Su mujer está dilatando, a punto de alumbrar al bebé, mientras él aguarda en una terraza del Boulevard donostiarra frente al establecimiento de hostelería que ultima el pedido. Al lado del joven, su inseparable compañera, la bicicleta, y esa enorme caja amarilla que carga a sus espaldas todo el santo día. "Si quieres hablar te doy cinco minutos, no más". El temblor de su pierna izquierda permite fijar la mirada en el volumen de unos muslos duros como rocas. "Te puedes imaginar el esfuerzo físico que hace falta para que te sea rentable. Si no tienes condiciones, quédate en casa durmiendo, así de sencillo". El chico solo pide una condición para continuar charlando: preservar su anonimato. Cuenta que comenzó hace dos meses a trabajar para Glovo, la plataforma digital de repartos a domicilio nacida en Barcelona en 2015 que ya opera en una veintena de ciudades del Estado. Donostia, que se ha sumado a Bilbao y Vitoria, es una de las últimas capitales en las que ha aterrizado la app, cuya expansión resulta imparable.
La oferta de establecimientos hosteleros ha convertido a la capital guipuzcoana en un interesante nicho de mercado para la compañía, como lo son las principales ciudades de Europa de Sur y Latino América, entre ellas Roma, París, Madrid, Lisboa, Sao Paulo, Buenos Aires o Santiago de Chile.
El repartidor acaba de hacer el check-in. Son las 20.00 horas en el Boulevard donostiarra, y a través de la aplicación acaba de indicar que esta disponible hasta las 24.00 horas. No hay jefes con r'ostro, ni interlocutores a los que comentar cualquier problema laboral. Está él, la calle, su bici y una aplicación que pone en contacto a usuarios, glovers y establecimientos. "Tienes que adaptarte a ellos. Aquí nadie está pendiente de que te estés mojando, o de que puedas tener alguna emergencia. Mi esposa, por ejemplo, tiene ahorita tres centímetros de dilatación y yo estoy aquí. Si me voy, me bajan la puntuación y, por ende, los pedidos no me van a llegar", dice este joven de 29 años.
Ha llegado a estar disponible durante doce horas diarias, y lo máximo que ha cobrado son 700 euros de los que 400 se lleva la renta del piso. "Es el primer trabajo del 90% de latinoamericanos. Uno tiene que buscarse la vida de una manera u otra. Es duro, pero mejor acá que allá en mi país, donde se acabó".
Una mujer sale del establecimiento de hostelería. Le hace una seña para que entre y, al cabo, sale con una pequeña bolsa amarilla en la que es visible el logo de Glovo. Se acabó la charla. El joven introduce el pedido en la caja, se la carga a sus espaldas y se pierde por las entrañas de la ciudad. "Es lo que nos toca a los inmigrantes", se despide. Un aserto que, sin embargo, no es del todo cierto.
Esclavitud
Pedalear hasta la extenuación
Diez meses de baja
La precariedad de las condiciones de trabajo no entiende de fronteras. Eratsu Muñoz, vecino de Erandio, es el primer exrider de Glovo que ha denunciado su situación laboral en Euskadi. Inspección de trabajo le tomó declaración en diciembre y está a la espera de juicio.
Cuando la app llegó a Bilbao en 2017 vio en ella una manera de procurarse unos ingresos. "Al principio te garantizaban un mínimo, que era de seis euros la hora. Es decir, si yo trabajaba once horas, al margen de los pedidos, sabía que podía ganar 66 euros". Pero ese sueldo base desapareció en la medida en que la app se fue consolidando y contaba con un número creciente de "colaboradores". "A partir de ahí cambiaron las condiciones y pasé a cobrar exclusivamente 2,50 euros por pedido y 0,75 euros por kilómetro lineal, que controlan a través de Google maps", explica este hombre de 46 años.
En esa carrera loca por rascar unos euros, Muñoz sufrió un accidente. Corría el mes de octubre de 2017 y atendía un pedido para McDonald's cuando un coche que maniobraba hacia atrás no reparó en su presencia y tras el impacto el ciclista salió despedido fracturándose el húmero. "Dependes tanto de la puntuación que te dan para recibir pedidos que al final tú mismo te esclavizas. Estuve diez meses de baja. Por supuesto, no vi un solo euro".
La empresa aduce que las "ventajas de colaborar" con Glovo pasan por "la plena flexibilidad" de los horarios, que eliges cuándo y cómo quieres trabajar. "Eres tu propio jefe", reza su propaganda. Algo que, a juzgar por los testimonios recabados por este periódico, no comulga con la realidad. La denuncia de Muñoz es la primera que se interpone en Euskadi contra esta plataforma digital.
En las últimas semanas los tribunales han dictado tres sentencias en las que consideran que los mensajeros de esta empresa de repartos a domicilio deberían haber estado contratados laboralmente. Es decir, que eran falsos autónomos. Estos nuevos casos, que ha ganado el sindicato UGT, inclinan por ahora la balanza en los tribunales a favor de los repartidores en relación al modelo laboral de la plataforma. Glovo ha ganado dos demandas y los trabajadores cinco.
Las tres últimas resoluciones judiciales, del juzgado de lo Social número 1 de Madrid, son prácticamente idénticas. Recogen los casos particulares de tres mensajeros que trabajaron para esta app hasta que un día recibieron un correo electrónico en el que la empresa les comunicaba vía e-mail que rescindía sus contratos de colaboración "debido a una falta grave de profesionalidad" que no especificaba. La Justicia ha condenado a Glovo por el despido improcedente, y considera que existe una relación laboral entre los mensajeros y la plataforma digital.
El profesor de Derecho del Trabajo Adrián Todolí sostiene que "es difícil pensar que una persona que va en bicicleta con una caja enorme en la espalda sea un empresario". Como recoge el experto en su blog, se ha instalado en la sociedad "un falso debate alrededor de la flexibilidad laboral", algo que no solo concierne a Glovo sino a otras plataformas como Stuart, Uber Eats o Deliveroo, para la que trabajó Nuria Soto. "Empecé hace tres años, cuando la app estaba más arraigada que Glovo", rememora desde Barcelona. El sistema de funcionamiento es prácticamente el mismo: lanzar el señuelo a personas que no cuentan con salidas laborales. "Trabajábamos por zonas, había un centro de encuentro, y así poco a poco nos fuimos poniendo cara y conociendo todos. Nos dimos cuenta de que las condiciones no eran las que nos habían dicho, y a partir de ahí comenzaron las manifestaciones y huelgas. Pedíamos mejoras, por ejemplo, un plus por los días de lluvia. La empresa no solo no se mostró dispuesta a negociar sino que fuimos despedidos", denuncia la perjudicada, que aguarda la vista oral prevista para el 5 de junio.
comienza la lucha
Coordinación
‘Riders X Derechos'
La lucha de Nuria y tantos otros trabajadores que recorren las calles de las ciudades repartiendo comida y otros productos comienza a dar sus frutos. Se han coordinado a través de la plataforma Riders X Derechos, que ya ha mantenido encuentros a nivel estatal. "No es solo nuestra lucha, debería implicar a todo el mundo porque estamos hablando de un fraude fiscal a todos los niveles. Un modelo de negocio basado en un sistema de trabajo con fondos buitres de inversión", denuncia Soto. "La lucha es de todos porque plataformas como Glovo, Deliveroo y otras empresas no solo precarizan el sector del reparto y la mensajería, sino que ponen en peligro el sistema público en la medida que afecta a Sanidad y Hacienda...".
La extrabajadora de Deliveroo -Amazon acaba invertir más de 500 millones en esta compañía- denuncia la estrategia dilatoria de las plataformas digitales. "Han retrasado las vistas orales todo lo que han podido a la espera de los comicios y de un cambio de gobierno que, según el color que tenga, pudiera ver con buenos ojos este sistema de trabajo ultracapitalista".
Las empresas argumentan que los repartidores son autónomos y, por lo tanto, no deben hacerse cargo de sus cotizaciones sociales. Las primeras sentencias indican, sin embargo, que la bicicleta no es un medio de producción. "El medio es la marca y la plataforma, y eso pertenece a cada una de las firmas", razona en su blog el profesor de Derecho del Trabajo.
Igor Mera, portavoz del sindicato ESK, observa que estas nuevas plataformas digitales están en el punto de mira por su carácter novedoso, pero denuncia que "la figura de los falsos autónomos que en realidad son dependientes de una empresa se extiende por un amplio abanico de sectores. "Son trabajos en los que la figura del jefe se difumina al final de la cadena de contratación y tu relación con la empresa es una app. Ella es la que te dice lo que tienes que hacer, pero tras esa plataforma hay personas que establecen criterios". Un empleo que se vende como libre pero que "esclaviza" hasta el punto de estar más preocupado de un pedido que del nacimiento de tu bebé.