Una habitación por 1.000 euros al mes, pisos de tres cuartos con siete camas a 200 euros cada una, alojamientos que no bajan de los 1.400 euros a media hora de distancia de la universidad y anuncios por Internet que resultan ser estafas. Estos son solo algunos ejemplos a los que se han tenido que enfrentar los universitarios que han tratado de dar con un piso este verano para estudiar en Donostia. Ante una oferta cada vez más limitada en la ciudad, muchos propietarios aprovechan para subir los alquileres, lo que convierte la búsqueda de un alojamiento en una auténtico rompecabezas para los estudiantes.

Muchos caseros se aprovechan de la necesidad que hay y, sobre todo, de que somos jóvenes. Creen que vamos a aceptar cualquier cosa”, cuenta Garazi Zuazo, una joven de 18 años del Valle de Arratia que acaba de comenzar su segundo año de Pedagogía en la capital guipuzcoana. Para su primer año, Garazi se juntó con tres chicas más y consiguieron un piso de tres habitaciones, pero una mala relación con el propietario les llevó a plantearse un cambio.

“El casero nos dijo que iba a meter siete camas en nuestro piso e iba a alquilarlas por 200 euros”

Garazi Zuazo - Universitaria del Valle de Araia

No obstante, ante la dificultad de dar con un nuevo alojamiento, recapacitaron su decisión y se propusieron repetir. Su dueño, sin embargo, tenía otros planes. “Nos dijo que iba a volver a ponerlo en alquiler, pero iba a meter siete camas e iba a alquilar cada una a 200 euros. Nos fuimos porque eso ya era demasiado”, relata. Dar con un nuevo piso no ha sido nada sencillo, pero finalmente lo han conseguido con una vivienda de tres habitaciones a la que han reconvertido el salón en un cuarto dormitorio. De este modo, pagan 1.600 euros entre las cuatro, un “precio razonable” dado el panorama inmobiliario de la ciudad.

“El mercado no les favorece para nada. Aunque con la ley de arrendamientos urbanos las viviendas residenciales habituales cuentan con una serie de requisitos que se han acentuado todavía más con la ley de vivienda, lo cierto es que esto choca con la escasa oferta de pisos. No es fácil encontrar algo y lo poco que hay es caro”, explica José Luis Polo, presidente del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (API) de Gipuzkoa.

“Por menos de 1.400 euros no bajan, ni tan siquiera a media hora de la universidad”

Garazi Llanos - Universitaria de Vitoria

Ante esta situación, a los universitarios no les queda otra opción que buscar piso con varios meses de antelación, como hizo Garazi Llanos, vitoriana de 18 años que comenzó la búsqueda junto a dos amigas en febrero. “Hasta junio no encontramos uno que estuviera bien. Encima por 1.000 euros, por lo que pagamos unos 330 euros cada una, lo más barato que vimos con diferencia. Por menos de 1.400 no bajaban, ni tan siquiera a media hora de la universidad”, asegura.

Una cifra parecida, 340 euros al mes, es lo que paga Gaizka Portillo, también vitoriano y estudiante de Pedagogía y que para su primer año en Donostia tuvo la suerte de que su hermano ya se encontraba en un piso al que pudo ir. “Me facilitó mucho poder venir porque suele ser muy difícil dar con uno. Sé que él estuvo varios meses buscando hasta que lo encontró”, explica este joven que este año ha regresado al mismo alojamiento tras saber que dos de sus antiguas compañeras lo dejaban. 

Sin apenas alternativas

La proliferación de los apartamentos turísticos en los últimos años, la subida generalizada en la media del precio del alquiler y una cada vez mayor concentración de demanda en los barrios más cercanos al campus universitario, como El Antiguo, lleva a que los pisos disponibles “vuelen” con increíble rapidez. “Todo lo que esté en alquiler no dura nada. Hace poco pusimos una habitación por 1.000 euros antes de irnos a comer y cuando volvimos a las 15.30 horas tuvimos que quitarla de la cantidad de correos y mensajes que nos habían llegado”, señala Polo, para quien el mercado de estudiantes es especialmente complejo. “No solemos trabajarlo porque es muy complicado. Me da apuro, además, cobrar los honorarios de intermediación a unos estudiantes”, agrega.

“En una casa puedes vivir y en una residencia estás. Encima la diferencia en lo que gastas no es tanta”

Gaizka Portillo - Universitario de Vitoria

De este modo, a la mayoría de los universitarios no les queda más remedio que acudir a Internet para dar con un alojamiento, aún siendo conscientes de las estafas que pueda haber, como la que denunciaron una veintena de alumnos de Erasmus que estudiarán este año en Donostia. “No salen muchos y hay que estar mirando todos los días. Nos llegamos a plantear coger un piso en otro barrio, pero si vas a ir a vivir fuera lo haces para estar cómoda y estar cerca de la universidad, no para madrugar y estar pensando qué buses tengo que coger para llegar”, explica Garazi, que comenzó su andadura universitaria yendo y viniendo todos los días en transporte público. “Acababa perdiendo mucho tiempo porque no me cuadraban los autobuses y tenía que esperar 40 minutos entre uno y otro”, apunta.

Las alternativas restantes, por su parte, no son nada rentables, como el coche, una opción demasiado cara, tal y como señala Kattalin, que se dejaría 20 euros al día solo en peajes, o las residencias, cuyo gasto es todavía mayor que el de un piso compartido. “En una casa puedes vivir, mientras que en una residencia solo estás. Encima la diferencia en lo que gastas no es tanta”, apunta Gaizka.

“El mercado no les favorece. No es fácil encontrar algo y lo poco que hay es caso”

José Luis Polo - Presidente de API en Gipuzkoa

Con todo ello, estos tres jóvenes universitarios lo tienen claro: si no hay ningún problema, continuarán en estos pisos hasta que se gradúen. “Con lo que cuesta encontrar algo que te gusta no vamos a soltarlo así como así”, coinciden.