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El laberinto griego

Al primer ministro griego Alexis Tsipras, que me cae de cine por barajar del través los naipes liberales europeos, le están poniendo las cosas difíciles a la hora de renegociar su deuda. Su escudero Yanis Varoufakis, asumió de entrada el rol de pistolero caza-recompensas pero se topó con sus homólogos Schauble y Dijssebloem, alemán y neerlandés respectivamente, que desenfundaron sus revólveres con celeridad para frenarle en seco. La diferencia entre impartir clases de economía en Cambridge y Sydney o haber trabajo para Newell, antiguo jerifalte de Microsoft, resultó evidente a la hora de enfrentarse a los mastodontes del viejo continente. Si la Comisión Europea ha sustituido a la Troika en la fotogenia negociadora, no vayamos a ser tan incautos como para hacernos pensar que los que regían nuestros destinos ayer hayan dejado de hacerlo por mor de la magia siryzica. Sin embargo, los teutones del nuevo reich económico, con su Angelita al frente, si bien saben que los acuerdos internacionales pasaron ya el siglo pasado la esponja sobre los daños ocasionados a Grecia durante la ocupación nazi, continúan interesadamente amnésicos sobre los 476 millones de reichmarks que se llevaron como préstamo forzoso del Banco Nacional Griego. Esta deuda, por mucho que se remonte a 1942, es totalmente exigible, y sin contar los intereses de los más de setenta años transcurridos, supone la bagatela de 11.000 millones de euros. Buena prueba de su exigibilidad reside en que, no más lejos de 2013, un estudio interno del Bundestag puso el dedo en la llaga sobre los riesgos jurídico-financieros que suponía este tema para el erario público alemán. Esta y no otra me parece la razón por la que Tsipras ha conseguido esta pequeña prorroga parcial para continuar a flote, torpedos incluidos, en su nueva odisea helena.

En cualquier caso, el primer ministro sigue con la soga al cuello y, amén de Europa, se la siguen apretando desde su propia casa. Para poder gobernar, tuvo que aliarse con los Griegos Independientes que con el 4,75% de los votos y únicamente 13 diputados acabaron por obtener cuatro ministerios. Su líder Panos Kommenos, actual ministro de defensa, fue durante dos décadas diputado de Nueva Democracia, un partido encharcado hasta las rodillas en fondos de ayuda europeos desaparecidos en combate y privatizaciones parciales como la del puerto del Pireo, a repúblicas tan democráticas como la china. Todos estos “accidentes” deberían desaparecer enderezándose mínimamente la situación socio-económica, y dar paso quizás a nuevas alianzas con los socialistas del Pasok o los centristas pro-europeos de To-Potami. Dentro del ingente trabajo que el nuevo gobierno tiene por delante para hacer caja y sanear sus cuentas, hay sectores privilegiados a los que deben rascarse los bolsillos. De entrada, los armadores oligarcas y la iglesia ortodoxa que recaudar, recaudan, pero poco o nada cotizan. El contrabando de carburantes parece ser otro de los terrenos que penaliza los ingresos del estado griego en varios cientos de millones de euros anuales. El excelente y tan lúcido como veterano periodista Antonio Álvarez-Solís, decía hace unos días que Alemania comanda, desde su cumbre miope, una Europa de velocidades diversas que consecuentemente hacen imposible una conducción homogénea. Sabia reflexión sobre este continente que tratan de homogenizar ignorando supinamente a los pueblos que la componen y priorizando la eterna cantinela de los estados-nación que dicen representarla. Una Unión Europea que parece un tanto desmemoriada de la infinidad de tropelías cometidas en su seno a sangre y fuego para tratar de borrar todas las Gernikas que tan fielmente debieran representarla, en lugar del caótico horizonte socio-político que continúa mostrándonos día tras día. Ahora que el internacionalismo solidario parece haber desaparecido del horizonte, y las listas Forbes ocupan con solemnidad las plazas de millones de pobres de idem, quisiera terminar con una simple sugerencia deportivamente política.

Aprovechando que este año la primera final de copa del nuevo rey español Filipo, por cierto hijo de griega, manifestar mi deseo de que el partido se celebre en Atenas. Así, además de echar un cable al comercio heleno, la gabarra del Athletic podría navegar en aguas del Egeo. Creo pues llegado el momento de consumir producto griego, ya que no en otra cosa sino en eso radica nuestra particular guerra vasco-europea del Peloponeso.