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La dignidad según Cospedal

Cuando Dolores Cospedal comparecía en la comisión de investigación del Congreso sobre la financiación irregular del PP, el portavoz de Podemos sacó a colación la presencia de su esposo en los papeles de Bárcenas. La aguerrida señora no tuvo otra que escupirle como respuesta la siguiente frase: “utilizan la figura de mi marido que no se puede defender por estar en el mundo privado. Y eso es de un machismo asqueroso”. Ese marido, Ignacio López del Hierro, que se decía fuera de la actividad política, es el mismo tipo que llevó al despacho oficial al comisario Villarejo, en coche del partido con lunas tintadas, una tarde en la que la sede estaba poco concurrida. López del Hierro, el del mundo privado, participa en una reunión en la que se diría que es quien verdaderamente mandaba en el PP. Ambos encargan al mafioso policía informes sobre un vicesecretario con el que ella comparte mesa de trabajo todos los lunes, y convienen un pago en nombre del partido, se entiende que mediando factura falsa. Hay pocas escenas tan definitorias de la podredumbre en la que Cospedal ha situado al PP desde el día en el que Rajoy la eligió para Secretaria General. En esta columna tengo escrito hace tiempo que lo de ella y su marido es como una UTE de intereses político-económicos, sabidas las andanzas de él y la ambición de ella. También, que lo que Cospedal ha pretendido siempre respecto a Bárcenas y su Gürtel no ha sido limpiar la mierda, sino minimizar daños y con tal mérito acaparar poder ganando el beneplácito del pusilánime que la designó. Si para ello tenía que encargar informes a lo peor de la cloaca, actuando como jefe de poceros el consorte, lo hacía. Ella se decía el baluarte contra la corrupción heredada y hasta la víctima de un machismo asqueroso. Cinismo adornado con unas botas Tod’s.

Anda diciendo la señora que necesita tiempo antes de dimitir para poder hacerlo con dignidad, no por la contundencia de los hechos publicados. Actualmente ocupa la presidencia de la Comisión de Exteriores del Congreso, que lleva aparejada el disfrute de pasaporte diplomático y la posibilidad de organizar una agenda propia de visitas internacionales. Nunca se ha conocido alguien que agregara a lo largo de una carrera política tanta dosis de ineptitud y de ambición, tanta incompetencia como avaricia. Reaparecen hoy los recuerdos de aquella época en la que entró en el Ministerio de Trabajo, donde Arenas disfrutaba de apartamento anejo al despacho, de su extrañamiento posterior a Washington y de su camino de vuelta a Interior, donde debió conocer al comisario con el que se tomó los cafelitos tiempo después. El caso es que un día Rajoy la nombró Secretaria General y es seguro que lo hizo sabedor de que en ella contrataba a un capataz justito de entendederas pero dispuesto a mantener la finca bien encalada. Se le atribuyó el cobro de hasta cinco retribuciones simultáneas, nada correspondientes con su inédita valía intelectual. Cospedal creó un poder en la organización a su propia medida, contando con gente de escaso relieve pero amalgamados en la idea de que con ella llegaría el puesto en las listas.

Mientras ella montaba su andamio de bambú en el PP, López del Hierro era el promiscuo protagonista de una cama redonda por la que pasaban policías (Villarejo el primero), agentes del CNI y empresarios de todo pelaje. Que los cónyuges eran la misma cosa no requiere de la demostración de unas grabaciones, sino que era algo bien sabido en todo el madrileñeo. El día que el marido apareció en ciertas informaciones acusatorias por cobros fantasma de una caja de ahorros, Cospedal le sentó a su vera, primera fila, en un acto de partido. Que se sepa quien manda, que en este caso era lo mismo que saber quien llevaba al PP a la peor etapa de su historia, por aparentar una limpieza que en realidad se había encargado a unos porqueros.

Bailemos sobre la tumba (política) de Cospedal. Será la última vez que recuerde aquí la genial aportación del viñetista, aquella tira en la que aparecía riendo junto a su comadre, y sobre ellas gravitando la expresión “Barcina y Cospedal se llevan fenomenal. ¡Ha sido superfuerte, tía!”. En efecto, muy fuerte.