pamplona - La nube que ascendía desde la cuesta de Santo Domingo no era del polvo que levantan los morlacos después de toda una noche tumbados sobre la paja. Eran las ocho de la mañana del 15 de julio, y la jumarra provenía del bengaleo con el que honraron los costras del Encierro de la Villavesa la última aparición de San Fermín antes de encerrarlo en la hornacina hasta las fiestas del año que viene.
Llegó el santo poco antes de las ocho de la mañana, porteado encima de una valla de la Policía Municipal de Pamplona como si fuese el alcalde de la aldea de Astérix y Obélix. Tan pronto como fue aupado a la hornacina comenzaron los cánticos de los corredores, que sustituyeron el periódico por la litrona y el katxi. Por lo demás, el encierro tuvo de todo: cohete, cánticos y hasta una cornada. La que le pegó la Espada (la mítica bici de Indurain) a un mozo despistado, aunque no revistió gravedad y pudo reincorporarse y protagonizar unas buenas carreras cogiéndole cara al bueno de Indurain. Un Indurain que, por cierto, tiene más de Bradley Wiggings que del bueno de Miguelón. Por las patillas, sí, pero también por ese gusto por la birra que al corredor británico le dio más de un quebradero de cabeza, y que ayer al simulado líder del Tour le forzó a protagonizar una actuación que fue de menos a más. Quizá debido a una pájara el día anterior o a una noche complicada, lo cierto es que para remontar Santo Domingo y enfilar Mercaderes el de Villava necesitó de la ayuda de su equipo. Arropado por una bandera de Nabarra, sin corona, consiguió salvar el complicado adoquinado de la Estafeta, justo en el mismo lugar en el que años anteriores no era extraño que empezase el baile de porrazos. Ayer, por suerte, de las porras no hubo ni rastro, y los corredores llegaron hasta el callejón parando el crono en catorce minutos. Una carrera vertiginosa, y eso que salió con algo de retraso. Otra cosa a celebrar es que hay cantera: los castas subían algo la media de edad, pero la mayoría eran veinteañeros, síntoma de que quizá al Encierro de la Villavesa le queden muchas ediciones por celebrar. La próxima, ya, dentro de un año.
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