Apasionados del barranquismo, Xabier Óskar García, Álvaro Ortega, Julen Larunbe y Hodei García, cuatro amigos del municipio navarro de Arakil, en la Sakana, fueron el pasado viernes a pasar la tarde a Diablozulo, un espectacular barranco de 21 rápeles que se encuentra media hora andando desde la Higa de Monreal y que conocen a la perfección por haberlo descendido en varias ocasiones. Pero la última fue diferente, y lo que es un pasatiempo en esta cuadrilla se convirtió en un rescate en toda regla, el de un pequeño cabrito al que han puesto el nombre de Dreabu (diablo).

Xabier Oskar García, Álvaro Ortega, Julen Larunbe y Hodei García, con Deabru. Cedida

Bien preparados con sus respectivos equipos y dispuestos a disfrutar de este deporte, los jóvenes comenzaron el descenso. “A la altura del cuarto rapel comencé a escuchar un ruido de un animal que procedía del fondo del barranco. Tras descender varios minutos, pude observar un pequeño cabrito mal herido que se había despeñado y no cesaba de balar”, recuerda Hodei García. Así, los amigos decidieron centrarse en el rescate del animal. Pero cuando llegaron al lugar en el que estaba atrapado, el cabrito volvió a despeñarse unos 10 metros más, lo que les obligó a descender al quinto rapel en su busca. “Pudimos medianamente calmarlo para que Xabier Oskar García, el más experimentado barranquista de los cuatro, pudiese cogerlo y remontase la pista con el cabrito en brazos”, cuenta este joven de Etxarren.

Tres horas

El rescate les llevó unas tres horas, principalmente por la dificultad que suponía llevar un cabrito en brazos y escalar a la vez. A duras penas, entre los cuatro, pudieron sacarlo y respirar tranquilos los cinco una vez fuera. Y es que el cabrito, aliviado, dejó de balar, según recuerdan contentos y satisfechos con una vivencia que no olvidarán.

Esta aventura con final feliz acabó en Errotz, en la casa de Álvaro Ortega, El Patrón como le llaman porque es el mayor de la cuadrilla, donde alimentaron al animal y le dieron un lugar seco para dormir. “Como no había rebaño por la zona y no tiene pinta de que sea de alguien, le buscaremos un pastor”, apuntan los jóvenes.

Era el debut de Julen Larunbe, de Izurdiaga, en el barranquismo. “Era la primera vez que se animaba a una aventura como ésta, totalmente inexperto y con ganas de aprender más sobre este deporte, pero que hizo valerse como el que más en el rescate del pequeño cabrito”, destaca García.

Deabru sano y salvo en Errotz. N.G.