La confianza y generar entornos seguros son piezas fundamentales para que los menores que han estado expuestos a los chats con contenido pornográfico y vejatorio puedan comunicarse. Así lo explica Carlos Arguilea, fundador de la asociación Hezi Zerb, dedicada al desarrollo de la Infancia y la Juventud, que indica que es necesario “enseñar a los niños a desarrollar una autoprotección” que les permita detectar qué es apto para ellos y qué no.

“Deben de saber qué es aceptable y qué deben comunicar a sus padres para pedir ayuda. Si ven que la gente envía en un grupo fotografías de desnudos, lo ven como algo normal y también mandan una suya”, cuenta Arguilea, quien recuerda que la mayoría de los abusos y maltratos en la infancia pasan en contextos de confianza en los que “no saben discriminar qué es es una conducta inapropiada”.

Por ello, apunta, es necesario tejer una red de seguridad en la que exista una prevención y en la que también se pueda intervenir en caso de que ocurra algo. “Es importante tener sistemas que permitan mantener una conversación sobre el tema. Hay que ver dónde están inseguros y crear contornos seguros. Si ven el colegio solo como un lugar de deberes y de trabajos se quedarán en los márgenes de la acera”, apunta, al tiempo que pone en valor la reacción de los centros escolares ante los chats pornográficos y vejatorios.

Han sabidos detectarlos a tiempo porque cuentan con un sistema ya establecido para estos casos. Tienen los canales necesarios para conocer cómo se encuentran los alumnos y actuar si hace falta”, explica. 

Controlar, no prohibir

En este caso, el grupo ha llegado a un amplio margen de edad de estudiantes, de 10 a 17 años, por lo que es necesario adaptarse a cada situación. “Cuanto más pequeño, menos filtro se tiene. En contextos seguros, los niños te cuentan todo de su casa, del comedor, de la clase... Los adolescentes también, pero son más conscientes de qué cuentan y a quién se lo cuentan”, señala, al tiempo que indica que lo más importante es tratar de ponerse en su lugar.

En el caso de los adolescentes, además, existe el peligro de los teléfonos móviles y de no distinguir la pérdida de la intimidad. “Hoy en día se promociona exponer todo y tienen que compartir continuamente dónde están y qué están haciendo”, asegura, agregando que “la intimidad es superimportante para construirse como persona”

“La tecnología no se puede obviar, por lo que hay que saber controlar, no prohibir. Se trata de que tengan la confianza necesaria para saber contar y decir, así, si hay un peligro”, concluye.