El principal objetivo de esta excavación, que se une a la realizada por Aditu en Zamartze durante siete campañas entre los años 2010 y 2015, es el estudio del perfil biológico de la población de la Montaña de Navarra entre los siglos X y XIV. “Es la Navarra que menos ha estado sometida a otras influencias. Estamos realizando un estudio lo suficientemente amplio y riguroso como para que sea confiable y pueda utilizarse como base para otros estudios”, apunta Valle de Tarazaga. Asimismo, destaca que los límites temporales de los enterramientos permiten estudiar una población anterior a los grandes cambios que supuso, por ejemplo, el descubrimiento de América, pues vivieron antes de que se introdujera la patata o el maíz.
Otro objetivo es aportar luz sobre el origen del santuario. “Todo lo que se conoce son leyendas. En las líneas genealógicas sólo está documentada la familia Goñi, pero de una forma muy confusa y no es posible vincular el santuario a eventos ciertos del siglo VIII. No existe ninguna fuente alternativa”, señala el arqueólogo. Sin embargo, según van descendiendo en la excavación a niveles inferiores, más oscuro y difuso se vuelve todo, entrando en el brumoso mundo de las leyendas. “Se tiene certeza sobre la historia del santuario especialmente a partir de los siglos XV y XVI, después de la conquista de Navarra. San Miguel estaba muy vinculado a la realeza Navarra y con la intervención de la corona castellana perdió la mayor parte de su esplendor y relevancia política, para mantenerse casi exclusivamente en su papel religioso”, observa Valle de Tarazaga. “En el siglo XVIII se describe como en un estado ruinoso y un descendiente de Goñi viene a restaurarlo”, apunta.
la excavación En esta excavación han participado una treintena de estudiantes y arqueólogos de Gran Bretaña, EEUU, Canadá, Italia, Australia, China y Croacia, entre otros países. Lo primero fue abrir una trinchera en la zona de la necrópolis de unos 150-200 metros cuadrados, así como realizar cinco catas en diversos lugares del recinto para conocer la extensión del santuario y su historia cronológica.
“Por la fisonomía y cronología del santuario teníamos la certeza de que San Miguel disponía de un cementerio, lo que se vio confirmado por las catas realizadas por el equipo de arqueólogos de Larrate en 2009. Sin embargo, pensábamos que no tendría un uso tan extenso en el tiempo como el cementerio de Santa María de Zamartze”, apunta Valle de Tarazaga. Dada la estratigrafía del terreno tenían dudas sobre el estado de conservación de los huesos. “Al estar enterrados en roca, la descomposición de la caliza puede llegar a consumir los restos óseos pero hemos encontrado esqueletos con suficiente calidad como para hacer un estudio de isótopos que permita conseguir el perfil biológico más completo posible”. Al respecto, abunda en que mandarán muestras de los tejidos óseos a varias universidades y laboratorios europeos para que los resultados cuenten con el mayor nivel de certeza.
En relación al enterramiento colectivo, en una tumba preparada para tres personas delimitada con piedras, señala que por el momento solo hay documentados dos casos semejantes en Navarra. “Un estudio nos permitirá saber cuál fue la razón de que se enterraran juntas a estas personas, ¿fue resultado de una enfermedad, o quizá a causa de un episodio de violencia?”, se pregunta. “Intentaremos relacionar las fechas que nos aporte la prueba del carbono 14 con el devenir histórico del santuario que se conoce”, observa, al tiempo que destaca que “hemos encontrado más armas de las que esperábamos en un entorno como este”.
Ha habido otros hallazgos sorprendentes, como dos pequeños dados realizados en hueso, fragmentos de conchas o un anillo prácticamente hecho polvo pero que se sabe que es tal porque fue encontrado alrededor de los huesos de un dedo, que tiñó de verde. También se han encontrado numerosas monedas, casi todas de entre los siglos XI y XIV.
Los datos del estudio de los cuerpos servirán como población de contraste con los individuos exhumados de Zamartze, donde se recuperaron los restos de unas 300 personas. “El papel de Zamartze y su vinculación con la catedral de Pamplona y el Camino de Santiago requería disponer de un número de individuos que provinieran de otro entorno semejante y no muy lejano pero del que se tuviera la certeza de ser individuos autóctonos”, señala Valle de Tarazaga. “De esa forma, se podrá identificar aquellos perfiles que pudieran corresponder a individuos que no fueran navarros y dar más fiabilidad al estudio”, abunda.
Por otro lado, avanza que se han obtenido datos curiosos del estudio de los restos hallados. En una comparativa de la población de Zamartze con otra de un perfil y cronología semejantes de Gran Bretaña se ha visto que la incidencia de la artritis entre los restos navarros es un 80% menor.
Al respecto, señala que el estudio de los huesos arroja datos sorprendentes de cómo se vivía hace mil años. También permitirá devolver a estos individuos la percepción de su identidad como personas. “En el día a día, cuesta remontarse más allá de dos generaciones. A partir de la tercera generación dejan de ser percibidas como personas y se pierden detalles sobre cómo vestían, qué comían, qué aspecto tenían. Queremos reconstruir la vida en San Miguel en la Edad Media, su época más oscura, y devolver a estos antiguos navarros su identidad personal, lo que nos permitirá sentirnos vinculados a nuestro pasado y conocernos un poco más a nosotros mismos”.
La aparición de más cuerpos de los que esperaban ha hecho que se incremente el trabajo, por lo que no han podido llegar al primer nivel de enterramientos más tempranos. “Hemos detectado tres fases. La más superficial es de más baja calidad. Después hay un momento de esplendor que se correspondería con una tumba de areniscas, bien construidas y amorteradas. Debajo hay otro nivel que nos gustaría haber alcanzado”, apunta.