Desde hace casi 200 años, siglos XIX y XX, los vascos hemos vivido diferentes etapas de violencia y guerras, tanto carlistas con la correspondiente abolición foral, como la civil. La connotación vertebral y común nos ha sido, sobre todo, el rampante centralismo político. Se podría decir que después de la última guerra, la civil, la victoria de los facciosos del 36 y el posterior franquismo que las elecciones de 1977 (junto con la amnistía) son las primeras elecciones democráticas. Y así la instauración plena del régimen democrático en Euskadi pudo materializarse en 1979 con la recuperación de la Autonomía abolida por la dictadura franquista y la posterior rehabilitación del Gobierno Vasco. Hace 46 años pues (Referéndum en octubre y BOE en diciembre de 1979) que los vascos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, en unas circunstancias marcadas por la transición de la dictadura a la democracia, apostamos por el Estatuto de Autonomía de Gernika. Pacto político doble, interno entre vascos y entre Euskadi y España. Pacto que requirió durante tiempos muy duros y de negación radical de libertad, sacrificio, compromiso, coraje democrático, lágrimas y algunas tristezas infinitas. Y añado, tras el feliz final de ETA hemos vivido vascos/as la etapa política más estable de nuestra historia. Miro a mis nietas, Noa y Natale, y a mis nietos, Eki y Kai. Y su futuro.
El Pacto Estatutario representó la voluntad mayoritaria del Pueblo Vasco para (volver a) acceder a su legítimo autogobierno. Punto de encuentro que reunió a la entonces pluralidad política democrática en su empeño de organizar convivencia. La recuperación del autogobierno fue clave para el futuro de Euskadi: acceso a desarrollar políticas sectoriales en materias de importancia para el bienestar. Se necesitaba contar con instrumentos básicos autónomos que le permitieran apuntalar su maltrecha situación en variados órdenes. Significó un gran paso en la consecución del derecho del Pueblo Vasco a su autogobierno, herramienta imprescindible para hacer frente a una economía a la deriva, medidas a favor de la cultura vasca y del euskera, diseñar su propia policía, educación, sanidad etc. Pacto estatutario que reconociendo la realidad plural, apostó por emprender la tarea de cohesionar, construir y sentar las bases para la normalización política de Euskadi. El Estatuto fue refrendado por la ciudadanía, constituyó un punto de encuentro y perfiló el marco jurídico del que la sociedad vasca se dotaba para re-acceder al autogobierno.
El gradualismo consciente de la estrategia estatutaria y la profundización en el autogobierno a través del pleno desarrollo de los contenidos del pacto estatutario representaba el marco válido para la resolución gradual de los problemas de los vascos así como avanzar en su construcción nacional. No es cuestión de abundar en lo que supuso de avance histórico para la sociedad y sus potencialidades.
Pero es obligatorio denunciar la Loapa y el unilateral incumplimiento de ese pacto, su cercenamiento por Leyes Orgánicas, el vaciamiento en sus competencias y el exasperante mercadeo al que se le ha sometido. Desidia y escasa voluntad la de los sucesivos gobiernos del Estado a lo largo de décadas. Es quizás el presidente Pedro Sánchez quien haciendo de la necesidad para gobernar virtud en las transferencias pendientes la excepción: el PNV pactó con él, a cambio de su investidura, que el proceso estatutario culminaría en 2025.
Hoy, 46 años más tarde, miro a una nueva apuesta, la de un nuevo pacto que respetando el hecho diferencial de la nación vasca expresado en el Estatuto posibilite la concreción de un nuevo marco y establezca un nuevo acuerdo entre iguales en el modelo jurídico-político entre Euskadi y España. Significa respetar la voluntad de la ciudadanía para decidir su futuro. Nuevo pacto que profundiza la propia democracia.
Y como toda apuesta política democrática se altera el equilibrio institucional previo. Nuevo pacto basado en el sentir de la mayoría vasca y las adhesiones que conciten las urnas. Su legitimidad descansa en la obligación de todo gobierno de actuar acorde a los tiempos, pulsando la opinión ciudadana e interpretando correctamente sus voluntades. Nuevo pacto, apuesta abierta por un futuro solidario, una sociedad vasca plural reencontrada en sí misma. Acuerdo integrador, traducción respetuosa del sentir ciudadano consultado. Y basado en la libertad y la democracia, en el principio de que por medios pacíficos todas las opciones de futuro incluidos nuevos marcos de relación se deben poder defender con la palabra, razones y urnas. Inteligentemente, sin callejones sin salida. Que blinda derechos ya conquistados.
Es bueno recordar: el propio Parlamento Vasco sede de la voz y voluntad de la ciudadanía vasca aprobó un 15 de febrero de 1.990 un texto en el que se afirmaba que...“el Pueblo Vasco tiene derecho a dibujar su presente y su futuro. Derecho que reside en la potestad de su ciudadanía para decidir libre y democráticamente su estatus político, económico, social y cultural, bien dotándose de un marco propio o compartiendo, en todo o en parte, su soberanía con otros pueblos (...) el ejercicio de este derecho tiene como finalidad la construcción nacional de Euskadi, un proceso dinámico, gradual y democrático, integrado por el conjunto de decisiones que se adopte.” Y acababa así: “siendo el Pueblo Vasco el titular del derecho a la libre determinación, son sus instituciones representativas, en cuanto depositarias de su soberanía, las únicas legitimadas para impulsar su ejercicio. En tal sentido, la legitimidad de todas las ideas políticas expresadas democráticamente tiene en el marco parlamentario la vía de defensa. Por tanto, este Parlamento está legitimado para promover y definir las iniciativas que tuviesen por objeto hacer posible la consecución de las aspiraciones de la ciudadanía vasca”.
Hace 35 años pues quedó meridianamente clara cuál era la voluntad política del Parlamento Vasco en cuanto al autogobierno y al futuro de este País: defender el reconocimiento nacional de Euskadi para que pueda establecer el status político y jurídico que considere necesario. Y añado, quizás la actual configuración plurinacional del Congreso de Diputados podría abrir una ventana a la oportunidad para avanzar en el reconocimiento nacional de Euskadi y el blindaje de competencias.
La postura del avestruz supone escandalizarse periódicamente y seguir cerrando los ojos a una evidencia democrática. Evidencia, lo repito, basada en la voluntad de las urnas. Tranquilidad pues: nada de rasgarse vestiduras constitucionales por inexistentes derivas soberanistas. No hay sorpresivas excursiones políticas al Everest de Nepal, ni al menos empinado Mont Blanc europeo, ni al Teide hispánico. No hay txisteras políticas ultramontanas abertzales de última hora. Yo, permítaseme, personalmente me alegraría que en este apasionante camino a recorrer en la búsqueda de un más y mejor autogobierno se concitasen, de principio, fuerzas políticas como el PNV, EHBildu y el PSE. Estimo que sería una magnífica noticia. Y por el contrario lamento que una parte de la ciudadanía vasca representada por el PP se baje de este autobús en el primer apeadero. Es importante escuchar a la ciudadanía que valora los acuerdos entre diferentes y que acepta con naturalidad que acordando se avanza aunque sin conseguir alcanzar todo lo que uno u otro desea.
Termino parafraseando a la periodista Miriam Vásquez que en el Grupo Noticias la víspera de reyes acertadamente escribió: “este año 2025 estará en principio libre de elecciones, lo que brinda una oportunidad a los partidos para abordar con sosiego posibles pactos de país, sin mirarse de reojo para marcar perfil. También sería el momento propicio para que entre en fase resolutiva la ampliación del autogobierno vasco a través de un nuevo estatus y/o pacto estatutario. El único foco de inestabilidad que se otea en el horizonte es un hipotético adelanto de las elecciones generales en el Estado español. Pero al mismo tiempo puede ser un acicate para que los partidos aceleren y puedan acordar un texto este año”. Ojalá se cumplan sus vaticinios: corresponsabilidad, luces largas, gradualismo, pacto y futuro. Sea pues.