- La mujer que ahogó a su hijo de 4 años en una bañera en un caserío de Azpeitia en julio de 2019 ha sido condenada a seis años de prisión y a ser internada un máximo de 24 años en un establecimiento médico adecuado, ya que padece un trastorno esquizofrénico.

Según establece la normativa, con carácter previo a la pena de prisión impuesta, la mujer cumplirá en primer lugar la medida de seguridad, que será revisada anualmente, en la unidad de psiquiatría legal en el hospital Aita Menni, donde permanece internada desde agosto de 2019.

En una vista celebrada ayer en la Audiencia de Gipuzkoa, la acusada reconoció los hechos y se mostró conforme con la pena solicitada por la Fiscalía, por lo que fue condenada como responsable de un delito de asesinato con la agravante de parentesco y la eximente incompleta de anomalía o alteración psicológica. Los hechos sucedieron el 23 de julio de 2019, cuando la procesada, que convivía con su esposo y su hijo en el caserío, manifestó que “no se encontraba bien” y decidió no acudir a su puesto de trabajo, por lo que ella y el pequeño pasaron la mañana en el domicilio de la abuela materna del niño, dado que el marido quería que ambos estuvieran “acompañados”.

Según el escrito de acusación de la Fiscalía, tras la comida el menor pidió regresar a su casa “para jugar”, motivo por el que el padre lo trasladó junto a la imputada al caserío, adonde más tarde también acudió andando la abuela porque su yerno le había pedido que “no les dejara solos”. Allí, la abuela se encontró “muy agobiada” a la procesada, quien le preguntó si estaba siendo “vigilada”, por lo que la mujer interpreto que su hija quería “quedarse sola” con el menor.

Esa misma tarde, entre las 14.00 y las 17.50 horas, con el “propósito de acabar con la vida de su hijo”, la acusada suministró al niño “una dosis suficiente de ansiolíticos” que lo dejó “sin posibilidad de defensa”, tras lo que le introdujo un calcetín en la faringe y lo ahogó en una bañera.

Posteriormente, la acusada “fue encontrada en el desván del caserío con signos de autolisis”, con “heridas superficiales en el cuello y el antebrazo derecho”, así como una “herida profunda” en el antebrazo izquierdo que ella misma se había “provocado”. Además, los informes forenses revelaron que había ingerido distintos fármacos “en dosis superiores a las normales”. El documento del Ministerio Público reconoce que, en el momento en el que cometió el crimen, la mujer “tenía sus facultades intelectivas y volitivas gravemente afectadas”.

La Fiscalía pone de relieve que la procesada “padece un trastorno psicótico compatible con la esquizofrenia paranoide, junto con un cuadro depresivo con importante angustia de naturaleza psicótica y elevado riesgo de paso al acto suicida”.