Pamplona - Cerrar una herida humana y social entre la familia y el pueblo tan profunda como la sima de Legarrea en la que han sido encontrados los cuerpos de Juana Josefa Goñi y sus seis hijos, asesinados en el turbio contexto del 36.
Ese es uno de los principales objetivos de un acto simbólico organizado por el Ayuntamiento de Donamaria-Gaztelu (y sus vecinos) en colaboración con el Gobierno de Navarra y diferentes asociaciones memorialistas, historiadores y colectivos en el que junto a la inauguración de un monolito junto a la sima (germen de un futuro parque de la Memoria) se producirá la entrega de los restos de los fallecidos a los familiares -algunos de ellos residen en Donostia- para que puedan ser enterrados dignamente. Verdad, dignidad, reparación, reconciliación... Estas grandes palabras alimentan un acto que se ha gestado durante años y que pretende hacer justicia con la propia historia frente a leyendas, falsedades, silencios, autos inconclusos...
Y, de paso, mirar al futuro para que el gravísimo hecho sucedido en esta pequeña localidad en 1936, no vuelva a repetirse. Así al menos lo expresa el concejal Mikel Iriarte, uno de los ediles que han ido tejiendo este acontecimiento que cierra una dura historia que comenzó un 30 de agosto de hace más de 80 años y vivió hace poco un giro inesperado con la confirmación científica de que unos restos encontrados en esta cueva navarra pertenecían a la familia desaparecida en extrañas circunstancias tras se expulsada del pueblo mientras su cabeza, Pedro Sagardía, estaba en el frente.
Diversos trabajos de investigación historiográfica como los de José María Esparza o Fernando Mikelarena han contribuido a reconstruir un puzzle en el que el grupo de espeleólogos Satorrak y la Sociedad Aranzadi, con Paco Etxeberria a la cabeza, han ido sacando las pruebas de debajo de la tierra. Por fin los cuerpos de Juana Josefa, de 38 años, de Asunción (año y medio) José (3 años), Martina (6 años), Pedro Julián (9 años), Antonio, de 12 y Joaquín, de 16 podrán descansar en paz.
Y como símbolo del acercamiento entre la población y la familia Sagardíca-Goñi, los descendientes han pedido que los restos del vástago superviviente (el mayor de los siete), también reposen en Gaztelu.