Estados Unidos se está convirtiendo en el reflejo mismo de quien lo gobierna, de Trump y su camarilla, tan absurdo como contradictorio, pero, oigan, funciona como país, para algunos, claro, pero eso no significa que vaya bien. Sobre todo, con un Trump más preocupado por que no le hayan dado el Nobel de la Paz que por el entendimiento en su propio país. ¡Bienvenido al manicomio USA! Recientemente, saltaba la polémica porque se sacaban a la luz los comentarios racistas y xenófobos, más bien pronazis, de ciertos jóvenes de la élite republicana de estados como Nueva York, Kansas, Arizona y Vermont, con frases tan edificantes y significativas como “Yo amo a Hitler” o la que resuena más chirriante de todas, “¿Podemos arreglar las duchas? Las cámaras de gas no encajan con la estética de Hitler”, puesto que Trump, después de todo, es un entusiasta sionista.
La noticia no fue un mero bulo, como cabría pensarse (de los que es tan proclive a expresar el mismo presidente, sin que se le cambie el gesto de la cara), o ya una broma de mal gusto. Una investigación en el sitio digital Político destapó las conversaciones de este chat privado de Telegram, que dejaban ver no sólo el talante, y talento, no demasiado democrático, de esas jóvenes promesas de macabro sentido del humor. De hecho, el mismo candidato a fiscal general de Virginia, Jay Jones, en 2022 escribió en ese foro que si tuviera dos balas para acabar con la vida de diversos tiranos, a elegir entre Hitler, Pol Pot y Todd Gilberg (republicano y entonces presidente de la Cámara de Representantes de Virginia), le metería dos al mismo Gilberg. ¿Hay que reírse? Pese a disculparse, tras desvelarse la noticia, Jones no ha renunciado a su candidatura.
El estupor general y las reacciones no sólo se han hecho notar por parte de un Partido Demócrata tan demonizado por los MAGA de Trump, sino incluso por sectores conservadores que no lo han recibido nada bien. Pero los involucrados, hombres de entre 24 y 34 años, fueron disculpados por J. D. Vance, vicepresidente de los Estados Unidos –quien podría sustituir a Trump en el caso de que durante su mandato estuviera incapacitado de forma temporal o total–, con la frase “Let the boys be boys”. Algo así que hay que dejarles a los chicos porque son jóvenes (no tanto) y no saben lo que dicen. Son las hormonas. Para Vance, va con la edad decir cosas estúpidas y que estos meros comentarios no deberían arruinarles la vida. Tal vez no, pero no es muy edificante si la flor y nata del futuro liderazgo de Estados Unidos se encuentra integrada por personas de tal calidad humana. Desde luego, si hubiese sido al revés, si hubiesen sido comentarios progresistas burlándose de la corte que rodea a Trump, la actitud habría sido muy distinta. Vance insistió en que él no iba a “cancelar” a nadie por estos juicios expresados, además, en un chat privado. Pero el hecho es todavía más grave, porque implica dejar en evidencia la catadura moral de quienes están (o estaban) llamados a liderar a los republicanos. Incautos, imprudentes. Seguro. Que se dejaron arrastrar por el momento y por revelar su profunda frustración, claro. Pero no son mozalbetes de 12 o 14 años, sino la próxima generación de hombres que van a adquirir puestos de responsabilidad en el futuro. Se les tendría que caer la cara de vergüenza por decir cosas así. Y cabe preguntarse: ¿cómo se les está educando a los estadounidenses? ¿Amar a Hitler? Cuando menos, es escalofriante.
La reacción opuesta a la actitud simpática y asertiva de Vance (todo apunta a que él habría estado ahí de haber sido sólo unos pocos años más joven, recordemos que únicamente tiene 41 años), fue la del gobernador republicano de Vermont, Phil Scott, que exigía la dimisión y abandono del partido de su estado del joven líder republicano que intervino en el foro. Más que comprensión, reclamaba un castigo ejemplarizante. El congresista de Nueva York, Mike Lawler, convino lo mismo sobre los participantes neoyorquinos. Consideraba una indecencia hablar en tales términos, al faltar el respeto a los derechos humanos. Pero todo ello no deja de ser el síntoma de lo que es la nefasta influencia del trumpismo en la sociedad norteamericana. En primer lugar, Trump ha llevado a cabo su propia cruzada particular contra lo que ha definido como el movimiento woke, que incluye cualquier idea progresista, a la que ha tildado no sólo de nefasta, sino de antiamericana, denigrando toda postura contraria a su ultraconservadurismo.
Persecución tras Charlie Kirk
Tal ha sido el despropósito que, tras la muerte del líder republicano Charlie Kirk, se produjo una persecución de aquellos que emitieron de forma personal cualquier comentario ya sea en defensa o disculpa de su asesinato, o que se entendiese por tal, para actuar retirándoles el visado. En segundo lugar, la política de la Administración Trump fue lanzarse, desde el primer día, a una obra de demolición de toda la obra de los presidentes demócratas, Obama y Biden, anulando o suprimiendo la legislación que ha buscado compensar las diferencias existentes y facilitar la integración en una sociedad donde las raíces del racismo y la discriminación están tan arraigadas, y siempre han generado graves tensiones sociales. Para completar este ejercicio de autoritarismo se han aprobado, a continuación, leyes que favorecen a los ricos, con lo que ha conseguido incluso que el sueño americano se haya convertido más en una pesadilla para los más humildes trabajadores que quieran optar al mismo. Pero no ha quedado ahí, esta nefasta influencia se ha convertido en un fenómeno que ha impregnado aquellos sectores ultras que creen que la democracia está a su servicio y que no les importa decir barrabasadas, Trump es su modelo, como que aman a Hitler. No se trata de un desliz, de una expresión incauta producto de la impulsividad juvenil, sino una afrenta grave a la historia de Estados Unidos y, por supuesto, a las víctimas del nazismo. Es inadmisible y mucho menos disculpable, por mucho que Vance quiera ser comprensivo. Frivolizar sobre esto no es un derecho, sino un peligro.