La cita es en Pío XII. En la primera planta del edificio de la Subdelegación de Gobierno de Gipuzkoa. ¿Con qué? Con la cartografía y su evolución, que guarda secretos que pueden sorprender a los visitantes.

En el primer piso del edificio puede disfrutarse, hasta octubre y con horario de 10.00 a 13.00 horas de lunes a viernes, una muestra que recoge “una sucesión cronológica de documentos cartográficos que ilustran los cambios que, a lo largo de 2.500 años, ha tenido la imagen de Ecúmene, el mundo conocido por los antiguos”.

El calendario de la exposición se ha diseñado, recordó el subdelegado de Gobierno en Gipuzkoa, Guillermo Echenique, con el fin de facilitar la visita de los centros escolares, con un a propuesta de visitas guiadas. 

Entre las piezas más destacables de la exposición, que también se extiende por las escaleras de acceso a la primera planta, se halla la cosmografía de Waldseemuller, en la que aparece por vez primera la palabra América tras el descubrimiento de Cristobal Colón; el códice faximil de la Geographia de Ptolomeo, cuyo original se halla en la Biblioteca Apostólica y el Atlas de Carlos V, con la ruta de Magallanes y Elkano en su primera vuelta al mundo.

El director de la zona Norte del Instituto Geográfico Nacional, Antonio Mañero, y la responsable de este organismo en Gipuzkoa, Ohiana Mitxelena, presentaron una exposición en el que se puede seguir la pista a la evolución de la cartografía, desde las primeras referencias existentes.

Desde cuando prevalecía la idea de que la Tierra era plana a la actualidad, con la tecnología puesta a la disposición de la cartografía, la imagen del mundo ha cambiado y se ha visto influida por factores que van más allá de la ciencia, como los conceptos religiosos que incidieron en la realización de los mapas, como el T en O de San Isidoro de Sevilla, época en la que se trata más de “simbolizar el mundo que de reflejarlo fielmente”.

En la muestra, explica Mitxelena, se recoge “la evolución de la representación del mundo conocido según la concepción de cada cultura, cada civilización y cada pueblo, desde la época griega a la actualidad”.

Es este un paseo que no permite solo ver la evolución en la técnica, sino la influencia del pensamiento predominante en la cartografía.

Dejado a atrás a ese medievo con influencia teológica, se pasa a las cartas de navegación y a los descubrimientos, que lógicamente se vieron reflejados en los mapas que previamente no podían recoger zonas ignotas.

Hoy en día, añade la experta, “no sabemos hasta qué punto tenemos integrado el concepto del espacio en todos los ámbitos de nuestra vida”. “En función de la visión del mundo se componía lo que para nosotros es una visión geométrica indiscutible”, abunda.

Estos 2.500 años “la determinación del radio de la tierra ha sufrido una evolución hasta llegar a la situación actual, en la que la geodesia espacial nos ha abierto otra vía de acercarnos al territorio con una rigurosidad y precisión increíble”.

Con la tecnología existente puede parecer que todo está al alcance de expertos y profanos a golpe de botón. “Detrás de ese botón está nuestro trabajo “, defiende Mitxelena. “Tenemos muy integrado que llegamos a todo, casi pensamos que nuestros ojos se ponen a la altura del satélite, pero detrás de eso hay mucho trabajo”, abunda.

“En nuestro móvil tenemos el mapa integrado pero detrás no hay solo una etapa de cartografía, de gente que ha trabajado un montón de planos para poder verlos con esa resolución en nuestros teléfonos, pero también están esos satélites que nos dan una posición al teléfono que se representa en un mapa que esta en esos dispositivo. Y a veces, ni eso, porque está en la nube y los descargamos en tiempo real”, destaca Antonio Mañero.

Uno de los libros cartográficos de la muestra Javi Colmenero

“Estamos en una época de transición. Una imagen real no nos da toda la información que necesitamos y hace falta simbolizar, generalizar y representar sobre ella la información necesaria y volcarla en forma de cartografía para no quedarnos solo con una imagen”, informa Mitxelena que destaca que a veces “va muy de la mano la imagen aérea o de satélite y la abstracción o cartografía, como en la red de carreteras”.

Porque, incide Mañero, la clave está “en la diferencia de una ortofotografía y un mapa”. En la primera, “puedo ver carreteras y si tienen árboles o vegetación. En el mapa la realidad ya está interpretada y sé si es una carretera o una pista por la que no se puede transitar”, concluye.