Los cambios drásticos de temperatura auspiciados por el cambio climático afectan a todos los cultivos en mayor o menor medida. De hecho, la meteorología irregular y, en gran parte, imprevisible, dificulta el mantenimiento de las cosechas y la producción agrícola. La solución a este problema pasa por conseguir que las plantas desarrollen sus propias barreras de contención. Bajo esa premisa, la ciencia se ha centrado en las raíces y su eventual mejora para hacer frente a los nuevos desafíos meteorológicos.

La raigambre es el corazón de los cultivos, les ayudan con las temperaturas extremas y el almacenamiento de carbono. Dentro de sus funciones está la de absorber agua y nutrientes, que ayudan a estabilizar la captura de carbono y, con ello, colaboran a paliar los efectos del cambio climático. Por ello, es necesario mantenerlas saludables y en pleno funcionamiento. Al respecto, Neiker, centro tecnológico dependiente del Departamento de Alimentación, Desarrollo Rural y Agricultura y Pesca del Gobierno Vasco, participa en el proyecto europeo Root2Res. La finalidad de este estudio es conseguir cultivos más resistentes a los cambios de temperaturas mediante la mejora de las raíces.

Relación entre las raíces y el suelo

El centro tecnológico, con sede en Arkaute, tiene gran relevancia dentro de este proyecto. Han desarrollado modelos matemáticos que tratan de comprender cuál es la interacción que hay entre las raíces de las plantas y el suelo. Asimismo, analizan su distribución, qué impactos hay tras la liberación de las sustancias químicas en el suelo y también cómo afectan a la planta y a su crecimiento los microorganismos ya existentes en la tierra.

Los efectos del cambio climático en el clima ártico NASA

“Con esta información, estos sistemas nos ayudarán a identificar las características clave que permiten a los cultivos resistir mejor los cambios climáticos. Por ejemplo, podremos determinar qué tipos de raíces son más eficientes en la absorción de agua y nutrientes, cómo las sustancias químicas liberadas por las raíces afectan la salud del suelo, y qué microorganismos son beneficiosos para el crecimiento de las plantas”, explica Lionel Dupuy, investigador de Ikerbasque en Neiker y responsable del proyecto en el centro.

Foto de archivo de un invernadero de Lechugas. Araceli Remírez

Además, el objetivo es desarrollar soluciones que consigan mejorar o aumentar la resistencia de los cultivos agrícolas al cambio climático, entre ellas la creación de herramientas tecnológicamente avanzadas que sirvan para el estudio de las raíces. También se añadirá el fenotipado, que consiste en poder conocer características físicas mediante el ADN. Con este sistema podrán analizar los rasgos físicos y funcionales de las raíces y las técnicas genéticas y modelos de simulación. “Estas innovaciones guiarán a viveristas a evaluar tanto nuevas variedades de cultivos como las ya existentes de distintos tipos de terreno y condiciones climáticas para que puedan seleccionar y cultivar las plantas que sean más resilientes”, asegura el investigador de Neiker.

Cultivos emergentes

Asimismo, también entran dentro de la investigación los cultivos emergentes, como la lenteja y el boniato. El objetivo es similar, mejorar su capacidad de adaptación a los cambios ambientales. El estudio se centrará en aquellas zonas donde se prevé que el cambio medioambiental de los cultivos vaya a ser mayor. Para ello, se evaluará la respuesta de las plantas frente a la disponibilidad variable del agua, teniendo en cuenta sequías e inundaciones y otros factores como los cambios de temperaturas y la falta de nutrientes.

Tras el estudio se harán pruebas de campo para comprobar que los resultados son veraces. Se recogerán datos sobre su capacidad para capturar dióxido de carbono, de si usan los nutrientes de manera más eficiente y de la reducción de gases de efecto invernadero. En este proceso colaborarán de manera activa con viveristas y personas del mundo de la agricultura para asegurar la viabilidad de los resultados.

Proyecto europeo

Todo esto forma parte de un estudio dentro del proyecto europeo Root2Res, lleva poco tiempo en marcha y se mantendrá hasta 2027. En él participan 22 socios en representación de once países europeos y cuentan con otros dos, Marruecos y Sudáfrica, que son de gran relevancia en el análisis de los cultivos. El proyecto está financiado por el programa de investigación e innovación Horizonte Europa de la Unión Europea y con el apoyo de Innovate UK del programa Horizon Europe Guarantee Grant Agreement.