Pasean su juventud por el campus donostiarra de la UPV/EHU. Sus vidas laborales están por escribir, aunque Zaloa Petralanda e Irati Sanjuán ya han vivido lo suficiente para saber que el camino de la emancipación no siempre es una línea recta. Intuyen que les tocará cubrir un sinuoso recorrido. Estas estudiantes de Psicología viven en un piso de alquiler en el barrio donostiarra de Amara, por el que sus padres pagan 1.480 euros al mes. Se trata de un piso compartido por cuatro compañeras. “No queda otra que asumir lo que hay, y verte obligada a pagar una barbaridad”, confiesan estas jóvenes bilbaínas que todavía no atisban su proyecto de vida lejos del nido familiar. Eso sí, van ensayando lo de vivir por libre, aunque por el momento sea dependiendo económicamente de sus padres.

También es un futuro aún por explorar para el donostiarra Iker González. “No sé qué pasará de aquí a unos años. Si consiguen que baje la edad de emancipación en Euskadi, bienvenido sea. De lo contrario, como nos quedemos en casa hasta los 30 años, nuestros padres van a acabar hasta el gorro”. González tiene margen. Es todavía muy joven. Este alumno de 20 años, de segundo curso del Grado de Química en la UPV/EHU, acaba de salir de un examen. Comenta el resultado con David García e Ivan Atienza, compañeros de clase.

Iker González, David García e Ivan Atienza, compañeros de segundo curso de Química en la UPV/EHU J.N.

Son chavales nacidos en 2003, el año de la invasión de Irak. Jóvenes entregados a sus estudios, pero no por ello ajenos a la fase decisiva de sus vidas que aguarda a la vuelta de la esquina. “Claro que nos planteamos más adelante iniciar el proceso de emancipación, pero de momento está complicado. Con un empleo mileurista, o te ayudan los aitas o no hay manera de afrontar el pago de una vivienda y todos los gastos que conlleva”, asegura González.

El joven no quisiera continuar en casa de sus padres con 30 años, pero la estadística de momento no sale precisamente al rescate. Hoy por hoy, por debajo de esa edad, solo tres de cada diez jóvenes logran volar en solitario en la CAV. Una realidad sobre la que ha puesto el foco esta semana el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud. El estudio, centrado en la población de entre 16 y 29 años, señala el problema estructural de vivienda como uno de los factores determinantes que hace que Euskadi tenga una de las edades medias de emancipación más altas de Europa, en torno a esos 30 años que para estos jóvenes resuenan casi como a larga condena.

“Con lo caro que está todo en esta ciudad, lo de emanciparnos llegará, pero todavía lo vemos muy lejos. Encontrar un trabajo compatible con la universidad no es fácil. O terminas la carrera y piensas cómo encauzar tu futuro, o encuentras un trabajo a tiempo parcial que de cierto margen. No lo sabemos. De momento no tenemos nada claro”, reconocen los estudiantes.

Gastos a largo plazo

Según este último informe, los jóvenes no se pueden independizar ni siquiera destinando el cien por cien del sueldo medio que reciben, en el caso de que cuenten con algún empleo. Si además se hace una apuesta por una carrera universitaria, todos son gastos a largo plazo, a la espera de que algún día revierta tanto esfuerzo. “No tengo padre. Vivo con mis abuelos y mi madre. La situación monetaria no es la mejor, y siempre he estudiado con becas. Vengo desde Vitoria a Donostia a diario y no me puedo permitir pagar un piso de alquiler o una residencia. He tenido trabajos a tiempo parcial, pero no llegas a cubrir los gastos en caso de que no concedan beca”, explica Atienza.

El mercado laboral es todavía un gran desconocido, aunque estos chavales van asomándose a él poco a poco. “Hay quien se aprovecha de nuestra falta de experiencia. A dos amigos míos les pasó. Les ofrecieron un contrato de verano en un bar, pero la jefa les dio la orden de ponerse a trabajar sin tener nada firmado. El salario finalmente estuvo por debajo de lo pactado y acabaron denunciando a la empresa. El caso acabó en los tribunales. Hay jefes que se aprovechan de los jóvenes y de su falta de experiencia”, critica Atienza, que considera que hace falta “un mayor respaldo por parte de las instituciones”.

El Gobierno Vasco no es ajeno a ello. A partir del próximo 20 de febrero se podrán solicitar las ayudas de 300 euros mensuales para favorecer la emancipación de jóvenes de 25 a 29 años, una vez publicado el martes en el Boletín Oficial del País Vasco (BOPV) el decreto del Programa Emantzipa, que cuenta con un presupuesto de 53 millones de euros.

Tras analizar la situación sociodemográfica del país, el Ejecutivo se ha planteado como objetivo “facilitar la ayuda a unas 15.000 personas jóvenes”, para quienes la carestía de la vivienda se convierte en un muro casi infranqueable.

Zaloa e Irati no están solas durante la charla. A estas bilbaínas, estudiantes de tercero de Psicología, les acompaña la donostiarra Iratxe Rodrigo, también de 20 años, que vive con sus padres y todavía no ha trabado ningún contacto con ese mercado de la vivienda inaccesible. “Hemos tenido suerte porque, al fin y al cabo, el piso está reformado, pero no deja de ser una vivienda antigua en la que hace frío. Donostia es de las ciudades más caras de España, y se nota, vaya que si se nota”, dicen las inquilinas, cada una de las cuales paga 375 euros, sin incluir el agua y la luz.

Sueldo mileurista para una vivienda de 944 euros mensuales

El precio de los alquileres, la forma de emancipación más habitual para los jóvenes, se ha disparado por encima de los salarios, según recoge el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud. En concreto, la media en doce pagas es de 1.005,22 euros netos al mes –ese empleo “mileurista” que mencionaba González- mientras que el precio medio del alquiler era de 944 euros mensuales.

Si a ello se le suma el gasto de los suministros de una vivienda -138,12 euros al mes-, el precio de un alquiler en solitario sumaría 1.082,12 euros, por lo que un joven no solo debería invertir todo su sueldo para pagar el piso, sino que incluso le faltarían 76,9 euros. “Visto lo visto, o te ayuda el Gobierno Vasco, o los padres”, dicen las tres estudiantes, centradas en sacar adelante el curso, aunque pendientes de ese futuro que en un abrir y cerrar de ojos será presente.

“Mis padres hacen chequeos de vez en cuando. ¿Ya has elegido lo que quieres hacer?, me preguntan”. Zaloa suele contestar con evasivas. No lo tiene ni mucho menos claro. “Hoy en día con una carrera solo no haces nada. Ellos se preocupan por saber dónde haré el máster, que al fin y el cabo es dentro de dos cursos. Necesitan saberlo porque también tienen que hacer una previsión de gasto”, explica la joven.

De hecho, Zaloa e Irati estudian en una ciudad en la que el precio medio de los alquileres libres es todavía más caro que el que señala el Observatorio. Donostia ha superado ya la barrera de los 1.000 euros al mes, según un estudio del Departamento de Vivienda del Gobierno Vasco, referido al segundo trimestre de 2023. En concreto, en ese período se fijó el precio en 1.005,8 euros, un 3,6% más que el mismo trimestre del año anterior.

375 euros por una habitación compartida

Tampoco alquilar una habitación en una vivienda compartida, como hacen Zaloa e Irati, es una opción asequible: cuesta 375 euros al mes, según refleja el estudio. Justo la misma cantidad que pagan los padres de estas jóvenes. “Aunque intentan que no te agobies, sabemos el gasto que supone. Vas a casa y te llevas tuppers para no gastar más de la cuenta”, dice Zaloa. “Bueno, agobia un poco, pero dentro de lo que cabe al menos mis padres me hacen saber que mi responsabilidad ahora mismo es estudiar, y que esté tranquila. Yo intento contribuir en lo que pueda. Si ellos me pagan el alquiler, al menos que no me tengan que estar dando dinero cuando salgo de fiesta. Intento ganármelo por mi cuenta”, dice Sanjuán.

“Ya hemos tenido contacto con el mercado laboral. Hemos estado trabajando, yo por ejemplo lo hice en una empresa de cosméticos. A partir de ahí aprendes a darle más valor a las cosas. No se trata de sentirse mal, pero sí de tener en cuenta el esfuerzo que hay detrás”, añade Zaloa, muy consciente del desembolso económico de sus padres.

Si tuvieran que pagarlo de su bolsillo, sería el equivalente al 37,3% del salario medio de un joven, cuando el umbral máximo no debería superar el 30%, según reflejan diferentes estudios. “La carestía de la vivienda es un problema que está generalizado en toda Europa, y es cierto que está afectando de forma especial a las personas más jóvenes”, ha reconocido esta semana el portavoz del Gobierno Vasco, Bingen Zupiria.

Esta es una de las razones que ha llevado al Ejecutivo a implantar la nueva medida para impulsar la emancipación. Los 300 euros mensuales son compatibles con otras ayudas, como el programa Gaztelagun, la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), el Ingreso Mínimo Vital (IMV), la prestación complementaria de vivienda o las ayudas de emergencia social, entre otras.