El silencio, un tesoro
En nuestra búsqueda de una sociedad y modos de vida mejor concebidos que los de hoy, la práctica del silencio resulta ser un tema de gran actualidad
Desde hace algún tiempo proliferan entre nosotros iniciativas, cursillos sobre lo que se ha dado en llamar en inglés mindfulness y que traduciríamos como un aprendizaje de calmar la mente a base de atención plena y consciente en el momento actual, en el aquí y ahora. Mola porque, además de constituir una práctica espiritual muy eficaz arraigada desde hace milenos en el Oriente y siglos en Occidente, se ha comprobado que beneficia a la salud, especialmente al funcionamiento cerebral. Monjes budistas, con miles de horas de meditación acumuladas a lo largo de su existencia, han permitido a los científicos constatar los cambios que esta práctica produce en el cerebro. Los han medido con técnicas de imagen como la resonancia magnética funcional y la magneto-encefalografía, capaces de medir la actividad de distintas zonas del cerebro. Ya el año 2007, científicos de la Universidad de Wisconsin examinaron al monje tibetano Mattieu Ricard y los sorprendentes resultados obtenidos llevaron a los especialistas a considerarlo el hombre más feliz de la Tierra. ¿No se encontrarían por ahí las soluciones de tantos problemas humanos que no van a arreglar ni la política ni la economía ni la sociología?
La sabiduría, la luz, nacen del silencio porque es el camino de la lucidez, el único modo de llegar a la verdad, que es inaccesible para el pensamiento racional, incapaz de salirse de la realidad aparente. Solo el silencio de la mente, del ego, nos permite abrirnos a la verdad profunda de lo que es y lo que somos. Así hablan los maestros de yoga, zen y meditación. Es mucha la gente que abriga ese deseo de vivir más conscientemente y acude con asiduidad a entrenarse. “El silencio puede llegar a enamorarnos porque tiene capacidad de restaurar y aquietar. Porque el silencio es nuestra casa, nuestra identidad profunda.” (E. Martínez Lozano).
Etty Hillesum, la joven holandesa de familia judía que, tras mil peripecias de juventud cayó en manos de la Gestapo y fue ejecutada a los 29 años en el campo de concentración de Auschwitz, pudo mantener su valentía gracias al diario que escribía y a sus largas horas de soledad silenciosa en la celda, que le ayudaron a experimentar una gran transformación interior. Dejó escrito: “Descansar dentro de sí. Así es, seguramente, como mejor se expresa mi estado de ánimo: descanso dentro de mí. Y a ese ser yo misma, lo más profundo y rico de mí, mi Descanso, lo llamo Dios”. Al partir rumbo a Auschwitz se llevó el diario escondido bajo la ropa y, en un punto del trayecto, lo tiró fuera del tren por una rendija. Fue recogido por alguien que buscó la manera de hacerlo llegar a las manos de un editor, que lo guardó durante años hasta que su publicación se hizo posible.
Según afirma Pablo d’Ors, experto en meditación, en Biografía del silencio, basta un año de meditación perseverante, o incluso medio, para percatarse de que se puede vivir de otra manera. “La meditación, afirma, nos concentra. Nos devuelve a casa, nos enseña a vivir lo mejor de nuestro ser. A veces querríamos cambiar a los demás, cuando a cada cual le corresponde tomar decisiones sobre su propio comportamiento. En realidad basta querer algo con la suficiente intensidad, para conseguirlo. Suena a utopía pero lo cierto es que nada hay tan indestructible como una persona convencida de algo. La meditación fortalece la decisión, aporta la luz necesaria y deshace los obstáculos que encuentra en el camino. Es una fuerza lenta pero arrolladora”. La persona decidida ha de sentarse a meditar dispuesta a entregarlo todo y a hacerlo por sí misma, sola. Hacer silencio significa dejar, soltar, vaciarse de lo superfluo para dejarse llenar por lo importante. El silencio es un encuentro con algo que se busca y la acogida de lo que va a llegar, que es esa sabiduría capaz de cambiarnos una vida no satisfactoria, por otra consciente, más libre, más feliz. Nunca es tarde para emprender el camino, como tampoco es nunca demasiado pronto. De hecho, está teniendo muy buena acogida por parte de muchos pedagogos, la iniciación temprana empezando por niños de primaria. A ellos les gusta y les prepara para ser capaces de dominar las dificultades psicológicas que se presentan durante la infancia y la adolescencia.
Lo importante es descubrir que en este mismo instante, aquí y ahora, otra Vida está llamando a nuestra puerta para entrar y colmar nuestro anhelo de ser eso que la Humanidad espera de cada persona y cada comunidad.