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“Algunos colectivos tienen muy difícil la reinserción únicamente por la vía laboral”

Hoy da comienzo en el campus de Donostia de la Universidad de Deusto el III Congreso Internacional de Trabajo Social, que se celebrará hasta el próximo viernes con el lema ‘Arte para generar vínculos’ como eje temático

“Algunos colectivos tienen muy difícil la reinserción únicamente por la vía laboral”

donostia - Después de que las dos primeras ediciones se celebraran en Bilbao, en esta tercera las ponencias se trasladan a la capital guipuzcoana. El carácter interdisciplinar del trabajo social queda reflejado en la variedad de los temas y ámbitos que abarcarán las sesiones. Myriam Iparraguirre traerá al campus donostiarra reflexiones acerca de las posibilidades del trabajo social para las personas privadas de libertad.

Tal y como se refleja en su ponencia y en otras que componen el congreso, la actual tendencia en el trabajo social es el paso desde la intervención al cuidado. ¿Hay sitio para esta transición dentro de una institución penitenciaria?

-En el colectivo atendido por trabajadores sociales van teniendo más peso mayores, dependientes..., personas con más necesidades de acompañamiento, atención y cuidado. En prisión también encontramos mayor presencia de estos perfiles, además de personas en exclusión social de manera crónica. El trabajo en la línea del cuidado incide en que, con ciertos colectivos, no se puede cumplir la reinserción social por vía laboral. Tenemos una bolsa de personas que va a necesitar una intervención dirigida al cuidado, entendiendo este como acompañamiento y tutela.

¿Existe a su juicio el riesgo de que se caiga en la burocratización o el asistencialismo en el trabajo social?

-El enfoque asistencialista no tiene que ser confundido con la burocratización. Asistencialismo implica procurar a la persona servicios, tramitar, gestionar, incluso anticiparse a sus demandas, llegándose a generar a veces necesidades que las personas no tienen, porque el foco está puesto en el recurso, en el apoyo? La burocratización es algo distinto y no creo que sea propia de nuestra profesión, ya que hablamos de una labor vocacional. Cuando los alumnos de Trabajo Social van a hacer prácticas, lo que más ansían es el encuentro, la relación con las personas presas, en detrimento de la parte de gestión. En la burocratización puede caer cualquier profesión, también el médico o el profesor; ajustándose a la demanda exacta y sin implicarse o comprometerse con la persona. Normalmente los trabajadores sociales tenemos una carga de trabajo administrativo importante, y en concreto en las prisiones, toda la carga es nuestra porque no tenemos personal de apoyo administrativo. Nosotros nos encargamos de archivo, fax, oficios, teléfono? Eso nos quita tiempo de intervención o de actividades que serían interesantes para prestar un servicio de más calidad.

Su ponencia en concreto hablará de la generación del vínculo, pero, ¿a qué vínculo se refiere? ¿Entre internos? ¿Entre estos y el trabajador social?

-La ponencia se enfoca al vínculo que se genera entre el trabajador social y el usuario, en este caso los internos. Se trata de detectar cuáles son los momentos en los que puede iniciarse y qué elementos son importantes para generar un vínculo significativo entre el profesional y la persona privada de libertad, de tal modo que esa relación tenga una faceta de generación de cambios, de procesos y de itinerarios positivos para el usuario. Ciertamente en el día a día de prisión se trabajan mucho los espacios de convivencia, los vínculos entre los propios internos, con programas que se han ido implantando en los últimos años como los módulos de respeto, los terapéuticos... Se establecen relaciones positivas de solidaridad, compañerismo, y se busca crear espacios en los que una persona pueda vivir con calidad.

La externalización de los servicios en los últimos años ha sido una realidad que ha tenido que afrontar su sector. ¿Cómo afecta esto a su labor?

-En nuestro caso concreto no, pero sí es cierto que la subcontratación afecta a varios niveles del trabajo social. La Administración no llega a todas las realidades que van surgiendo, mientras que el tercer sector va creando y generando recursos con más agilidad y flexibilidad. La actividad de Servicios Sociales tiene que estar tutelada por la Administración y ser pública, pero puede complementarse con el tercer sector. La Administración es más lenta para llegar a esas nuevas necesidades.

¿En qué ámbitos hay sitio para innovar en el trabajo social penitenciario y con qué obstáculos se encuentran para llevar a cabo esos cambios?

-Enlazando con lo anterior, para el trabajo social la innovación significa más bien adaptación a nuevas necesidades. En nuestro colectivo siempre hablamos de que nos falta tiempo y quizá algo de iniciativa para investigar; y eso repercute en la posibilidad de innovar. En prisiones hay que hacer cambios a nivel estructural: sería importante que los equipos de trabajo social penitenciario se integren en las redes de trabajo social comunitarias para favorecer una mejor coordinación entre servicios y el acceso de las personas privadas de libertad a los recursos de los que allí disponen. Respecto a las nuevas tecnologías, su desarrollo nos facilitaría mucho la vida, ya que en nuestro entorno aún se trabaja mucho con papel. Hay compañeros que todavía trabajan sin correo electrónico en sus centros penitenciarios.

¿Ha dejado la sociedad de ver las prisiones como lugar de castigo estricto?

-Solo puedo hablar desde mi experiencia en un centro particular, el de Martutene, adscribiéndolo socialmente a Gipuzkoa y, a lo sumo, al País Vasco. Sí ha habido un cambio en la percepción social. En comparación con otras zonas del Estado, aquí hay una sociedad sensibilizada con la prisión y esto facilita que se generen iniciativas, voluntariado, servicios? Incluso instituciones que no tienen competencias en la materia como las diputaciones forales o el Gobierno Vasco están comprometidas con intervenir y facilitar recursos. Las prisiones se están visibilizando mucho en los medios de comunicación debido a los juicios por corrupción, ya que entra en las cárceles gente que habitualmente no lo hacía o que no estaba representada en la población reclusa. Todavía podemos escuchar que hay gente que entra peor de lo que sale de las prisiones o que entran por una puerta y salen por otra; pero la percepción desde donde desarrollo mi trabajo es que la sociedad guipuzcoana y vasca sí tiene sensibilidad respecto de las personas privadas de libertad.

¿Qué significa la reinserción a día de hoy? ¿Ha variado su significado en las últimas décadas?

-La visión que ha predominado acerca de la reinserción ha sido de tipo laboral, muy enfocada a que nada más salir de prisión la persona tenga trabajo y se pueda defender en la vida. Como decía al principio, es necesario ampliar esa visión porque hay ciertos colectivos con problemas cronificados que tendrán muy difícil su reinserción por la vía laboral. Hay que convertir a las personas en autosuficientes aunque en momentos puntuales vayan a necesitar apoyos y prestaciones económicas. De hecho, cuando la RGI pasó de depender de Servicios Sociales a hacerlo de Lanbide lo que ocurrió fue que se hizo hincapié en esa vertiente de la reinserción enfocada a la consecución de un trabajo, pero para muchas personas el único problema no es la mera ausencia de un ingreso estable. Suponen un colectivo muy numeroso del que debemos asumir y aceptar que necesitarán ayudas públicas y que su reinserción no se ceñirá a tener un empleo, porque puede que no lo consigan.