Ocho de cada diez delitos de índole sexual cometidos en Euskadi a través de medios digitales tienen como víctimas a menores de edad, según se desprende de los datos facilitados por el Ministerio del Interior. La violencia sexual ejercida en Internet contra uno de los colectivos más vulnerables de la sociedad es una realidad más frecuente de lo que pueda intuirse.
El año pasado la Ertzaintza recibió un total de 395 denuncias por delitos informáticos con víctimas menores. En concreto, se pudo constatar que 136 personas afectadas tenían 14 años, y un total de 259 entre 14 y 17. En concreto, se interpusieron 137 denuncias por delitos contra la libertad (amenazas, coacciones y acoso), 52 por delitos contra la libertad sexual (contactar con menores de 16 años con fines sexuales, exhibicionismo, pornografía de menores y agresión sexual), 31 contra la intimidad y el derecho a la propia imagen (descubrimiento y revelación de secretos y acceso ilegal informático) y 151 contra el patrimonio y el orden socioeconómico, principalmente por estafas, daños y extorsión.
Este último tipo de delito, según los datos facilitados por la Ertzaintza, es el más frecuente, a pesar de lo cual persiste entre los jóvenes un desconocimiento “alarmante” sobre el modo de actuar ante estas situaciones. Así lo asegura la organización Save the Children, que esta semana ha publicado 'Redes que atrapan. La explotación sexual de la infancia y la adolescencia en entornos digitales', un informe realizado en colaboración con la Asociación Europea para la Transición Digital, en el que analiza las formas de explotación sexual que afectan al colectivo.
Según los últimos datos oficiales del Ministerio del Interior, en 2023 se registraron en Euskadi un total de 67 denuncias por delitos cibernéticos sexuales contra niños, niñas y adolescentes. En el conjunto del Estado se contabilizan 1.068. Datos de los que, sin embargo, se desprende una elevada cifra negra.
"Tan sólo representa la punta del iceberg"
“Tan sólo representa la punta del iceberg, ya que la mayoría de los casos no llegan a conocerse”, asegura Charo Arranz, directora de Save the Children en Euskadi, que apunta como principales motivos al hecho de “no denunciarse muchas situaciones”, a lo que cabe añadir “las dificultades para la detección de casos”.
El informe presentado esta semana recoge en sus conclusiones que abordar el estudio de esta realidad “no es sencillo. Nada en la lucha contra la explotación sexual de la infancia lo es. Ni siquiera admitir que el problema existe y que afecta a muchos más niños y niñas de los que pensamos es una tarea fácil”, recalca el documento, que incluye los reveladores resultados de una encuesta realizada a más de 1.000 jóvenes.
En ella, la práctica totalidad de las personas de entre 18 y 21 años consultadas -el 97%- afirmó haber sufrido algún tipo de violencia sexual en entornos digitales cuando eran menores de edad. Una violencia que se puede dar de distintas formas. Algunas de las más habituales son el contacto por parte de adultos con fines sexuales (grooming), el envío de mensajes con contenido sexual explícito (sexting) sin consentimiento o la difusión no autorizada de contenido íntimo.
El 97% de jóvenes de entre 18 y 21 años consultados afirma haber sufrido algún tipo de violencia sexual en entornos digitales cuando eran menores de edad
También se dan distintos casos de abuso y explotación sexual en línea, como el consumo, producción y difusión de material de abuso sexual infantil (la mal llamada "pornografía infantil", según la organización); la sextorsión, en la que los menores son coaccionados para enviar material íntimo; el uso de herramientas de IA para crear este tipo de contenido y la exposición involuntaria a contenidos sexuales.
“Se trata de un fenómeno complejo ya que las distintas formas de violencia o explotación que se analizan no constituyen fenómenos aislados: en muchos casos, están conectadas entre sí, forman parte de un mismo proceso o se dan al mismo tiempo, por lo que un menor puede ser víctima de varias de ellas a la vez”, asegura Arranz.
Consecuencias de la explotación sexual digital
La experta alerta de las consecuencias de la explotación sexual digital, entre las que destaca la vulnerabilidad crónica y pérdida de control sobre la propia intimidad, lo que acaba provocando “miedo, ansiedad, disociación o incluso la negación de la propia identidad”. El informe subraya que la permanencia y posible reaparición de esas imágenes impiden el cierre emocional del proceso, lo que implica una revictimización constante.
Entre los factores de riesgo que propician que los menores puedan caer en estas violencias, según señala el documento, figuran la falta de acompañamiento y una escasa formación digital en ciberseguridad, privacidad y reconocimiento de situaciones de peligro. Save the Children alerta de que ese tipo de material puede también estar creado mediante herramientas digitales a partir de imágenes reales de niñas y niños: son los llamados deepfakes o ultrafalsificaciones. “Aunque constituyen por sí solos una forma de violencia, debido al daño que suponen para la dignidad, el bienestar y la seguridad de la infancia afectada, cerca del 70% de los y las jóvenes no señala como un riesgo percibido durante su infancia la manipulación de fotos o vídeos mediante IA”, asegura la organización, que añade que uno de cada 5 jóvenes afirma que alguien ha compartido con otras personas imágenes creadas con IA para mostrarle desnudo, siendo menor de edad, y sin consentimiento.
Lucía López, educadora de Save the Children, detectó un caso de este tipo en los programas que la organización desarrolla: “Una adolescente de 12 años me comentó que estaba siendo amenazada por una persona que le decía que, si no reenviaba a todos sus contactos un vídeo con contenido sexual que le había llegado a su teléfono, publicaría unas fotos de la niña desnuda, creadas con IA. La niña aseguraba que nunca había reenviado fotos suyas con ese tipo de contenido, pero sentía que ella había propiciado esa situación y que era culpa suya”.
El intercambio de material puede derivar en formas de coacción o chantaje. En la encuesta realizada, un 26% de jóvenes indicó que, siendo menores de edad, fueron presionados para enviar contenido íntimo o sexual; un 20% sufrió amenazas o chantajes para mostrar contenido erótico o sexual; y casi el mismo porcentaje fue amenazado o chantajeado con la difusión de materiales de contenido sexual en los que aparecían. Por género, las chicas reportaron con mayor frecuencia haber sido presionadas para enviar este tipo de contenido: un 28,5% frente al 18,4% de los chicos.
Entre sus recomendaciones, Save the Children apunta la necesidad de actuar de forma preventiva y no únicamente de manera reactiva cuando ya se ha detectado la violencia o la conducta de riesgo. Para ello, concretan, es importante fomentar investigaciones centradas en la identificación y comprensión de estas dinámicas, además de garantizar una respuesta judicial especializada y adaptada a las especificidades de la violencia sexual digital contra la infancia y la adolescencia, entre otros aspectos.