28-O-1978: “Por una Euzkadi libre y en paz”
1. El 28 de octubre de 1978, miles de vascos nos movilizamos en Bilbao “por una Euzkadi libre y en paz”. No hace muchas semanas que se han cumplido 40 años de aquella gran manifestación por la paz, que marcó un jalón en la historia vasca moderna. Los que allí estuvimos podemos atestiguar que aquel acto no consistió en un movimiento popular que llamara a una paz condescendiente. La convocatoria que partió del EBB del PNV, e integró a la absoluta mayoría de los partidos democráticos, buscaba explícitamente una expresión colectiva de “rechazo absoluto del terrorismo”.
En el debate del relato, sin embargo, hay gente muy empeñada en subestimar el valor referencial de aquella movilización popular. Se dice que no constituyó la primera muestra de repulsa pública de las acciones de ETA. Ciertamente, es así. Antes de aquella fecha, ya se habían producido diferentes expresiones populares de rechazo a actuaciones concretas del terrorismo vasco. Algunas de estas (posicionamientos colectivos, funerales masivos, manifestaciones?) se producen incluso con anterioridad a la celebración de las elecciones de junio 1977.
Francamente, la discusión sobre qué manifestación habría de computarse como primera movilización contra ETA, si se ciñe únicamente a establecer una clasificación cronológica, me parece totalmente improductiva. Opino que, en la confección del relato que explique la época de las violencias, deberíamos trascender la lógica superficial y abordar el análisis de los acontecimientos a través de lo que significan en su contexto histórico. Y es precisamente el significado de la que se llamó ‘manifestación de las palomas’ lo que dio a ésta una transcendencia histórica que no tuvieron los posicionamientos y las manifestaciones sociales que la habían precedido.
2. Hay que recordar aquel 78 vasco-navarro. Estábamos ante un escenario político-institucional abierto a expectativas, pero que en esas fechas carecía todavía de una legitimidad democrática formal, con un proceso constitucional sin finalizar ni refrendar. A esto se añadía que, en Euskadi, el orden en vigor carecía de legitimación social.
El país se hallaba en medio de una espiral de violencia, alimentada por la actuación desbocada de fuerzas policiales, parapoliciales y las diversas ramas de ETA. Los primeros entendían que sus actos estaban justificados por la defensa del Estado en el marco de una guerra irregular antiterrorista.“¿Cómo va a haber legalidad en una lucha ilegal e irregular?”, aseveró años más tarde el general Saenz de Santamaria al referirse a aquellos hechos. Los segundos enmarcaban sus acciones en una guerra popular revolucionaria. Su objetivo estratégico era, según las notas de Argala en el Zutik 69, “la generalización de la lucha armada y la formación de un ejército popular”. Ambas fuentes, sin embargo, ejercían violencias que la mayoría social consideraba injustas e ilegítimas.
La masiva movilización de octubre del 78 se realizó en este contexto, y a las puertas de un referéndum constitucional. La situación que se vivía era predemocrática. Aún no se habían reestablecido las instituciones vascas prohibidas por la dictadura. Si aceptamos que la democracia se asienta en una Carta democrática, habrá que decir que el Estado democrático de derecho estaba sin configurarse. Entre el decaimiento de lo viejo y el alumbramiento de algo nuevo, estábamos ante una encrucijada en la que predominaba la confusión.
En este ambiente, la manifestación del 28-O-1978 habría de considerarse como un acontecimiento que clarificó el proceso democrático que se abría, y afianzó un marco de deslegitimación de los terrorismos. En efecto, el eslogan de aquella manifestación -‘por una Euzkadi libre y en paz’- mostraba los parámetros que después habrían de confluir para el establecimiento de un orden democrático legítimo en Euskadi: la exigencia del cese de las violencias y la construcción del autogobierno.
3. No tiene mucho sentido negar la relevancia de aquel movimiento popular. No fue la reacción ante un acto puntual de grupos terroristas o parapoliciales, como hubieran podido ser las marchas o concentraciones anteriores. Fue una toma de posición de carácter integral ante las violencias injustas que campaban a sus anchas en todo nuestro territorio. Excluidas las fuerzas políticas que tenían alguna responsabilidad en los actos violentos que se querían rechazar, la importancia de aquel acto vino asimismo avalada por la participación activa de los partidos políticos que representaban el cauce central democrático de la sociedad vasco-navarra del momento.
Tampoco puede negársele su carácter de acción deslegitimadora de ETA. Los que estuvimos allí lo vivimos de tal manera. Además, el 28-O-1978 fue la primera expresión de repulsa a la violencia a la que las ETAs (ETAm y ETApm) respondieron con abierta hostilidad y amenazas. Como derivada significativa, el rechazo que plantearon los partidos de la izquierda abertzale (HB y EIA) fue de carácter frontal.
De hecho, HB convocó una movilización alternativa con el ánimo de obstaculizar la realización de la manifestación democrática. La violencia que estos ejercieron contra los manifestantes provocó un pequeño cambio de recorrido, pero no la suspensión del acontecimiento. Acontecimiento que, a la postre, contribuyó a esclarecer el marco de legitimación del proceso instituyente con el que habríamos de abordar la reconstrucción democrática del país. Y, como consecuencia, ayudó a afianzar el propósito de apartar de la ruta a los agentes violentos (también a ETA) que frenaban el avance del proceso democrático vasco.