, con enorme desprecio y torpeza, con sus aliados naturales, a quienes califica de enemigos y culpables de todos los (sus) males, así como al sistema multilateral.
Podríamos decir que hoy vivimos en un complejo tablero de juego repleto de riesgos estratégicos con una complejísima geometría variable. Y todos mueven o movemos piezas, también en Euskadi.
Lo más preocupante para nosotros es que, por parte de unos y otros, se están poniendo en cuestión de manera grave principios básicos de la paz, la estabilidad y la convivencia mundiales, como son la universalidad de los Derechos Humanos, la Carta de las Naciones Unidas o la propia democracia.
Euskadi y Europa debemos ser la esperanza y la alternativa. A los vascos y a los europeos nos corresponde la defensa universal de los Derechos Humanos y de la democracia, so pena de naturalizar y que sigan extendiéndose los autoritarismos y las políticas populistas-ultranacionalistas de distinto signo. A los autoritarios y dictadores, y a sus sistemas, los Derechos Humanos, la Democracia y el respeto entre los Pueblos les sobra y les molesta. A nosotros no. Forman parte de nuestro ser, y su universalidad debe ser preservada y defendida.