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Vencer a la facilidad

Una recomendación que a menudo realizan los filósofos como conveniente para las personas es vencer a la facilidad. ¿En qué consiste eso? En no quedarnos tumbados cuando se cumple un proyecto dado y, simplemente, en establecer caminos nuevos que permitan alcanzar un crecimiento personal sostenible. Sin duda, eso es mejor que el crecimiento económico sostenible (desde luego, me estoy refiriendo a personas, no a países o regiones; eso sí, en ese caso la idea tampoco va desencaminada).

Como recuerda Manly P. Hall en el prólogo de su libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos: “No podemos seguir creyendo que hemos venido a este mundo a acumular riquezas y a abandonarnos a los placeres mortales. Notamos los peligros y nos damos cuenta de que hemos sido explotados durante siglos. Nos dijeron que el siglo XX era el más progresista que el mundo había conocido, pero lamentablemente el progreso avanza hacia la autodestrucción. Para evitar un futuro de guerras, delincuencia y fracasos, el individuo debe comenzar a planear su propio destino”.

Y la forma de planear el propio destino es vencer a la facilidad, bien como persona física, bien como parte de una empresa, institución o asociación.

Uno de los mayores defectos que tenemos es la dejadez. Llegar tarde a los sitios, comer o dormir de más, no alcanzar el nivel de inglés deseado, tener el coche como una cuadra andante o no realizar la llamada que tenemos pendiente son formas de dejadez. Estos problemas son comunes para muchas personas. Eso sí, como todo problema, hay que acotarlo correctamente: se debe distinguir la dejadez pura y dura del premio. Así, una persona que ha trabajado duro a lo largo de la semana o que se cuida de forma razonable se puede ganar tener algún vicio. Al fin y al cabo, ¿qué sería de nuestra vida sin vicios?

Lo malo es sentirnos culpables por no haber cumplido lo que teníamos preestablecido. Según esta lógica, se puede comprender que alguien consagre su vida al placer: es famosa la frase del exfutbolista ya fallecido George Best: “gasté el dinero en drogas, coches, mujeres y alcohol. El resto lo malgasté”. En fin, no deja de ser un propósito vital.

Walter Mischel, en su excelente libro El test de la golosina, explica cómo entender y manejar el autocontrol. En sus experimentos se convence de que “si las personas pueden cambiar la manera de representarse mentalmente un estímulo, entonces pueden ejercer el autocontrol y evitar ser víctimas de los estímulos calientes que han llegado a controlar su conducta”. Una idea para cambiar la representación es la regla “si? entonces”. Se podría aplicar de la siguiente forma: una persona que desea perder peso recibe la posibilidad de comer un delicioso pastel de chocolate. En este caso aparecen los típicos diablillos mentales, el rojo, que nos da el siguiente consejo: “el pastel huele de maravilla. Es muy difícil que esta posibilidad se vuelva a repetir. Además, por un pedacito más? ¡¡Vamos a por él!!”. Los consejos del diablillo blanco son diferentes: “estamos a régimen, así que toca aguantarse”.

Según esta tesis, podríamos aplicarnos la siguiente representación mental: si como el pastel entonces me sentiré incómodo ya que no habré cumplido mis objetivos de hoy, lo cual puede hacer que pierda confianza en mí mismo. Además seré más proclive a tener enfermedades y terminaré la dieta más tarde.

Sí, lo sé, he exagerado un poco; tan solo quería ilustrar la idea.

Si el problema de vencer a la facilidad lo tuviéramos solo individualmente sería eso, una cuestión personal. Pero no es así: muchas empresas, instituciones y asociaciones tienen problemas para vencer a la facilidad, y eso afecta a su viabilidad futura. Es cierto que las empresas no tienen otro remedio que innovar y adaptarse a los cambios: si están en un entorno competitivo en ello va su supervivencia. Sin embargo, y ahí es donde quería llegar, eso no ocurre en algunas instituciones.

La crisis actual de los refugiados es un ejemplo de ello; estructuras institucionales rígidas hacen que la realización de las acciones y medidas necesarias para buscar soluciones tarden más en ser aplicadas. Los trámites para intentar realizar adopciones son muy lentos, y eso es dramático: niños que se quedan sin futuro, padres que ven retrasadas sus ilusiones. ¿Por qué no se afronta eso? Lo fácil es dejarlo como está. Problemas energéticos graves, déficit de tarifa disparado. ¿Por qué no se afrontó antes? Lo fácil era dejarlo estar. El Estado Islámico está creciendo a marchas forzadas en diversas zonas de Oriente con los efectos conocidos por todos. ¿Por qué no se afrontó antes? Lo fácil era dejarlo estar.

Septiembre es una época en la que nos hacemos nuevos propósitos, junto con enero. Yo me conformo con cumplir uno. Vencer a la facilidad.