Tiene Mónica Ochotorena una forma de hablar pausada y una experiencia vital potente. Se define como “emprendedora” de corazón. Pero el proyecto que ha puesto en marcha no está basado tanto en estudios de mercado como en vivencias fuertes, de esas que dejan una huella imborrable.

Trabajó en el sector de la construcción y lo dejó cuando los impagos a los gremios era pan de cada día. Decidió parar y desarrolló un proyecto “alternativo a las guarderías” en los hogares. Pero no era el momento y sigue a la espera de la respuesta de las instituciones.

Esperando a que saliera el proyecto adelante sufrió un accidente que le dejó en silla de ruedas temporalmente. Mientras acudía a rehabilitación conoció gente que “de la noche a la mañana” vio su vida truncada, por accidente o enfermedad.

Fue consciente de las necesidades de unas mujeres “que no se resignaban”, que salían a la calle con su taca-taca. “Alguna me contó que entraba en un comercio y cogía ropa para entrar al probador a descansar”.

Cuando se recuperaba de este accidente le fue diagnosticado un cáncer, “otro mazazo” para una mujer que desde los 22 años era independiente y que volvía a necesitar constante ayuda.

El proceso del tratamiento le resultó a la par “duro y reforzante”. Mientras recibía la quimio, “para abstraerme de lo que veía y para no pensar en lo que me podía venir”, acudió a otras personas que habían superado el proceso de la enfermedad. “Todo el mundo me recomendaba no pensar demasiado en lo que me pasaba y empecé a conectar con lo que para mí era positivo”.

De aquel proceso de reflexión que despertó “cuando la vida me hizo parar en seco”, surgió la idea de volver a lo que le gustaba: la decoración y la moda, deseos que tenía adormecidos en su interior.

Con los dos ingredientes en el mismo plato decidió “hacer algo distinto”: una tienda que combina las dos cosas. Pero la originalidad del proyecto va mucho más allá y es que va dirigido, además de al público en general, muy especialmente a las personas “que tienen algún tipo de discapacidad”.

“Tienen el mismo derecho a vestir como quieren, a no depender de sus familias para ir a comprar”, explica Mónica Ochotorena. Por ello el espacio de su comercio está diseñado para que las sillas de ruedas circulen y giren con facilidad. Además, el personal ha sido elegido “no tanto por su experiencia como por la empatía que muestra. Buscábamos el factor humano”.

En la planta inferior, a la que se puede acceder por una plataforma elevadora, el espacio está hecho a medida de estas personas. En vez de estrechos probadores se ha habilitado un vestidor con las dimensiones de una habitación, en el que la clientela que así lo requiere puede ser asistida por el personal de la tienda. Los baños también son adaptados aunque, explica Ochotorena, no sea una condición de obligado cumplimiento para este tipo de establecimientos.

Esta valiente emprendedora también ha pensado en las mujeres que, como ella en un tiempo, están en tratamiento oncológico, para quienes también puede ser más cómodo un espacio más amplio y discreto. “Está pensado para que tengan más intimidad y se sientan cómodas”.

Además, “los maniquíes llevan unos turbantes que hemos logrado tras muchos viajes” con un diseño atractivo para esas mujeres que en un momento pierden el cabello. “Es algo muy fuerte. Yo me trabajé por dentro para pensar que lo de fuera no es tan importante, pero cuando llega el trago es muy amargo”, reconoce Ochotorena. “Están diseñados para que se los ponga cualquier mujer, pero el tejido está pensado específicamente para las que han perdido el cabello”. Y es que está convencida “de que el aspecto físico influye en el aspecto emocional” y el emocional, a su vez, tiene efecto directo en la forma en la que se encara el proceso de la enfermedad.

En un futuro cercano en ese espacio inferior se organizarán charlas y talleres orientados “al bienestar interior”. “A mí me ayudaron mucho y es importante dar a las personas proyección, que es lo primero que se te corta con la enfermedad”.

Además, parte de los ingresos obtenidos por las ventas se destinarán a “pequeñas organizaciones” que trabajan con gente con necesidades especiales, algo de lo que se informará vía redes sociales.

Ahora queda esperar a que el negocio tome buen rumbo porque, reconoce Mónica, de lo bien que vaya la parte comercial depende en gran medida la evolución de un proyecto para el que tiene muchas nuevas y solidarias ideas en cartera. l