Paula Bellido acaba de empezar, como quien dice, en el mundo de la medicina de familia. Esta residente de primer año, que desempeña su labor en Valencia, no se planteó esta especialidad hasta tercero de carrera y, a día de hoy, no se ve desempeñando su labor de ninguna otra manera. Aboga por una Atención Primaria integradora, con una buena gestión del tiempo y profesionales con sensibilidad, paciencia y creatividad.

¿Qué le hizo decantarse por la medicina de familia? 

En realidad, entré en la carrera queriendo ser cirujana; la medicina de familia era para mí un campo completamente desconocido y no lo tenía en muy alta consideración. Pero, en tercero de carrera, fui a unas jornadas de cirugía y me di cuenta de que eso no tenía nada que ver conmigo. Tuvimos unas prácticas en Atención Primaria y escuchaba a médicos de familia hablar, en charlas, todo muy de casualidad, y decía esto es lo que yo quiero, esta forma de entender la medicina y la relación con el paciente es lo que yo quiero. Desde tercero de carrera, tuve claro que quería ser médica de familia.

En la carrera, ¿les ponen suficientemente en contacto con esta especialidad?

Estudié en la Universidad de Valencia y en mi facultad había una asignatura de Atención Primaria. Hacíamos prácticas una o dos semanas allí y en tercero también te podían tocar prácticas en el hospital o en Atención Primaria. Pero yo pienso que eso no es suficiente porque, al final, el médico de familia es especialista en todo, por así decirlo. Cuando tú estudias cardiología, también debería tener una parte sobre qué es lo que ve el médico de familia de cardiología. Eso es lo que yo creo que falta. Tener una asignatura no es suficiente; tiene que haber más transversalidad en todas.

Se acaban de adjudicar las plazas MIR y 202 de medicina de familia se han quedado sin cubrir en el Estado. ¿A qué cree que se debe? 

Pienso que tiene que ver probablemente con las condiciones laborales de esos sitios, con que son plazas nuevas en las que no hay residentes referentes a los que ir a preguntar y son desconocidas, y que están en lugares de difícil acceso. Muchas son plazas muy rurales y hoy en día no sólo buscamos formarnos, sino también una calidad de vida; estar cerca de nuestra familia, nuestros amigos. Y, si nos vamos de nuestras casas, buscamos en general hacer amigos y crear una red. Y en esos sitios yo creo que es más difícil. 

¿Cómo es el día a día en su centro de salud? 

Mi centro de salud es Serrería 1, en Valencia; coge una población costera, del barrio del Cabanyal-Canyamelar. Voy por la mañana y vamos pasando la consulta, estoy con mi tutora. Es verdad que ahora estoy en el hospital, pero cuando estuve en el centro de salud, al principio, íbamos viendo pacientes, comentándolos antes o después de verlos, revisábamos si habíamos hecho bien el tratamiento y, si hacía falta, llamábamos al paciente y se lo cambiábamos.

¿No realizan toda la residencia en un centro de salud?

No. No es exactamente igual en toda España pero, más o menos, pasas los primeros meses en el centro de salud y luego vas al hospital, te desligas completamente, hasta que eres R4 (residente de cuarto año), en el último año, y ya vuelves al centro de salud. Mientras tanto, vas pisando casi todas las especialidades hospitalarias.

¿Qué es lo que más le gusta del trabajo en Atención Primaria?

Lo que más me gusta es la relación médico-paciente; el entender al paciente no sólo como un corazón o un cerebro, sino como un todo. No sólo un todo como individuo, sino con una familia específica, unos amigos, una falta de amigos, unas condiciones socioeconómicas específicas que afectan a su salud. Y también me gusta mucho la parte comunitaria, que es el segundo apellido de la medicina de familia, de acciones en el barrio, más del colectivo que del individuo.

¿Cómo es esa medicina comunitaria? 

Por ejemplo, en mi centro de salud se identificó que había un número muy alto de personas en situación de soledad no deseada y, a través de personas activas en el barrio y de los médicos de familia, se ha ido creando un grupo con ellas. Van alguna tarde con la trabajadora social, de apoyo mutuo, y comparten experiencias; los miércoles por la mañana salen a pasear, los lunes hacen gimnasia activa para personas frágiles que no pueden salir a pasear y ahora, los viernes, se juntan en el centro y han hecho una coral. Eso, en realidad, también es salud porque, al final, están saliendo de su situación de soledad, están conociendo a gente del barrio, y está demostrado que la soledad no deseada aumenta la mortalidad, la toma de fármacos y el deterioro cognitivo. Y así, proteges.

¿Tenía suficiente tiempo en el centro de salud para atender a cada paciente? ¿A cuántos veía al día?

Giraba en torno a 30, 35 personas al día. Pienso que hay una parte muy importante, que es la gestión de la consulta, y he aprendido mucho de mi tutora, que es una mujer que gestiona muy bien su consulta, sabe en qué horas de la mañana trabaja mejor, a qué pacientes se debe citar a qué horas y la verdad es que acabábamos a buena hora siempre. Ahora que estoy en el hospital y veo otras especialidades y consultas, por lo menos en Valencia, pienso que no tiene nada que envidiar. Tienen un número de pacientes muy similar al de medicina de familia en Atención Primaria.

Desde la semFYC se reclama un modelo nuevo de atención y gestión. ¿Está el actual obsoleto?

Sí, yo pienso que hay muchas cosas por mejorar. También es verdad que yo soy R1 (residente de primer año), he estado cinco meses en el centro de salud; tampoco puedo hablar con tanta autoridad, porque en realidad es hacerlo según cosas que he ido leyendo y reflexionando, pero no podría hacerlo desde la experiencia.

¿Tiene algo que haya visto en estos meses que considere que urge cambiar? 

Es muy importante consolidar mucho más ese equipo de Atención Primaria, con una enfermera o una administrativa que trabajen juntas, que tengan el mismo cupo, que se mantenga esa longitudinalidad. Hay muchas cosas que podrían dejar de hacerse y podríamos poner la tecnología a nuestro servicio.

¿Cómo vislumbra su futuro tras la residencia? ¿Se ve continuando su carrera en la sanidad pública?

Sí, sin duda ninguna. Es donde siento que debo trabajar.

Hay quien, tras la universidad, se plantea la red privada por las condiciones laborales. ¿Pasa únicamente con las especialidades hospitalarias o también con la medicina de familia?

En general, creo que ser médica de familia, tipo Atención Primaria, no es algo que a la privada siquiera le interese mucho, porque generalmente el sistema privado es: a ti te duele la cabeza, vas al neurólogo; te duele el corazón, vas al cardiólogo. No hay un médico integrador. Sí que existe la figura, pero el usuario no busca ir a ella. Hay otras salidas; hay personas que hacen un máster de medicina estética y hacen cosas más estéticas… Pero la privada, como médico de familia, tampoco es un nicho muy grande.

¿Qué le dirías a alguien que dude sobre que especialidad escoger, para que se anime con la medicina de familia?

Pienso que la medicina de familia no es para todo el mundo. Tienes que tener una sensibilidad especial, mucha paciencia, mucha creatividad. Una persona a la que le guste la cooperación, irse de voluntariado… En la medicina comunitaria, estás todo el rato buscando hacer cosas en ese sentido y cobrando por ello, teniendo un trabajo de ello. A mí, el hospital no me resultaba atractivo; ser tan invasivo, pedir tantas pruebas, poner muchos tratamientos que muchas veces luego han demostrado que no son efectivos, a mí no me llamaba la atención. Quien elija medicina de familia, como mínimo, tiene que ir con ganas de intentar que le guste. E, idealmente, que de verdad crea en la medicina de familia; porque si no, vamos a tener un futuro de médicos de familia a disgusto y eso tampoco es bueno.