"Guardia Municipal donostiarra", por Jose Manuel Etxaniz
175 aniversario. De nuestra Udaltzaingoa. En febrero de 1849, el Consistorio que presidía el fenomenal alcalde Eustasio Amilibia aprobó el Reglamento de Alguaciles y Celadores, como una unidad municipal organizada, formada por dos alguaciles y cuatro celadores, uno de ellos, además, pregonero o voz pública, investidos como agentes de la autoridad, para la protección de bienes y personas y mantenimiento del orden en la ciudad.
CELEBRACIÓN
Este jueves, 12 de septiembre, en la casa de cultura de Okendo, a partir de las 17.30 horas, se celebrará una charla de libre asistencia, con la presencia del cronista donostiarra Javier María Sada, el suboficial Paco Encinas y el autor de esta homilía, donde repasaremos los antecedentes del cuerpo y algunas anécdotas, sin olvidarnos de los serenos. Será el acto previo a la inauguración de una exposición de documentos, fotografías y material diverso que han utilizado nuestros guardias durante todo ese tiempo.
Como ocurrió en su momento con los Bomberos, las distintas generaciones de políticos y profesionales que han pasado por sus instalaciones no han sido especialmente sensibles con los talabartes que se sustituían por obsoletos y que, en un país civilizado, se habrían clasificado, documentado y guardado para el museo. Aquí, al precio que está el metro cuadrado, todo al chatarrero.
SAGRAMENTEROS
No busque la palabra en el Diccionario de la RAE. No figura. Ni la de “Sacramentero”, ni siquiera la de “Vela Sagramentero”, que de las tres formas se les conocía en la San Sebastián de los siglos XV al XVII a estos empleados municipales electos, procedentes de un estamento social elevado. Patricios, buenas personas que no dependieran de otros, hoy les llamaríamos autónomos, encargados de rondar y velar la villa, así por el fuego como por evitar delitos y cosas no debidas, tener las llaves y guardar, especialmente de noche, las puertas de la población, comprobar el nivel de los pozos y cisternas contra el fuego y ejecutar las sentencias y mandamientos del Concejo. Pensamos en unos alguaciles con servicio nocturno y actuaciones de salud pública.
Alguaciles
Datan de 1619. Al contrario que los anteriores, pertenecían a las clases más modestas de la ciudad, pero todo sabemos lo que ocurre cuando a un ignorante le pones una gorra de plato. En este caso, un traje de golilla. Asumían también la función de pregonero y la de ejecutor de la justicia, o sea, verdugo, por lo que no eran bien vistos por la ciudadanía, viviendo en una especie de “rancho aparte”. Redondeaban su magro sueldo con la gestión de la tripería del matadero municipal y disponían de alojamiento gratuito.
Los alguaciles irían derivando con el tiempo hacia labores de ordenanzas en el Ayuntamiento y portería de la Casa Consistorial. La última referencia a los alguaciles,la encontramos en 1873, siendo alcalde D. Ignacio Mercader, en un Reglamento de Policía Urbana.
Celadores
En el primer tercio del siglo XIX aparecen los primeros celadores que, auxiliados por los alguaciles, custodian las puertas de acceso a la ciudad para evitar la entrada de mendigos –esa plaza quedaría amortizada hasta hoy–, vigilan los mercados, se encargan del cumplimiento de los reglamentos de policía urbana y ordenanzas, higiene, cobrar los arbitrios a las mercancías procedentes del exterior, control de los horarios de cierres de tabernas, figones y otros establecimientos públicos y del mantenimiento del orden público. Si bien se iniciaron junto a los alguaciles, estos empleados municipales orientarían sus funciones hacia la custodia de personas, edificios municipales y vías públicas, hasta convertirse en la Policía Urbana, y así figurará en la empuñadura metálica de sus bastones a partir de 1849. Celadores en 1869, Policía Urbana en 1873, Policía Municipal en 1897, Guardia Municipal en 1900 y en 1948, sin olvidarnos de los Guardias de Campo o Rurales, pero nunca guardamontes. Si nos atenemos a lo establecido por la legislación vigente desde 1986, “Policía Local”, aunque aquí, continúa siendo la Policía Municipal, como en Barcelona es la Guardia Urbana.
Serenos
No puedo obviar una referencia a aquellos sufridos trabajadores nocturnos, de traje de pana gris oscuro, modelo socialista de la Transición, pero que, al contrario que éstos, jamás cambiaron, ni se sacudieron la pobreza de su modesta clase social.
Personajes humildes y discretos, lamentablemente, ninguno escribió sus memorias y nos quedamos sin conocer el trasiego de zascandiles nocturnos y amoríos prohibidos que, a cambio de una propina, contaban con su complicidad, abriendo y cerrando portales en las, por lo demás, aburridas noches donostiarras.
Aunque una disposición gubernamental de septiembre de 1834 obligaba a que todas las capitales de provincia dispusieran de alumbrado y serenos, en Donostia comenzó el servicio en 1839, pero con un modelo mixto de financiación, entre Ayuntamiento y vecindario que no variaría, ni siquiera cuando comenzó la iluminación eléctrica de la ciudad, el 29 de junio de 1899, festividad de San Pedro, patrón del Cuerpo.
Una disposición gubernamental de 1975 transformaba los serenos en “Auxiliares de la Policía Municipal”. El último sereno donostiarra fue D. Saturnino Tola Aparicio.
Zaporeak
Al igual que hicieran el pasado domingo, hoy por la mañana, en el Boulevard donostiarra, los entusiastas de Zaporeak instalarán una carpa para recoger donaciones de arroz con destino a su comedor solidario de Lesbos. Para evitar las molestias que supone trasladarse desde cualquier localidad guipuzcoana a Donostia, una mañana de regatas, con cinco kilos de arroz, ¡qué menos!, se podrán adquirir en el mismo puesto a un precio simbólico.
Hoy domingo
Ensalada de crudités, queso de cabra y langostinos. Rosbif con puré de patata. Higos al horno con helado de avellana. Tinto Inurrieta Cuatrocientos. Agua del Añarbe. Café. Petit fours de Vidaurre de Olite con moscato de Ochoa.