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Sesteando

no sé si es debido a la periclitada transversalidad del gobiernillo López o al dolcefarniente de unas cuasi agostadas vacaciones, pero la superficie del blanco folio me parece tan inmensa como irrellenable. Será, a no dudar, consecuencia subconsciente de la magnitud oceánica que nos rodea en estas latitudes getariarras. El caso es que al agarrar la pluma uno se debate entre las oleadas de ideas que le afloran y la dificultad en dejarse mecer por las mismas para devanarlas sobre el papel. Resulta más que probable que eso que uno cataloga de ideas sean simples imágenes o fogonazos visuales de un verano, ora tórrido, ora temperado, pero siempre relajante.

La prensa acaba por despertarme con su latiguillo sirio, germánico, bancario o prelectoral hasta que la Audiencia Nacional me acaba situando en la realidad. Una weakiliks a lo Garzón, donde los derechos humanos valen menos que un peine por aquí, y allende los mares son el tesoro más preciado de la humanidad. Menos mal que uno de los Reyes Magos se llamaba también Baltasar, como el juez transmutado en adalid de las grandes causas exteriores: el lobo feroz de nuestro gallinero convertido en dulce cordero. Acto seguido, Iribarren me aporta la energía vital de su funicular y los txibizales me dan el parte de guerra de sus capturas al amanecer.

Todo ello acaba por asentar mis pies como es debido sobre los adoquines, mientras Elkano, que no Magallanes como dicen los gabachos que pululan por aquí en estas fechas, sigue oteando el horizonte desde lo alto de su pedestal. Son despertares espaciados y algo lentos, pero intensos, que diría el otro. En esto y poco más consisten las alboradas de un pueblo que vive del, con y en el mar. Aún no he hablado de panes y de peces, pero tanto la panadería como la pescadería son visitas obligadas posteriores al periódico para afianzar el estío en su faceta gastronómica, al igual que las ensaladas locales, complemento indispensable de la dieta cantábrica. Y en habiendo preparado a priori la infraestructura se impone el a posteriori marítimo siempre que Meteosat no lo impida y jarree. Uno, que es de tierra adentro y comenzó a flotar entre Azitain y Maltzaga, descubrió tardíamente los placeres natatorios y no precisamente en piscinas, sino en estas aguas, debe confesarles que hoy es el día en que el braceo le resulta indispensable para su buen equilibrio psicosomático. Antes de que esto derive en una terapia a lo Lacan, decirles que, tras baño y ducha, se imponen la jamada y el cafelito como antídotos vitamínicos inmejorables para contrarrestar recortes y corruptelas de maléfica incidencia anémica y anímica. De txakolis y sidras mejor ni mentarlos, porque de aquí a que Raxoi nos imponga el alcoholímetro de sofá, no media ni una legua.

No es óbice constatar que se txikitea menos y mejor, adecuándose a la situación borbónica reinante. Sin entrar en profundidades, cabe decir que, manteniendo el tono coloquial, los contenidos de lo hablado van mejorando. Es de justicia decirlo en la medida en que a la fiebre del oro y al boom inmobiliario les suceden períodos de reflexión constructiva y más asiento. Se transmite lo que se vive diariamente en el hogar y en el curro para que todo ello contribuya a la percepción y a la necesidad de un horizonte más solidario. Aquí, los senegaleses pescan con los autóctonos y los chinos se toman su po-te-con-pin-txo en el local colindante al del bazar que regentan.

La colonia latinoamericana sirve los potes y cuida de los ancianos. Si esto no representa una cohabitación ejemplar de etnias y culturas, que vengan los expertos y me demuestren lo contrario. Salvando las distancias, he rememorado nuestro Eibar de hace 50 años por mera substitución de senegaleses, sudamericanos chinos por extremeños, andaluces o galegos. Cierto que ahora también disponemos de top-manta, paraguas ante eventuales chaparrones, collares y abalorios en venta por el puerto, pero la torre de babel lingüística se homogeniza en las transacciones bost, hamar, hamabost que pregonan los vendedores.

El atardecer amortigua voces y luces para dar paso a horizontes cambiantes y puestas de sol que quitan el hipo y todo tipo de alergias. Con la noche, vuelven los txibizales del turno de tarde. Así se repiten los ciclos de mañanas, tardes y noches con las nubes, el sol y la luna de mudos testigos. Y Elkano sigue impertérrito oteando el horizonte.