El Manual de Frascati (OCDE) es un referente actualizado de definiciones básicas y de las actividades de I+D aceptadas por científicos de todo el mundo. En él se recogen las actividades consideradas de Investigación y Desarrollo (I+D) para que participen la ciencia y la tecnología en el desarrollo económico. Define la innovación como la transformación de una idea en un producto vendible, nuevo o mejorado o en un nuevo método de servicio social.

Más adelante, se puso de moda el acrónimo I+D+i como signo de la unión en un único concepto de la investigación, el desarrollo y la innovación. Es lo que se lleva en la era global de las tecnologías, en la que economía, ciencia y tecnología van de la mano para optimizar los recursos. Pero ya casi han desaparecido los términos desarrollo (excepto como sinónimo de crecimiento) o innovación social, de la que solo queda apenas el nombre cuando debería considerarse algo esencial de la innovación.

La parte positiva del I+D+i es clara: la irrupción de la domótica, los avances en la medicina, en las telecomunicaciones o en el abaratamiento de infinidad de productos con prestaciones impensables hace pocos años, y a un precio asequible.

Existe, de hecho, un Índice Mundial de Innovación sobre la situación comparativa de la innovación en todo el mundo. En 2014, se analizaron 143 economías por medio de 81 indicadores para evaluar sus capacidades y los resultados cuantificables en la innovación.

Se confirma la persistencia de las disparidades a escala mundial. Se observan en las economías menos innovadoras problemas para seguir el ritmo al que progresan las economías situadas en los primeros puestos, incluso aunque logren avances considerables, con un número cada vez mayor de economías emergentes que no pueden seguir el ritmo de los países punteros. Y pierden talentos que no regresan a sus países de origen para innovar.

Cada vez existen más avances y logros tecnológicos asombrosos que no tienen apenas incidencia en lo necesario para una vida digna de millones de personas cuando lo logrado por la innovación es suficiente para subvertir la situación.

¿Es imprescindible dedicar los mejores esfuerzos en I+D+i? Sin duda, si queremos competir con otros que están igual de empeñados en buscar mejoras diferenciadoras, calidades más sofisticadas y eficiencias que permitan popularizar precios y mejorar los servicios. Pero en la medida en que esta carrera sea cada vez más exclusiva y permita más países en las cunetas, ajenos a la competición innovadora y sus beneficios, la innovación será tan parcial que no podrá ser digna de tal nombre. De hecho, la precariedad se está instalando entre nosotros, y creo necesaria una relectura urgente de la estrategia en innovación.