Una de las canciones más conocidas de Bob Dylan es Los señores de la guerra. Esta canción se incluía en uno de sus primeros discos, The Freewheelin. Corría el año 1963, en plena guerra de Vietnam. En 1991 la interpretó en la ceremonia de los Grammy, en los años de la primera guerra de Irak. La última vez que la cantó fue en 2016. En total, la ha interpretado 884 veces, casi 130 veces de media por año, lo que equivale a casi una vez cada tres días, para los amantes de las estadísticas. Una canción llena de rabia, con un Bob Dylan eléctrico, que sigue siendo tan actual como hace sesenta y dos años.

La canción se abre con estos versos:

“Ustedes que nunca han hecho nada / más que construir para destruir, / ustedes juegan con mi mundo / como si fuera su juguete”.

El bulldog de la jauría supremacista humana instalada en la Casa Blanca, que envió el nuevo presidente de los EEUU a la conferencia de Múnich hace unos meses, además de amenazar a la Unión Europea, exigió que se aumentara el presupuesto de defensa de los países miembros de la OTAN hasta el 5% del presupuesto nacional. En 2014, en una reunión de la OTAN, el presidente de turno, B. Obama, pidió que se incrementara hasta el 2%. Ese año 2014, el gasto total en defensa de los Estados miembros de la UE fue de aproximadamente una media del 1,4% de los presupuestos (147.000 millones de euros). En 2024, este gasto alcanzó el 1,9% del PIB de la UE (326.000 millones de euros). Esto representa un incremento del 122% en términos absolutos durante la última década.

En estos diez años, las importaciones europeas de armas casi se duplicaron, con un aumento del 94%. Durante ese período, aproximadamente el 55% de las importaciones de armas de los países europeos provinieron de Estados Unidos. EEUU ha exportado grandes armas a 107 países y se ha convertido en el principal exportador mundial de armamento, por delante de Rusia y China (El País). En Francia, por 5.600 euros se pueden comprar en el mercado negro los últimos fusiles de asalto producidos en EEUU, frente a los 1.500 euros de un Kalashnikov, según informaban los medios franceses sobre los continuos tiroteos en ciudades como Grenoble y Marsella.

En la última reunión de la OTAN, hace unas semanas, la mayoría de los países acordaron, bajo presión de los EEUU y el halagador secretario de la OTAN, alcanzar el susodicho 5% en los próximos años, aunque el diablo está en los detalles de cómo hacerlo. Solo España se negó a llegar a dicho porcentaje, con un acuerdo político de mínimos con la Secretaría General de la OTAN. Por algo se escribió el Quijote en España.

Parece claro que los EEUU tienen un interés particular en que la UE aumente su presupuesto de defensa para que les compren más aviones y más bombas, y engorden aún más su industria armamentística, que ya hizo grandes negocios durante las guerras de Irak y Afganistán y en otras anteriores. Además de querer vender juguetes bélicos como los aviones F-35, se guardan una copia de las llaves que pueden inutilizarlos en cualquier momento si los países compradores no se alinean con sus políticas. Buen negocio, sin duda. Los EEUU no los regalan y, cuando lo hacen, es para beneficiar a su industria armamentista o a cambio de materias primas. No existen las guerras justas.

Según informa el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), en 2024 el gasto militar mundial alcanzó aproximadamente 2,72 billones de dólares (USD), lo que supone un incremento del 9,4% frente al año anterior. Es el sector con mayor gasto mundial, con un 2,6% del PIB global. Nada que ver con las metas establecidas por los convenios de Naciones Unidas de alcanzar el 0,7% dedicado al desarrollo. Las metas de la COP2015 en París eran de 100.000 millones USD por año, lo que equivaldría a un 0,094% del PIB mundial. Pero las necesidades para alcanzar las metas de 2030 y limitar el calentamiento a 1,5 °C exigen que el mundo invierta entre un 5 y un 6% de su PIB cada año en acción climática. Parece que las intenciones van en dirección contraria, según las últimas decisiones políticas.

Como se ha visto en los últimos años de la guerra de Ucrania, los ejércitos tradicionales de tanques, infantería y aviones de combate no son ya tan eficaces como en la Segunda Guerra Mundial. La llegada de los drones, el uso de armas más ligeras y eficaces, y los avances en la tecnología de misiles y paraguas antimisiles se han mostrado más efectivos. Por otra parte, las batallas en el ciberespacio, de las que poco sabemos, están siendo también claves en esta guerra.

Las guerras futuras, que sin duda las habrá, no serán como las del siglo pasado. No parece que las grandes divisiones y batallones de tanques, infantería y aviación sean los más eficaces. Con un simple dron se puede destruir un F-35 que cuesta la friolera de 30 millones de euros. Los EEUU presionan para la compra de estos sofisticados aviones, pero se guardan una copia de las llaves y pueden inutilizarlos en cualquier momento si las políticas del comprador no están de acuerdo con las suyas. Un buen negocio, sin duda. La ocupación de territorios con una población muy hostil tampoco parece una opción muy agradable: el coste económico y humano es enorme, como se está viendo en la guerra de Ucrania. Y ya han comenzado a diseñar el F-47.

Por otra parte, los avances en la Inteligencia Artificial, robots y otras armas en pleno desarrollo cambiarán la manera de operar de los ejércitos. Sin olvidar que las armas bacteriológicas y las nucleares siguen ahí como una espada de Damocles. Los tiempos están cambiando y la manera de hacer la guerra también. Por no hablar de la bomba de neutrones, esa que solo destruye vidas y deja las propiedades intactas, o la terrible bomba de hidrógeno. No parecen estar de moda. Pero haberlas, haylas.

El aumento de los presupuestos de defensa tendrá que ser compensado con la reducción de las partidas presupuestarias de otros ministerios. Basta recordar que los servicios sociales y de salud representan casi el 30% de media en la UE, aunque hay grandes variaciones entre países. La otra estrategia sería aumentar los impuestos. Por lo tanto, debemos elegir entre complacer a los EEUU o ser dueños de nuestro propio destino en Europa.

La pregunta reflexiva que debería hacerse la UE es si realmente necesitamos aumentar los presupuestos hasta esas cantidades astronómicas y seguir comprando el mismo tipo de armas a los EEUU. Pero parece que la reflexión no es la cualidad más fuerte de los mandos militares, y la decisión ya ha sido tomada sin un debate transparente en los países ni en el Parlamento Europeo. Hay una máxima de los tiempos de Roma que dice: si quieres la paz, prepárate para la guerra. Pura retórica, a mi entender, porque lo que he visto en estas décadas de existencia es que cuantas más armas y ejércitos se producen, más guerras hay. El nuevo Papa León XIV ha hablado alto y claro en contra de este rearme, y los ha llamado “mercaderes de la muerte” el mismo día que la OTAN aprobaba el aumento en defensa. Parece que quieren convertir el rearme en motor económico y dejar de lado la ecología.

Y basta ver las estadísticas de muertes por armas de fuego en los países occidentales para constatar que EEUU es el país con más armas entre los civiles (se estima entre 500 y 500 millones). Solo en 2024 se produjeron 40.000 muertos por esas armas, incluyendo suicidios. Pero eso es harina de otro costal.

Bob Dylan cantaba también estos versos en sus Señores de la guerra:

“Ustedes ponen un arma en mi mano / y me esconden de mis ojos. / Y me hacen correr / a través de la noche y la niebla”.

Los que ponen la carne de cañón en las guerras nunca son los que las fabrican ni los que mandan. Tal vez sea tiempo de abandonar la OTAN y buscar otras alternativas.