La representante de Naciones Unidas visita estos días Euskadi como responsable del Secretariado Local 2030, cuya sede fue seleccionada en Bilbao hace un año.

¿Qué papel juega Euskadi en la Agenda 2030 con la elección de Bilbao como sede del Secretariado Local?

El Secretariado Local 2030 es un sistema establecido para acelerar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). España es campeona del mundo en este desarrollo y Euskadi es líder. Han acogido el programa a las agendas nacionales y han adaptado sus presupuestos para incorporarlo. Cuando las Naciones Unidas recibió la propuesta del Gobierno Vasco para ser la anfitriona de Local 2030 nos encantó la idea. No solo por cuestiones financieras, sino porque es un lugar donde estos valores están presentes. Todo lo que debemos hacer está ya siendo ejecutado en Euskadi, en general, y en Bilbao, en particular. También constatamos que hay mucha implicación de la población civil, de la industria y de las universidades.

¿Cómo adaptan los desafíos a cada lugar? 

Cada ciudad es diferente y tiene sus propios desafíos y sus prioridades en materia de desarrollo. Están también sus limitaciones, sean políticas, financieras o presupuestarias, pero la Agenda 2030 contempla un contexto global que recoge todo eso en un lenguaje común. Los 17 objetivos reúnen la gran mayoría de los desafíos a los que nos enfrentamos, bien sea en una ciudad como Dehli, que está luchando contra la contaminación atmosférica, o una regeneración urbana como ha podido tener Bilbao. Tenemos que encontrar puntos en común, tanto desafíos como oportunidades. 

En esos objetivos, ¿qué papeles juegan las administraciones locales?

Están en primer plano. Son las primeras que deben abordar desafíos como la crisis climática, la vivienda, los sin techos, la crisis económica, la migración... y, además, deben rendir cuentas a los ciudadanos por ello. Son desafíos que están cada vez más presentes en las ciudades, así que los los gobiernos locales juegan un papel importante en ello. Los gobiernos nacionales son los que firmaron las agendas, pero se dieron cuenta de que no podían cumplirlas sin un gran compromiso con las entidades locales. 

"La comunidad es nuestro destinatario final, pero ellos no hablan el idioma ODS, hablan de sus problemas. Nosotros tenemos que interpretarlos en el contexto"

Hablamos de las administraciones, pero imagino que es importante conectar con los propios ciudadanos.  

Ellos son los que se enfrentan a los desafíos a diario. Si le preguntas al ciudadano de a pie cómo es su vida cotidiana, te puede contar si tiene un empleo, una educación para sus hijos, una cobertura sanitaria, si los transportes funcionan o no... La comunidad es nuestro destinatario final, pero ellos no hablan el idioma ODS, hablan de sus problemas. Nosotros tenemos que interpretarlos en el contexto. Tiene que ser una conversación bilateral. Tenemos que escuchar cuáles son sus desafíos y después explicarles que las ODS y la Agenda 2030 son la hoja de ruta. Hay que atender sus demandas, porque si no pensarían que estamos hablando de cosas abstractas en términos académicos y pensarían que no estamos haciendo nada. Son un papel muy importante para la defensa pública y para la participación.

¿Intentan adelantarse a las ciudades del futuro?

Totalmente. Como urbanista, mi objetivo profesional es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Contamos con un proyecto de ciudades inteligentes enfocadas a las personas. No solo se trata de contar con pura tecnología, sino de tecnología que pone las necesidades de las personas en el centro. Hay que tener en cuenta que lo que es tecnología puntera para Kenia no lo es para Donostia. Debemos satisfacer cada necesidad en su ubicación. Una ciudad inteligente significa acercar la tecnología a los problemas cotidianos, acercar la gobernanza y hacer que los servicios sean más accesibles.

Una de las principales inquietudes es el cambio climático y cómo va a afectar a ciudades costeras cómo, por ejemplo, Donostia.

El cambio climática es una de las principales crisis en nuestros tiempos y nos atañe a todos. Un 60% de los asentamientos humanos están en primera línea de costa y se ven afectados por el nivel del mar. Cada vez hay más inundaciones, el tiempo es más impredecible y se dan más eventos extremos. Tenemos que mitigar el cambio climático y, para ello, tenemos que reducir los gases de efecto invernadero, pero también tenemos que establecer medidas de actuación. Hemos podido comprobar que las mejores son aquellas que utilizan soluciones naturales, como los manglares en la costa. Si nos centramos en las ciudades, quizás la mejor manera es tener espacios libres frente a los ríos. Espacios tapón que absorban el agua. Podemos proporcionar muchas soluciones basadas en la naturaleza para adaptarnos a estos eventos. Por otro lado, el impacto más extremo del cambio climático siempre afecta a las comunidades más vulnerables. Tenemos que centrarnos en ellas, en las personas mayores, en los niños y en las personas desfavorecidas, cuando actuamos sobre el cambio climático.

“La paz y la prosperidad deben de ir de la mano. No podemos convertir una Agenda 2030 en tu prioridad con un conflicto por delante”

¿Cómo se actúa para evitar esa fragmentación?

Hay diferentes maneras de hacerlo. Como urbanista, veo la ciudad como un sistema en el que todo depende de cómo coloques a los ciudadanos. Compruebas dónde viven y dónde trabajan, qué distancia hay desde su casa al colegio, a las tiendas o al centro de salud, y cómo pueden ir. Hemos constatado que en aquellas ciudades en las que la vivienda y los comercios están muy cerca funcionan mejor. La proximidad es algo muy importante. También los elementos que las forman. La última vez que vine a Donostia, por ejemplo, estaban plantando nuevos árboles en Alderdi Eder. Ahora podemos ver la diferencia: antes era imposible estar ahí en un día de calor y ahora los árboles dan la sombra. Estos son los principios que tenemos que tener en cuanto a la hora de diseñar las ciudades. 

Faltan siete años para 2030. ¿En qué punto diría que se encuentran los objetivos?

El gran desafío sigue siendo la financiación, porque no hay dinero suficiente para cumplir con los ODS. Para ello, es necesario explicar a todo el mundo, gobiernos, empresas, ciudadanos... qué son. El noviembre pasado nos reunimos en Nueva York para valorar en qué punto estábamos y llegamos a la conclusión que únicamente el 12% de los objetivos están en buen camino. El resto están parados o incluso retrocediendo a causa de la pandemia, la crisis económica y los conflictos de Ucrania y Gaza. Necesitamos un compromiso fuerte y que los gobiernos locales puedan cumplir su papel con los ODS. Todas las agencias de las Naciones Unidas deben trabajar como una hacia los objetivos.

¿Las guerras en Ucrania y Gaza han hecho que sea más complicado que nunca esa cohesión?

Sí. El trabajo al unísono es cada vez más complicado. La paz y la prosperidad deben de ir de la mano. Siempre ha sido el mensaje principal. No podemos convertir una Agenda 2030 en tu prioridad si hay un conflicto por delante. Las grandes potencias deben valorar cómo podemos retirarnos del conflicto y centrarnos en resolver los grandes desafíos: el clima, las desigualdades, la biodiversidad, la pobreza... Esos son los desafíos a los que nos enfrentamos, pero sin paz, no vamos a poder llegar.