Desde hace dos años se espera la llegada de una nueva recesión que no termina de llegar. Guerras, subidas del petróleo, burbujas en las bolsas, deudas públicas disparadas... los factores que han podido desencadenar la próxima crisis son múltiples, pero lo cierto es que la economía sigue creciendo, incluso Europa parece coger algo de fuerza. Las advertencias llegan desde las instituciones más informadas a nivel financiero del mundo. El Banco de Pagos Internacionales (BPI) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) son algunas de ellas. El auge de la banca en la sombra se ha convertido en una de las principales amenazas para la estabilidad financiera mundial, así lo advertía el FMI que lanzaba un mensaje claro: las elevadas valoraciones de los activos y las tensiones en los mercados de deuda soberana mantienen altos los riesgos para la estabilidad financiera, y esas vulnerabilidades podrían amplificarse con el crecimiento de las instituciones financieras no bancarias (IFNB). El BPI también ha lanzado un mensaje que debería ser analizado por inversores y políticos: la deuda pública se está desbocando y es un proceso que solo acaba de empezar, mientras que los sectores más opacos del sistema financiero se están expandiendo como una plaga. La chispa que prenda ese polvorín o cómo termine interrelacionándose ambas vulnerabilidades aún está por ver, pero que uno de estos sectores va a desencadenar una grave crisis parece cada vez más evidente.
El BPI, que tiene el mérito de haber anticipado la crisis de 2007, no es un banco cualquiera, es una organización internacional financiera, propiedad de varios bancos centrales con sede en Basilea (Suiza). El BPI fomenta la cooperación financiera y monetaria internacional, no rinde cuentas ante ningún gobierno y su misión es servir a los bancos centrales en su búsqueda de la estabilidad financiera y actuar como banco para los bancos centrales. Antes de la crisis financiera de 2007 el BPI se ganó la antipatía de las autoridades monetarias de todo el mundo al señalar los riesgos que generaban las políticas monetarias expansivas, el apalancamiento excesivo y los altos precios de los activos. Estas advertencias fueron ignoradas. El resultado fue una grave crisis financiera que además de provocar una enorme recesión, dejó un legado de elevada deuda pública. De Cos, director general del BPI, lleva tiempo expresando su preocupación por los riesgos fiscales y financieros y ha alarmado sobre las amenazas fiscales en un sistema financiero global en constante cambio. De Cos pone sobre la mesa los altísimos niveles de deuda pública en varias economías avanzadas. En muchos casos, la deuda se encuentra en máximos, pero hay datos que revelan que la situación puede ser mucho peor. En ausencia de una aceleración del crecimiento económico impulsada por la inteligencia artificial, existen razones para creer en la posibilidad de nuevas crisis económicas (incluida otra crisis financiera).
A raíz de la crisis económica de 2008, los bancos redujeron notablemente el crédito a las empresas, lo que las ha obligado a buscar otros canales para financiarse. La avalancha de regulación bancaria ha tenido como efecto colateral el fuerte crecimiento de la banca en la sombra, que es la actividad de intermediación crediticia o financiación realizada por cualquier entidad financiera o plataforma que se encuentra fuera del circuito bancario tradicional. Hoy la banca en la sombra mueve ya más dinero que la banca tradicional. La intermediación financiera no bancaria fue la responsable en 2024 del 51% de todos los activos financieros globales. El crecimiento paulatino de la banca en la sombra es una de las principales preocupaciones del Consejo de Estabilidad Financiera, institución creada por los países del G-20 para coordinar la regulación financiera global. En el caso de España, la intermediación financiera no bancaria supuso 400.000 millones de euros el año, pasado, un 14 % más que en 2023.
La banca en la sombra se ha convertido en un canal de financiación para las empresas que no pueden acceder al crédito bancario tradicional y ha cobrado una relevancia significativa en el actual contexto económico debido a su capacidad para ofrecer fuentes alternativas de financiación en un entorno de endurecimiento regulatorio para la banca tradicional. En un escenario marcado por la subida de tipos de interés y la volatilidad de los mercados, las entidades de banca en la sombra, como fondos de inversión y otros intermediarios financieros no bancarios, juegan un papel crucial al proporcionar liquidez y asumir riesgos que los bancos tradicionales están menos dispuestos a tomar. Sin embargo, su crecimiento genera preocupación entre los reguladores, ya que estas entidades operan fuera del alcance de las normativas bancarias convencionales, lo que puede aumentar los riesgos sistémicos en momentos de tensión económica. Así, la banca en la sombra facilita el acceso a financiación para ciertos sectores, pero también plantea desafíos en términos de estabilidad financiera global, porque estas entidades no bancarias presentan varias vulnerabilidades clave, principalmente relacionadas con el apalancamiento excesivo y el desajuste de liquidez. La banca en la sombra es la que está financiando el incremento del gasto de los gobiernos, y estos saben que sin la financiación de las INFNB no podrían haber llevado sus planes de gasto.
Como recuerdan los reguladores y las autoridades internacionales, el crecimiento de la banca en la sombra puede ser una fuente de riesgo para el sistema financiero global. Estas instituciones pueden generar inestabilidad sistémica, ya que su interconexión con el sector bancario tradicional y su exposición a activos de elevado riesgo pueden amplificar el contagio y desencadenar problemas de liquidez o solvencia que no estén calibrados por los reguladores. La falta de transparencia y regulación adecuada dificulta la capacidad de prever y mitigar crisis potenciales originadas en este sector.
Se necesita, por tanto, un marco de regulación que convierta la actividad de las IFNB en una actividad transparente que opere en condiciones de mercado. Quizás no se trata de aplicar la regulación bancaria a los no-bancos, sino contar con un marco general que regule, supervise y ofrezca unas garantías mínimas.