A sus alumnos no les gusta esta asignatura. ¿No es el deporte tan bonito como se ve?

-No, no es tan bueno. No estoy negando que el deporte sea bonito, pero el deporte tiene otras caras que no son bonitas. Tiene muchas caras. Es un cristal, es multidimensional. Cuando miras a las dimensiones que no son tan bonitas es cuando la gente tiene problemas. No sé la razón por la que tenemos unos mecanismos de pensamiento binarios, dicotómicos, o eres bueno o eres malo, o estás conmigo o contra mí. Si no rompemos para hacer los pensamientos más complejos y para hacer la realidad más real, no avanzamos. El deporte tiene cosas muy buenas y muy malas. Ha destrozado la vida a mucha gente, pero también ha hecho feliz a otra muchísima. Si seguimos haciendo deporte es porque hace disfrutar a mucha gente, pero hay otra mucha que sufre, que sufre traumas. Hay muchos destrozos de vida por parte del deporte, pero no solo desde las instituciones. Los familiares también.

¿Qué le dice el hecho de que en España, en los últimos tres años, tres entrenadores hayan sido condenados a más de 15 años por abusos sexuales a menores?

-Lo que nos interesa es que las instituciones deportivas lo entiendan. Los medios de comunicación hacen su trabajo, unos lo hacen de una manera más alarmista que otros, otros lo hacen más en serio. El alarmismo no te lleva a ningún sitio y son los trabajos serios los que pueden hacer que las personas dirigentes en el deporte se lo tomen en serio y no piensen que sea algo puntual.

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En este sentido, ¿cuál es la respuesta, por ejemplo, de las federaciones cuando llama a sus puertas?

-Mi experiencia me dice que hasta que las instituciones deportivas te hacen caso, pasa mucho tiempo. Intentan mirar hacia otro lado, pero llega un momento en el que no pueden mirar a más lados. Cuantos más casos salen en prensa, eso ayuda. Si sale uno, hacen poco caso, dos, igual, pero cuando van saliendo más casos y van haciendo mella, las instituciones deportivas ya no pueden mirar para otro lado, ya no les sirve la excusa de la manzana podrida.

A pesar de que los resultados del estudio Cases son más que evidentes, ¿sigue habiendo cierto reparo en aceptar la situación?

-Sí. El reparo está en que no sé por dónde vamos ahora. Estoy un poco confundida. Al principio sí que pensaba que era un tema de que no quiero hacerlo porque van a pensar que en mi sitio hay algo. A mí me han llamado federaciones porque querían hacer cosas, pero cuando nos poníamos manos a la obra, desaparecían. Creo que a las juntas directivas sí les preocupaba el bienestar de los menores en sus federaciones y querían hacer cosas para asegurarse de que estaban bien, pero si públicamente la gente sabe que estaban haciendo cursos de formación, concienciación, pensaría que estaba pasando algo y eso les echaba hacia atrás. Es un problema que tenemos, la barrera principal, que si eres proactivo por hacer estas cosas es porque algo ha pasado, si no porqué lo ibas a hacer.

Llama la atención que dentro del deporte los chicos sufren más violencia que las chicas...

-Los estudios son los que nos están diciendo y por eso hacen falta muchos más estudios. En la violencia psicológica y física sí creemos que hay mucha más violencia hacia los chicos que hacia las chicas. El patriarcado nos enseña que el chico tiene que ser duro y seguramente los entrenadores piensan que castigando físicamente al chico hace que aprenda más y que sea más duro, menos blando y menos mimado. Pero cuando llegamos a las violencias sexuales es lo que nos sorprendió, porque pensábamos que las chicas sufrían más, como pasa fuera del deporte, pero nos hemos encontrado una inversión. Fuera del deporte las chicas sufren más violencia sexual, pero dentro del deporte, parece que el deporte las protege. Estamos tanteando esta afirmación que el deporte protege a las niñas, pero no a los niños. Es curioso. El deporte protege menos de lo que pensamos, pero si protege a alguien es a las niñas.

Se ha demostrado que la violencia interpersonal contra los niños en el deporte es un problema grave y generalizado, pero da la sensación de que está hasta incluso normalizado. ¿Es así?

-Hay violencia normalizada. Vamos a ver, hay violencias sexuales que no están normalizadas, que, seguramente, si alguien las conociera, ahora las denunciaría. Hace 15 años, mirábamos a otro lado y creíamos no verlas y no teníamos la mirada entrenada para verlas. Hace quince años, cuando se veía algo raro entre un chico o una chica y el entrenador, a nadie se le ocurría que pudiera haber violencia sexual de tocamientos de genitales, de masturbación, de penetraciones... A nadie se le podía pasar por la cabeza. Eso ha sido un entrenamiento de ver cómo han empezado Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Australia, que fueron los que empezaron a levantar las alarmas y a decir: Está pasando, hay entrenadores que abusan sexualmente de sus atletas menores de edad. Es algo que se hace, no está fuera de la norma, se hace en una dimensión no muy grande, pero está pasando, porque hay atletas que lo están revelando cuando son mayores. En los Juegos Olímpicos siempre salen uno o dos, con cuentagotas, deportistas de alto nivel que cuando explican su historia deportiva, cuando ya la están casi acabando, explican esos abusos sexuales.

Es una pregunta utópica, pero ¿hay solución?

-(Risas) Desde mi perspectiva, las violencias no se van a erradicar nunca, siempre van a estar ahí, pero yo creo que las podemos disminuir y eso es lo que me interesaría. Como hemos dicho, hay un 78% que ha padecido algún tipo de violencia, sobre todo las que causan un mayor trauma, y pienso que las podemos disminuir. Si disminuimos las veces que insultamos a alguien, disminuiremos las posibilidades de que haya, entre otras cosas, tocamientos de genitales... Todo iría muy relacionado. Cuanto más disminuyamos las violencias, disminuiremos las que ya no se revelan tanto, pero que están ahí y que son más traumáticas.

Otro fenómeno muy de actualidad son las peleas entre padres en los campos de fútbol. ¿A qué son debidas? ¿Hay solución?

-No lo sé. El deporte educa, pero la competición se defiende a capa y espada. Es lo mismo que el tema de la dicotomía de la que hemos hablado antes. ¿El deporte es recreativo o competitivo? Y yo me hago otras preguntas. ¿Puede ser competitivo sin violencia? ¿Puede ser competitivo sin destrozar vidas? Pero el mensaje que se defiende es que para llegar a la competición máxima, un atleta tiene que obsesionarse, tiene que padecer anorexia, tiene que casi vomitar al final del entrenamiento para saber que está mejorando. Todas estas creencias sobre técnicas de entrenamiento son las que hacen mucho daño, porque te están diciendo que si no hay sangre, si no hay sufrimiento, no llegas a la cima. Si no cambiamos ese paradigma de que no se puede llegar a la cima sin sufrimiento, no hay nada que hacer. Pues vamos a bajar esa cima. ¿Por qué tenemos que ponerla tan arriba? Si todos la bajamos y nadie, por ejemplo, vomita después de un entrenamiento, nadie se convierte en anoréxico... Ah no, pero entonces el deporte no venderá espectáculo para los medios de comunicación. Entonces tendremos que inventar hombres máquina para ese deporte espectáculo para que nos lo pasemos bien. Es como el tema del doping. ¡Qué aberración!, lamentan. Pero si está promovido por las instituciones deportivas, por los medios de comunicación, por los sponsors, por las familias... Está promovido por todo el mundo, porque para llegar a la cima o te dopas o no llegas. No hay más.

¿Es el momento de dar un mensaje alarmista?

-No. En absoluto. Todo lo contrario. El mensaje no es alarmista, es que se nos caiga la venda de los ojos, que tengamos los ojos abiertos, que entrenemos nuestros ojos y nuestros oídos para estar atentos a estas violencias, que unas violencias pueden ser normalizadas, más standards, pero no dejan de ser violencia y no dejan de crear pequeños traumas en los chavales, sobre todo en el sentido de pensar que el deporte no lo hace, porque el deporte tiene esa cara de buenismo. Pero no, en el deporte pasa, y los entrenadores y entrenadoras se tienen que preocupar de que esto no pase. Suelo escuchar eso de que yo le chillo para que tire mejor o le castigo para que haga 100 tiros libres para que así tire mejor. ¿En serio? ¿Chillarle para que tire mejor? Es algo que, por ejemplo, también pasa en la música: o practicas o no llegas a ser un pianista reconocido. Está en la sociedad. Es muy complicado. La idea sería preguntarle a los chavales si quieren llegar a la cima. Algunos te dirán que sí, pero hay otros que te dirán que no, que solo quieren jugar con sus amigos, pero eso no se lleva. Si no vas subiendo, eres un don nadie, te menosprecian, te miran mal. No te enseñan a pensar que tú puedes decidir que vienes a jugar y a pasártelo bien.

¿Se ha sentido un bicho raro por destapar todo esto?

-Sí, muchísimas veces, sobre todo con las instituciones deportivas, federaciones, el CSD, en la Generalitat... Muchas veces me han dicho: Tú vas contra el deporte, no lo amas. Yo llevo haciendo deporte desde los seis años, he estudiado INEF y hago investigación sobre deporte. Sí lo he oído muchas veces. Pero es que le pasó a Tine Vertommen en Bélgica. Ella hizo una presentación con los resultados del estudio Cases y Twitter quemaba, con entrenadores, responsables de instituciones deportivas. La menospreciaban y se reían de ella.

¿Nunca ha pensado en arrojar la toalla?

-Sí. Algunas veces pienso que el camino se acaba. Es cansado por las situaciones, pero también cuando conoces historias, cuando te metes en temas de supervivientes, cuando empatizas con ellos y analizas esas historias y es muy duro. Es complicado salirse de eso si quieres hacer una investigación. Esta experiencia ha sido más cuantitativa, pero con otro programa, VOICES, que estuve entrevistando, sí que me llegó más, me costó rehacerme. Cuando ves que la gente es agradecida, bien, pero cuando luego vas a las instituciones deportivas y te cierran la puerta, te dicen que no y no quieren abrir los ojos, si que te dan ganas de mandar todo a tomar por ahí