El colapso de la presa de Aznalcóllar el 25 de abril de 1998 supuso un antes y un después en el control de los embalses de almacenaje de residuos tóxicos mineros en el Estado español. Justo después, en junio de 1998, el Gobierno Vasco admitía públicamente que solo veía riesgo para la salud humana en uno de los 83 balsas de yacimientos mineros (incluía balsas creadas en canteras o suelos industriales deteriorados) que entonces había inventariadas en Euskadi. Y ahora parece haber llegado el momento de cerrar ese punto crítico y rehabilitar las más de cinco hectáreas que ocupa en el corazón de Goierri.
Se refería al embalse minero de Troya, en Mutiloa, construido para sepultar y almacenar los lodos tóxicos generados a partir de la extracción de plomo y zinc del subsuelo de la mina de Troya. Una amenaza durmiente que ha permanecido más de tres décadas aislada y vallada a los pies del ya cerrado vertedero Lurpe de materiales inertes, a dos kilómetros de Ormaiztegi y siete de Beasain.
Ahora, 30 años después del cierre de la mina que explotó la compañía Exminesa desde mediados de los 80 hasta 1992 en el término municipal de Mutiloa, el propietario del terreno desde 1996, Asfaltos Urretxu, ha presentado un proyecto para la rehabilitación de este enclave.
Acumula 500.000 metros cúbicos de residuos tóxicos de la extracción de plomo y zinc hasta 1992 en la mina de Troya
Se prevé el vaciado de la balsa mediante bombeo, la implantación de una cubierta saturada para sepultar y aislar los residuos tóxicos y la regeneración paisajística y ambiental de la zona, donde además se habilitará un camino vecinal de dos kilómetros y un humedal artificial para mantener la fauna avícola.
El proyecto ha estado en exposición pública desde el 1 de febrero hasta mediados de marzo en el Boletín Oficial de Gipuzkoa (BOG) y contempla que su clausura y rehabilitación podría costar más de 2,8 millones de euros y llevaría 24 meses de obras. La de Mutiloa fue una de las últimas minas con actividad en Euskadi. En 1988 quedaban nueve.
La opción elegida para la clausura del embalse incorpora los criterios establecidos en la guía para la rehabilitación de instalaciones abandonadas de residuos mineros, editado por el Ministerio para la Transición Ecológica del Gobierno de España en 2019.
De este modo, se elimina el riesgo de colapso o desbordamiento de la presa, una posibilidad remota, pero que siempre ha sido contemplada y provocaría el vertido de hasta un 20% de los lodos tóxicos aguas abajo, lo que habría forzado la evacuación de los caseríos y viviendas situadas hasta 800 metros de distancia.
La amenaza de rotura
Según los estudios, en caso de ruptura de la presa, harían falta entre siete y ocho meses de trabajos para retirar los lodos tóxicos vertidos, provocando severos daños medioambientales en el entorno y los ríos Oria y su afluente Estanda sobre todo.
En ese pozo sin fondo que es el embalse se acumulan, según recoge el proyecto de actuación, casi 500.000 metros cúbicos (m3) de residuos mineros y una lámina de agua de unos 6 metros de altura (más de 160.000 m3) sobre dichos lodos. En total, un volumen de 700.000 m3 contenidos por una presa de más de 30 metros de altura. La zona ocupa algo más de cinco hectáreas, unos 54.000 metros cuadrados.
La zona se rehabilitará paisajísticamente y se creará un humedal artificial y un camino vecinal de dos kilómetros
Para garantizar la estabilidad de los lodos tóxicos, estos deben estar siempre cubiertos, aislados del oxígeno exterior, y para ello ha sido necesario garantizar durante todos estos años la inundación de la balsa mediante aporte constante de agua.
La situación de la instalación es estable a día de hoy. Por un lado, los técnicos aseguran que los lodos almacenados no lixivian sustancias contaminantes o lo hacen de forma muy reducida. Es decir, según estos expertos, las aguas de la balsa “no dan lugar a efectos negativos en el entorno”.
Aún así, la grave amenaza que supone un colapso de la presa es demasiado grande y mediante esta actuación se pretende dotar a esta zona de estabilidad a largo plazo, sin la amenaza de rotura o desbordamiento de la presa. De hecho, este embalse ha pasado por momentos delicados en las últimas tres décadas.
Ríos sin peces
En primer lugar, un estudio desarrollado entre junio de 1992 y junio de 1993 (próximo al cierre de la mina), detectó fuertes concentraciones de cianuros libres en las aguas superficiales, a unos metros del aliviadero y en el cauce natural del arroyo Gesala.
Posteriormente, en el sistema fluvial del río Estanda (donde desemboca el arroyo Gesala) se apreciaron también incrementos considerables de varios metales: especialmente cadmio, cromo, cobre, plomo y zinc; y también en el río Oria, donde desemboca el Estanda.
El desecado del embalse llevará dos meses y medio de bombeo de agua durante las 24 horas del día
De hecho, nuevos datos obtenidos en 1995 confirmaron los problemas de contaminación del arroyo Gesala, donde la vida acuática, especialmente los numerosos piscardos que allí habitaban, fue prácticamente eliminada debido al elevado contenido en aluminio y zinc, y a la precipitación de hidróxidos de hierro.
La recuperación de la vida piscícola se produjo progresivamente tras la habilitación de un canal lateral que desemboca en la presa y se mezcla con el agua residente, depurándola, lo que produjo una recuperación importante en los ríos Gesala y Estanda. La concentración de metales descendió de ese modo y los fangos acumulados en el lecho del cauce fueron desapareciendo por las avenidas.
La sombra de Aznalcóllar
Abril de 1998 supuso un antes y un después. Tras la catástrofe de Aznalcóllar y el vertido de cinco millones de metros cúbicos de lodos tóxicos en el parque natural Doñana (el juicio está previsto para este año), se intensificaron las actuaciones de control sobre esta instalación y un informe realizado tras una inspección en 1999, constató que la situación del embalse de Mutiloa era “inaceptable”, ya que las aguas estaban a solo un metro de coronación del embalse.
El Ente Vasco de Energía (EVE) también encargó labores de mantenimiento a la ingeniería Idom a partir de 2008. Y en octubre de 2011 se elaboró un Plan de Emergencia Exterior que se aprobó finalmente el 12 de junio de 2012.
El proyecto ha pasado el periodo de exposición pública y contempla que los trabajos duren 24 meses
También a finales de 2011 se instaló un sistema de monitorización que advertía de cualquier anomalía en el embalse y controlaba sus niveles. Un sistema, sin embargo, que ha sufrido daños, según se habría podido comprobar en la última visita de diciembre de 2021, al constatar el robo de la estación de control limnimétrico del aliviadero de la balsa y su respectivo datalogger.
La redacción del proyecto de clausura y rehabilitación del embalse fue encargado por Asfaltos Urretxu (propietario del enclave desde 1996) a la ingeniería Idom en diciembre de 2021. Se trata de un documento de más de 1.000 páginas que contempla los detalles de la actuación a ejecutar.
Contenedor de residuos
La construcción de la presa se realizó por etapas, entre los años 1986 y 1992, en función del ritmo de extracción de plomo y zinc de la Mina Troya. Estas instalaciones se construyen para acumular los lodos generados tras el proceso extractivo, en lugar de verterlos a los cauces de los ríos directamente. La presa tiene más de 30 metros de altura y no se llenó completamente de lodos, debido al cierre prematuro de la mina.
Ánades y garzas
En el mismo, se describe que el humedal artificial persigue minimizar el daño que causará a la avifauna de la zona la desecación del embalse y también depurará las aguas de la zona. Aunque no se trata de un espacio protegido, esta zona acoge actualmente varias especies avifaunísticas asociadas a ecosistemas acuáticos, entre las que fochas comunes, ánades reales, porrones comunes, garzas reales, somormujo lavanco, el mosquitero común, la lavandera blanca, y el petirrojo, entre otros. Ninguna de ellas amenazada.
La cubierta saturada, que llevará 67.853 metros cúbicos de grava, otra capa protectora de 538.021 m3 y una cubierta vegetal de 21.855 m3, permitirá aislar los lodos tóxicos de la superficie y del oxígeno de forma permanente y con garantías.
La fase más delicada de la actuación será el vaciado del agua embalsada. Primero se rebajará la cota del aliviadero para evacuar el mayor volumen de agua posible (51.224 m3), y posteriormente se bombeará la práctica totalidad del resto del agua (112.260 m3).
Si los resultados de la analítica del agua de bombeo son adecuados, se doblará el bombeo a 24 litros por segundo, lo que supondría la extracción de 2.073 m3 /día a lo largo de una jornada de 24 horas. Se prevé un plazo de dos meses y medio para el desecado.
Es probable, según indica el proyecto, que en la fase final de bombeo, el agua presente una elevada concentración de sólidos en suspensión o metales disueltos, por lo que será necesaria la decantación y toma de muestras.
Pueblos cercanos
La presa se encuentra junto a la carretera GI-3540, entre Ormaiztegi y Gabiria, a 230 metros de altitud sobre el nivel del mar. Los núcleos de población más próximos a la balsa son Gabiria (428 habitantes), a una distancia de 1,1 kilómetros, pero a una altura superior. Ormaiztegi (1.320 habitantes), localizado al Este, a una distancia de 2,3 kilómetros, y siguiendo el cauce del río Estanda. Y Beasain (13.680 habitantes), también al Este, a una distancia de 7,8 km.