El nuevo protocolo antisuicidio de la escuela vasca se basa en la detección de señales de alarma que habitualmente predicen un mayor riesgo de conducta suicida (señales como hablar de suicidio o hacer planes de suicidio, autolesiones, ser víctima de abusos sexuales o bullying, tener una identidad de género no normativa, la percepción de ser una carga para los demás, baja autoestima… entre muchas otras). El protocolo otorga gran importancia a la comunicación con el alumnado en riesgo de conducta suicida, para su prevención. “Se pretende crear el clima para que el alumnado sea activo en la búsqueda de ayuda”, aclaró la viceconsejera Begoña Pedrosa.

La estrategia detalla un procedimiento de actuación en crisis de conducta suicida. Incluye, entre otros muchos pasos: comunicar la situación a la Inspección Educativa y al Berritzegune Nagusia; la creación en el centro del equipo de respuesta de crisis suicida; o establecer una observación sobre el alumno o alumna, y no dejarlo sin supervisión. De acuerdo con la familia, “se trata de crear las condiciones idóneas para desarrollar un trabajo colaborativo entre profesionales del ámbito de la salud mental, social y socioeducativo, junto con el escolar. En definitiva, crear una red de trabajo cohesionado”, comentó Pedrosa.

Después del suicidio

También se establece un protocolo de actuación después de un intento de suicidio, tras el que estos adolescentes regresan al centro educativo con “complejas necesidades socioemocionales y educativas”. En este caso, se considera que el centro escolar debe proporcionar al alumno “un contexto de validación, crecimiento personal y la posibilidad de retomar contacto con sus capacidades” y, asimismo, ofrecer “un entorno relacional donde, trabajando el sentimiento de pertenencia, se genere vínculo y apego”.

En tercer lugar, se contempla un protocolo después de una muerte por suicidio, con un conjunto de acciones desarrolladas “por, con y para las y los supervivientes del suicidio”, el conjunto de la comunidad educativa. El objetivo es facilitar su recuperación psicosocial y prevenir otros efectos adversos, como la manifestación de la conducta suicida o la aparición de sintomatología clínica.

El documento prevé que, cuando el centro educativo recibe la noticia de que uno de sus miembros ha fallecido por suicidio, active el plan de actuación de respuesta de crisis suicida que, entre otros, contempla confirmar la autenticidad de la información, informar responsablemente a la comunidad escolar, prevenir el contagio de la conducta suicida en el centro, activar los servicios de apoyo o desarrollar un plan de acto conmemorativo.