El buril de Noailles, un “enigmático” útil de piedra que aparece por miles en algunos yacimientos prehistóricos, se postula como el tatarabuelo de las modernas agujas de coser, después de que expertos de la Universidad del País Vasco hayan acreditado su utilidad para perforar pieles para ser cosidas.
El descubrimiento, realizado por un grupo de investigadores liderado por el área de Prehistoria de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y que ha sido publicado en la revista especializada Journal of Archeological Science, desvela para qué servían estos pequeños buriles, de no más de tres centímetros de largo y dos de ancho, asociados en grandes cantidades a yacimientos del periodo Gravetiense (hace entre 29.000 y 21.000 años).
El trabajo, en el que han participado los investigadores Aitor Calvo, Unai Perales, Maite García Rojas, Álvaro Arrizabalaga y Christian Normand, parte del análisis de piezas procedentes de las recientes excavaciones realizadas por este último en la cueva de Isturitz (Nafarroa Behera), una gruta que cuenta con uno de los yacimientos de estas herramientas más importantes de todo el continente europeo.
Según informa la UPV/EHU, tras un detallado programa experimental, el estudio propone ahora la hipótesis de que estas herramientas hubieran sido empleadas “fundamentalmente en labores de perforación, principalmente de materiales de escasa dureza como la piel animal”, ya que “la efectividad de esos útiles en ese tipo de tareas es muy alta”, lo que los situaría como “los antecesores de las agujas”.
Los buriles de Noailles están fabricados, en la mayoría de los casos, sobre pequeñas láminas de sílex, a las que se aplica “un retoque abrupto cóncavo en el borde distal”, lo que genera “una pequeña plataforma, llamada truncadura, a partir de la cual se elimina uno de los bordes laterales, que origina un extremo apuntado, que es la parte funcional del útil”.
El análisis de las piezas examinadas por el equipo de la UPV/EHU evidenció que estos pequeños buriles son herramientas “altamente estandarizadas destinadas a tareas especializadas y de precisión”. En concreto, añade la nota, la distribución y el tipo de huellas de uso observadas en ellos a nivel microscópico llevaron a los investigadores a plantear la hipótesis de que se usaron fundamentalmente en labores de perforación de pieles. Un descubrimiento que, según los autores, es factible relacionar con los ajuares de cientos de miles de cuentas, que originariamente habrían estado cosidas como adornos a distintas prendas de vestir como gorros chaquetas y pantalones, descubiertos en contextos funerarios de otros yacimientos gravetienses europeos, como Sunghir (Rusia), Arene Candide u Ostuni (Italia).
Una situación que, según Aitor Calvo, uno de los autores del estudio, hace pensar que “los buriles de Noailles de la cueva de Isturitz pudieron ser empleados de forma similar dentro de procesos de perforación de vestimentas u otro tipo de elementos de piel para su decoración con cuentas u otros objetos similares”. “En ese sentido, el buril de Noailles precedería a las primeras agujas de coser tal y como las conocemos hoy en día, que aparecieron en el periodo Solutrense, inmediatamente posterior al Gravetiense”, subraya Calvo.