Elduain no está en Teruel, de donde ha partido la última iniciativa legislativa aprobada por abrumadora mayoría en el Congreso de los Diputados para impulsar los bares de pequeños pueblos, pero este municipio guipuzcoano sí necesita alguien que gestione su ostatu y dé continuidad a un proyecto en el que el Consistorio está haciendo un importante esfuerzo. Unas instalaciones completamente renovadas y un pueblo expectante esperan a alguien “con ganas de trabajar y fundamento” que resucite la vida social del municipio. Las condiciones son llamativas: seis meses libres de arrendamiento y luego una renta mensual de 150 euros más IVA. 

Aunque en los 88 municipios del territorio hay 3.677 establecimientos de hostelería, según datos de Hostelería Gipuzkoa, son ya tres años sin bar en Elduain, una localidad de apenas 250 habitantes. Algunos vecinos recuerdan perfectamente la fecha de su cierre. El 28 de febrero de 2020, justo antes de que se desatase la pandemia de covid-19, Mari Jose, la anterior gestora, dejó el ostatu. Antes que ella, lo habían gestionado Inazio e Inés, y el último intento del Ayuntamiento para reabrirlo se encontró sin candidatos a comienzos de este mismo año.  

“No se presentó nadie”. Gorka Egia (Gorka@egia.eus), asesor externo especializado en dinamizar municipios de pequeño tamaño, explica que el objetivo ahora es encontrar a una persona “con ganas de trabajar y fundamento”.  

Le espera un bar completamente equipado, con cocina y mobiliario renovado, a pie de carretera y en el corazón del pueblo. Y le van a exigir, eso sí, “lo que pide un bar de pueblo, unas buenas croquetas caseras con su bechamel, caldo, chorizo y carne cocida”. Productos reconocibles y de calidad. Nada de patatas congeladas, “para eso, te quedas en cualquier otro lado”, asegura Egia. También un menú del día. Una cocina apreciada, que atraiga gente. 

Reportaje sobre bares de pueblo Elduaien y Orexa Arnaitz Rubio

“Kriston faltan botatzen diat” (lo echo un montón en falta”), reconoce a pie de calle Pello, el “alguacil” u operario municipal. Asegura que “muchas veces me comería a gusto un pintxo y me tomaría algo; y como yo, más gente”, pero no le es posible. Quienes quieren tomar algo han de ir a Berastegi o Berrobi. 

“Un bar es un punto de encuentro para los vecinos y si viene gente de fuera, le da aliciente al pueblo”

Agurtzane Belauntzaran - Vecina de Elduain

Agurtzane Belauntzaran, otra vecina, reconoce que “se echa en falta” un lugar donde reunirse. El cierre del ostatu se hace largo. “Sin duda (un bar), se cogería a gusto, porque es un punto de encuentro en primer lugar para los vecinos y si viene gente de fuera, también le da un poco de aliciente al pueblo. Alrededor de esos espacios se cohesiona el pueblo”.  

Los vecinos de Elduain piden “un sitio donde las mujeres que van a clases de yoga los miércoles puedan tomarse un café con leche después”, asegura Belauntzaran, donde padres y madres tengan dónde tomar algo tras recoger a los hijos de la haurreskola, y donde los trabajadores y los transportistas que vienen a descargar a la empresa que hay en el municipio, puedan echar el rato mientras le cargan el camión. 

“Si hay cualquier acto cultural, un funeral, o mismamente cuando la gente sale de misa el domingo, si luego no hay dónde tomarse algo o comer un pintxo, la gente se va a casa. Un bar sirve para alargar la vida social”, explica Agurtzane. 

Este vacío no es un mal específico de Elduain. Gorka Egia conoce bien esta realidad. Fue alcalde de Orendain durante ocho años y ahora lleva una asesoría que se encarga de dinamizar estos municipios. Su anterior proyecto fue la puesta en marcha del ostatu de Gaztelu, un municipio de apenas 150 habitantes, también en la comarca de Tolosaldea.  

“La falta de continuidad es un problema común; buscamos a una persona seria que no venga solo por las buenas condiciones”

Gorka Egia - Asesor externo para la promoción municipal

Allí ahora van cuadrillas de jóvenes de Tolosa, a comer un bocadillo y tomar algo; se instaló un billar, un futbolín, una terraza grande, y “funciona”, asegura. Como ha funcionado siempre el ostatu de Orendain, su pueblo natal, donde el descanso semanal deja de serlo el día que coincide con un funeral. “El ostatu es un servicio al pueblo también”. 

Esa es la esencia. Pero la realidad es dura y lo cierto, reconoce Egia, es que este “es un problema de muchos pequeños ayuntamientos. Lo saben bien en Goiatz, donde pese al esfuerzo vecinal por recuperar el ostatu, recientemente ha vuelto a cerrarse. Cerrados han estado también durante un tiempo los bares de Baliarrain y Belauntza. “Todos los que hemos vivido en pueblos pequeños nos hemos preguntado qué pasará con el bar cuando lo deje quien lo lleva", añade Gorka Egia. 

Y lo que se busca hoy en Elduain es continuidad. “Lo que ofrece es mucho más de lo que te daría otro. Los precios, las condiciones: 150 euros al mes y los primeros seis meses libres; luego toda la cocina renovada, todo pintado, se van a poner televisiones, todos los medios, recién pintado por fuera, mesa, terraza, todo. Y toma. Saca un pintxo, por favor; el resto lo pongo yo”. 

Buscan seriedad, “alguien que conozca las dinámicas” de un pueblo, “No cogeremos a alguien que abre cuando quiere, no tenga fundamento y solo venga porque es barato. Para eso, prefiero que esté cerrado”. Confían en dar con alguien que se quiera jubilar ahí y tenga “unas cosas básicas, pero bien hechas: una carne, un pescado, y el resto, bien hecho. Nada de croquetas precocinadas”.