El pasado 13 de mayo, Miguel Ángel Gómez vivió su enésimo incidente con las rampas de los autobuses de Lurraldebus, que necesita para acceder y bajar de estos vehículos, ya que va en silla de ruedas. Su intención era ir de Arrasate a Ordizia, donde le esperaba una comida familiar. Realizó el primero de los dos trayectos (no hay una línea directa que una estos dos municipios guipuzcoanos) aparentemente sin problemas, hasta que llegó el momento de hacer transbordo en Zumarraga. La rampa de ese primer autobús “no bajo completamente; se quedó a diez centímetros” del suelo, cuenta a NOTICIAS DE GIPUZKOA.
El conductor intentó solucionar el bloqueo apagando y arrancando el motor; tras un rato, la rampa complementaria que hace las veces de escalón final que une la plataforma principal, donde se colocan las personas con movilidad reducida, y la acera se desbloqueó. Pero, de repente, la rampa grande subió ligeramente, dejando a Gómez “colgando” y evitando una caída aparatosa por los reflejos de otros dos pasajeros, que consiguieron sujetarlo y mantenerlo en el interior del autobús.
Este percance podría haberse quedado en un simple susto que contar posteriormente como anécdota, pero desgraciadamente esta situación y similares no le son ajenas a Gómez; de hecho, las lleva viviendo más de una década con asiduidad en Lurraldebus. Es usuario habitual de la línea DG04, que utiliza a diario entre semana para ir y volver desde Arrasate, donde reside, hasta Zumarraga, para ir al centro de día de Aspace en Urretxu. Esto supone cuarenta trayectos “mínimo” al mes, y no hay uno solo de estos períodos de tiempo sin incidencias.
Si bien el ente público que ofrece este servicio de transporte público es Lurraldebus, quien se encarga de operar ésta y otras líneas que unen Arrasate con otras localidades es Avanza, compañía en la que la propia plantilla de trabajadores lleva un tiempo alertando de la falta de mantenimiento de la flota de autobuses de la empresa. De hecho, como signo de protesta por varios aspectos precarios, este viernes los chóferes han declarado tres días de huelga, que se extenderán a lo largo de este sábado y el lunes 29.
No obstante, y aunque la falta de revisión de los vehículos pueda ser un detonante para las incidencias con las rampas, Gómez ya ha identificado que algunos autobuses dan muchos más problemas que otros. En este caso, se trata de los i4, uno de los modelos híbridos que adquirió la Diputación de Gipuzkoa a Irizar en el año 2019, tal y como rememora Gómez. “Desde el principio daba muchísimos problemas” en cuanto al funcionamiento de la plataforma, señala, y pone el foco en el propio sistema: al contrario que los autobuses urbanos, en los que las rampas se podría decir que están más automatizadas, en estos modelos tienen un componente en parte manual y funcionan con un mando independiente, que en ocasiones no cumple con su labor.
Como consecuencia de este mecanismo defectuoso, las situaciones incómodas y en ocasiones desagradables que ha tenido que vivir Gómez darían para un libro. Desde incontables veces que ha tenido que esperar para subirse al siguiente autobús, hasta tener que esperar a que llegara un mecánico para poder bajarse del vehículo.
Recorrer un puente a metro y medio de altura
Pero, quizás, la más surrealista es la que le ocurrió en un autobús modelo i6, que es similar al i4, pero algo más grande. “Un día fui a Donostia. Tenía que volver a Mondragón a las diez de la noche; había tenido junta” en la sede de Aspace de la capital guipuzcoana. “Me subí” al vehículo, porque el chófer “me dijo que la rampa arrancaba”, narra. En, efecto, se puso en marcha, pero se quedo bloqueada la plataforma a metro y medio del suelo. ¿La solución ofrecida? Se acercó otro vehículo, puso su rampa a la misma altura, creando una especie de puente, y le hicieron pasar por ahí, con el riesgo que ello supone. “Tiene menos de un metro de ancho”, matiza; por tanto, si no se tiene la suficiente pericia o si los nervios juegan una mala pasada, la opción de caerse se torna en real. Por suerte, en aquella ocasión no hubo que lamentar ningún accidente de esas características.
Asimismo, todas estas averías en las rampas provocan más efectos secundarios, como que el resto de pasajeros y pasajeras retrasen su llegada a destino y “a veces me he sentido culpable” por ello, reconoce Gómez, aunque el mal funcionamiento de estos mecanismos no sea su responsabilidad. Algo que entienden los viajeros y viajeras, ya que suelen dirigir su enfado por los inconvenientes hacia “la compañía”. En cuanto a los conductores, indica que la gran mayoría suelen tener una actitud positiva, especialmente de alguna conductora. No obstante, y aunque haya sido algo puntual, también le ha tocado escuchar algún “ya está éste otro día aquí”.
Viendo el panorama de incidencias, no es de extrañar la cantidad de reclamaciones que ha traslado Gómez a Lurraldebus, tanto por carta, como por teléfono o a través de la página web. “Un año tuve 14 quejas”, recuerda, aunque ahora ya se ha cansado y no comunica todas las incidencias, por el hastío que le provoca ver que no se producen cambios. De hecho, comenta que al principio Lurraldebus le contestaba a sus reclamaciones diciendo “que perdone las molestias” pero “ahora ya ni contestan” en muchas de las ocasiones. En lo que va de año, manifiesta haber tenido una decena de percances en el autobús y “he llamado dos o tres veces a Lurraldebus. Me dicen que la queja ha quedado registrada y que van a pasarla a la compañía”, en referencia a Avanza.
"Este año he llamado dos o tres veces a Lurraldebus. Me dicen que la queja ha quedado registrada y que van a pasarla a la compañía
Respuesta institucional
Por lo que respecta a la Diputación, que es en última instancia responsable del servicio, ha habido algún intento de tratar de mejorar, al menos, la situación de Gómez: alguien del área técnica del departamento de Movilidad se puso en contacto con él porque sabía de su problemática. Además de decirle que le avisara “siempre que hubiera una incidencia”, también le sugirió que le comunicara el horario en el que utilizaba la línea DG04, para asegurarse de que en esos autobuses funcionaban las rampas. “Le dije una hora concreta, pero hay veces que no lo puedes saber”, replica, ya que puede haber cambios repentinos de planes. Además, “no es sólo para mí, somos más gente la que utilizamos ese servicio. Si fuera sólo yo...”. Es más, esa solución puntual le limitaría el uso de un transporte público que está abierto a toda la ciudadanía, con la discriminación que ello conlleva.
“No es sólo para mí, somos más gente la que utilizamos ese servicio. Si fuera sólo yo...”
Preguntado por este periódico este pasado miércoles, día 24, el departamento de Movilidad indicó que desde el 2022 el ente foral ha multado “en tres ocasiones a Avanza por deficiencias relacionadas con la accesibilidad para personas de movilidad reducida”. Igualmente, comunicó que ese mismo miércoles en el que NOTICIAS DE GIPUZKOA le preguntaba por estas deficiencias, habían “comenzado actuaciones extraordinarias para la revisión, desde Inspección, del total de neumáticos y rampas de toda la flota de Lurraldebus adscrita a la concesión” de esta compañía. También ese mismo día, Gómez no pudo coger el autobús de la línea DG04 de vuelta a Arrasate que pretendía, porque faltaba la llave para la puerta de la rampa, ni tampoco la ruta alternativa hasta Bergara, con posterior transbordo, porque la plataforma de ese autobús no funcionaba. Le tocó esperar, una vez más.
Los fallos e incidencias que experimenta este usuario del transporte público son características de la línea DG04 operada por Avanza: normalmente, la flota del trayecto directo entre Arrasate y Donostia no suele dar problemas (puente de metro y medio aparte) y los vehículos de Lurraldebus de otras zonas, como Goierri, tampoco, porque “son rampas que son eléctricas". Respecto a la líneas urbanas, Dbus, el de la capital guipuzcoana, “a mí, por ejemplo, no me ha fallado nunca”, insiste.
Con todo este periplo, y habiendo tocado ya tantas puertas, Gómez se encuentra ya casi resignado, aunque no tira la toalla. Recurre a realizar una denuncia pública a través de este periódico, con la esperanza de que el altavoz surta efecto. Pero si no, como último resorte, no descarta “ir a Vitoria” y plantear su caso al Ararteko. “Yo más no sé qué hacer”, concluye.