donostia - Ana Julia Quezada, la autora confesa de la muerte de Gabriel Cruz, reconoció en su primera declaración en el juicio que mató al niño, aunque ratificó su relato previo en el que sostuvo que fue accidental, por lo que afirmó que se siente “inocente” y que “nunca quiso hacer daño” al pequeño.

Quezada, entre llantos durante las dos horas y media que duró su declaración, respondió a preguntas de la fiscal Elena María Fernández y de su abogado, Esteban Hernández Thiel, en la segunda sesión de este juicio que se celebra en la Audiencia de Almería, que concluyó con las comparecencias a puerta cerrada de los padres, la abuela y una prima de Gabriel.

De estas tres últimas declaraciones nada ha trascendido, más allá de que la madre, Patricia Ramírez, fue sido la única en no utilizar un biombo para testificar ante la acusada.

La acusada, quien negó problemas con la madre o con el niño y que aseguró que tenía pensado suicidarse el día en que desenterró el cadáver del menor de 8 años y fue detenida, relató que acudió a la casa de Las Hortichuelas Bajas, en Níjar (Almería), los días previos del puente del 28 de febrero y que el 27 -día de la desaparición del menor- encontró a Gabriel a la salida de la casa de su abuela.

“Le dije qué haces ahí. Me dijo que estaba haciendo tiempo para que comiesen los primos. Le pregunté si quería venirse conmigo a Rodalquilar; aunque no pintemos, ventilamos la casa y te traigo en diez o doce minutos con tus amigos. Se vino conmigo”.

Dijo que una vez allí llamó al pequeño y que lo vio dirigirse a ella con un hacha en la mano. “Le dije, te vas a hacer daño, deja el hacha. Me dijo: Tú a mí no me mandas, que no eres mi madre, que tienes la nariz fea, que no quiero que estés con mi padre, que quiero que te vayas a tu país”, dijo Quezada en su declaración.

“Simplemente le tapé la boca, no quería hacerle daño al niño, quería que se callara”; le puso la “mano derecha en la boca y en la nariz, no recuerdo en la nuca o dónde”, añadió. Según relató, estaba “muy nerviosa”, y cuando lo dejó en el suelo, “ya no respiraba”, tras lo cual, se quedó bloqueada.

Explicó cómo enterró el cuerpo y también que se llevó la ropa, de forma que el 3 de marzo colocó la camiseta del pequeño en un paraje porque: “quería que me cogieran, porque no era capaz de decirlo con mis propias palabras”.

Quezada pidió perdón a la familia, a Dios y a su propia hija e incidió que “nunca he tenido intención de hacerle daño a Gabriel”. - Efe