Donostia – Para muchos universitarios septiembre es sinónimo de mudanza. Empacan sus bártulos, se echan a la carretera y llegan a Bilbao para afrontar un nuevo curso en las facultades de la Universidad Pública Vasca o en Deusto. Muchos optan por esa simulación de indecencia –simulación porque normalmente son los padres y madres quienes pagan– y optan por alquilar una habitación en un piso compartido. Esta es, según las inmobiliarias, una alternativa cada vez más cara. “El mercado del alquiler en Bilbao es complicado”, admite Iván Varela, agente en la inmobiliaria Lookuphome. “Mientras que hace tres o cuatro cursos la media era de 300 o 350 euros por mes, ahora no es descabellado pagar 450 o incluso 500”, admite.
Así, en poco más de dos años el precio que los chavales pagan por las habitaciones ha experimentado un incremento de cerca del 40%. Dice Varela que la horquilla de precios que se maneja en la capital vizcaina no difiere demasiado de la que impera en Madrid, donde los jóvenes en edad universitaria se encuentran con notables dificultades para encontrar una vivienda más o menos digna. Además, el agente inmobiliario también destaca que la proliferación de pisos turísticos en la villa es “un factor a tener en cuenta”. A su juicio, el fenómeno ha podido incidir en la oferta. “Es un tipo de alquiler que tiene cosas en común con este. Antes, el propietario que alquilaba de manera temporal se decantaba casi únicamente por los estudiantes; ahora tiene la opción de convertir su piso en una vivienda de uso turístico”, apunta.
Estas viviendas se sitúan, en su mayoría, en el Casco Viejo y Bilbao La Vieja, aunque su presencia ya comienza a ser habitual en toda la ciudad. Deusto, Sarriko y San Inazio son, sin embargo, territorio universitario. O, al menos, los barrios más demandados por los estudiantes de grado o posgrado, según Varela. “Son zonas cercanas a las universidades [a la de Deusto y a la facultad de Sarriko] y que están bien conectadas a través del autobús con el campus de Leioa”, explica el agente, que también destaca la importancia de ser previsor y no aplazar la búsqueda de pisos al mes de septiembre. Abril y mayo son los meses más indicados para conseguir los mejores alquileres: “Para estas fechas, las viviendas más interesantes están ocupadas y los grupos que esperan hasta septiembre se tienen que adaptar a las opciones que otros han descartado”, advierte.
Muchos jóvenes también descartan tocar el timbre de las inmobiliarias para cazar una vivienda. Y esta decisión, cuenta el agente, puede ser el primer paso de una serie de catastróficas desdichas que facilitan una estafa. Cuenta que, al ser esta una modalidad de alquiler de corta estancia, la norma determina que corresponde a los arrendatarios abonar los gastos de gestión a la inmobiliaria. El desembolso extra les disuade de acudir a las oficinas. “Pero, en realidad, cuando contratas los servicios de una agencia estás pagando seguridad y tranquilidad”, expone. “Tener un profesional de referencia facilita este proceso y evita que te quedes en la calle en una ciudad que no conoces”, insiste. Habla, además, de la desesperación como detonante del desastre. Y es que, después de una búsqueda minuciosa que no ha dado ningún resultado, “los grupos de estudiantes se lanzan a lo que pillan”. Los buitres aprovechan esta situación de vulnerabilidad para sacar tajada. Son aves carroñeras que acechan en portales de vivienda como Idealista, que ya han adquirido una importante cuota del mercado inmobilario del Estado.
Hasta 600 euros
Lucía Rodrigo, aunque ha vivido momentos de verdadero desespero, no ha sido pasto de los carroñeros digitales. Junto a otros dos compañeros, esta segoviana, estudiante de Medicina, ha acudido a la inmobiliaria Deusto para alquilar el piso al que se mudó ayer. Pagará, gastos aparte, 400 euros por residir en él durante el curso. “Nos ha costado, porque las viviendas cada vez son más caras y necesitábamos una que estuviese bien conectada con Leioa y cerca de Deusto, donde estudian mis compis”, explica. La futura médico es bien consciente de que la renta que va a abonar está por debajo de la media. El curso anterior tuvo que hacer frente a un pago mensual de 530 euros “por una habitación en un piso que tenía 80 metros como muchísimo”. Y el importe hubiera sido más elevado si no hubiesen optado por reconvertir el salón en una cuarta habitación y, así, convivir con una persona más. “Encima, el gasto no termina cuando se paga el mes”, agrega, “hay que comer, coger el autobús... En total, puedo gastarme hasta 600 euros al mes con bastante facilidad, porque los billetes del AVE también son carísimos y, claro, hay veces que tengo que volver a casa”, destaca. Pero, a pesar del gasto que acarrea vivir fuera, Lucía no quiere renunciar a algo que considera fundamental: la independencia. En las residencias y los colegios mayores existen horarios. En su piso, por el contrario, es Lucía quien ajusta las reglas a su medida.