Los montes condicionan de forma directa la salud de todos los seres vivos, también la del ser humano. La subsistencia de casi dos mil millones de personas depende de los bosques, ya que se encargan de regular el ciclo del agua, purificar el aire que nos rodea y proteger la fauna forestal ante las amenazas del exterior.

Asimismo, los bosques son imprescindibles para mitigar el cambio climático. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los árboles y las plantas absorben aproximadamente 2.000 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año, y suponen una de las fuentes de oxígeno más importantes del planeta.

Euskal Herria cuenta con una gran extensión de bosques; robles, hayas, encinas o pinos proporcionan innumerables beneficios. La superficie arbolada ocupa cerca del 70% del área total de nuestro territorio. Pese a la gran extensión de bosques de la que goza nuestra geografía, en el mes de julio apenas ha llovido y eso ha provocado que los bosques se llenen de hojas secas, que pueden prenderse con la más mínima chispa. 

Este verano el riesgo de incendios está siendo más elevado de lo habitual, especialmente en Nafarroa y Araba, donde las temperaturas están siendo extremas. Así lo indica Mauricio Olite, presidente de la asociación Berdesia de Tafalla, quien cree que “llegamos tarde” para frenar el calentamiento global: “El cambio climático ya está aquí y se evidencia cada vez más, estamos teniendo temperaturas desconocidas hasta ahora y una grave sequía. Esto incrementa el riesgo tener incendios.”

La asociación Berdesia nació en 2016 para convertir el entorno de Tafalla en un lugar “más saludable” donde se reemplace la contaminación atmosférica y acústica por más zonas naturales. Para potenciar esta dinámica, los más de 140 voluntarios de la asociación se dedican, entre otras acciones, a plantar árboles.

Muchos incendios causan daños que resultan irreparables para los ecosistemas. Además de provocar desequilibrios en la naturaleza, los incendios forestales perturban gravemente la biodiversidad y aceleran el calentamiento global derivado del cambio climático. “Tanto la sociedad civil como las instituciones debemos reconocer y asumir que el calentamiento global ya está aquí y hay que tratar las cosas de una manera diferente. Hay que actuar de manera local pero pensando en lo global para adaptarnos al cambio climático”, considera Olite.

Año de récords

Cientos de incendios están abrasando desde hace semanas los bosques de numerosos lugares del planeta. Junio y julio han registrado temperaturas de récord y el verano de 2022 es ya el peor en lo que a incendios se refiere en el conjunto del Estado español. En lo que llevamos de año se han quemado 200.000 hectáreas, una cifra que supera el acumulado anual del resto de años del siglo. La situación obliga a plantearse la innovación en materia de prevención de incendios, ya que los métodos tradicionales no están resultando eficaces.

Olite considera que la ganadería extensiva juega un papel fundamental a la hora de prevenir los incendios: “Pedimos una política ganadera diferente. Falta ganado; en Nafarroa se han perdido en 20 años 400.000 ovejas en el campo. No tiene sentido hacer granjas con 20.000 animales, debería estar prohibido, se están cargando la pequeña ganadería que es la que mantiene el monte limpio”. El presidente de Berdesia lamenta que las administraciones no apoyen la prevención de incendios.

Del mismo modo, Olite critica que en la industria de la ganadería intensiva a las vacas se las alimente con cereal, ya que no considera “apropiado” que se cultive este material para alimentar al ganado: “Deben alimentarse de hierba. Esto facilitaría la función de limpieza de los bosques. Además se ahorrarían miles de toneladas de agua”.

“El ganado debe alimentarse de hierba. Esto facilitaría la función de limpieza de los bosques”

Mauricio Olite - Presidente de la asociación Berdesia

Asimismo, el navarro considera imprescindible compatibilizar los intereses de la ciudad con los del mundo rural: “Desde las ciudades las cosas se ven de una manera, pero desde lo rural hay que vivir la situación”.

El cambio climático se considera una causa y consecuencia de los incendios forestales, ya que hace que la materia orgánica se seque con más facilidad, aumentando así el potencial de propagación de los incendios. Este fenómeno no es una novedad que haya nacido ahora; los incendios son tan antiguos como los bosques. Sin embargo, en los últimos 100 años el número de incendios ha crecido exponencialmente en todo el mundo debido al calentamiento global.

Ante el avance del cambio climático, los incendios queman cada vez más masa forestal. Esto genera, a su vez, entornos más secos y más propicios para que se vuelva a repetir este fenómeno. “Las lluvias tienen un funcionamiento diferente en los lugares que se han quemado previamente. El grado de humedad en el que se mantiene la tierra después de las lluvias es inferior”, explica Olite.

Los incendios forestales pueden ser intencionados o no intencionados. Estos últimos ocurren con mucha menos frecuencia, pero hay prácticas que pueden ocasionarlos.

Tirar colillas encendidas sobre la vegetación o no apagar correctamente una fogata son prácticas que ponen en peligro la naturaleza. También puede incrementar el riesgo de incendio el abandono de objetos de vidrio.

Daños irreparables

Cuando la frecuencia de los incendios forestales en una zona concreta es alta, el impacto puede ser devastador, ya que estos fenómenos interrumpen los ciclos naturales de los bosques y provocan la desaparición de especies nativas, mientras que proliferan las plantas invasoras.

Además, los incendios en las zonas boscosas del planeta erosionan el suelo, propiciando inundaciones y corrimientos de tierra. También destaca el hecho de que estos fenómenos generan cenizas y destruyen nutrientes esenciales en los ecosistemas. 

Las consecuencias no solo afectan a la flora, sino también a la fauna. Este desastre afecta a una infinidad de especies: aves rapaces, erizos, linces, corzos o mochuelos, todos ellos son víctimas colaterales de los incendios forestales.

Asimismo, los incendios aumentan los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, por lo que suponen un importante retroceso en la lucha contra el cambio climático. Los árboles y las plantas tienen la capacidad de absorber gases contaminantes como dióxido de carbono (CO2) monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno, de azufre, de nitrógeno y partículas como el cadmio, el níquel y el plomo. Los árboles almacenan estas sustancias al mismo tiempo que liberan oxígeno a la atmósfera.

 Se estima que tan solo una hectárea de bosque con árboles sanos y vigorosos produce suficiente oxígeno para 40 personas. Del mismo modo, un bosque de una hectárea consume en un año todo el CO2 que genera la carburación de un coche en ese mismo período.