De segundas esposas a viudas de segunda
Blaia y Elisa son las caras visibles de la Asociación Segundas Esposas. Casadas en segundas nupcias, al morir sus maridos descubren que también son viudas de segunda, obligadas a repartir la pensión con las primeras esposas.
Se supone que solo puede haber un viudo o viuda, toda vez que en el Estado español está prohibida y penada la bigamia. “Pues aquí no es así, porque en este asunto se protege a la pobre primera esposa que sacrificó sus mejores años para el difunto”, subraya con ironía e indignación Blaia García, que al morir su esposo hace ocho años descubrió con estupor que era la segunda viuda. Desde entonces batalla por lograr que el Estado le reconozca su derecho a recibir el 100% de la pensión de viudedad sin tener que compartirla con la primera mujer.
Blaia tenía 42 años cuando tras seis de convivencia se casó con Vicente Albors, de 47. Él era la segunda vez que pasaba por el altar. El destino les jugó una mala pasada y a los tres años de contraer matrimonio un infarto se llevó a Vicente. Pero si duro fue enterrar a su marido, más cruel le resultó comprobar que ante el Estado era la segunda viuda, “peor aún, una viuda de segunda”.
El primer matrimonio de Vicente había durado hasta 1993, año en que se emitió la sentencia de divorcio. “Al morir, en 2007 hacía más de 17 años que se había roto la relación y la niña -a la que nunca le faltó la pensión de su padre y todo lo que necesitara de él- ya era mayor de edad, tenía 32 años. Sin embargo, su primera mujer reclamó su parte de la pensión de viudedad, y ante mi incredulidad y estupor, la Seguridad Social le otorgó el 60% por haber estado más años casada con él”, explica Blaia.
¿Y los gastos para quien? Desde entonces percibe el 40% de la pensión, el mínimo que establece la ley para el que fuera cónyuge en el momento de la muerte del cotizante. En el caso de Blaia, no llega a los 400 euros. “Ahora se enfrenta sola a los gastos que contrajeron juntos. A esos efectos sí se me considera como la única viuda. Pero para la pensión no; para eso soy la segunda viuda”, espeta.
Sin hijos, con una holgada situación económica -Vicente era contramaestre en la Siderúrgica de Sagunto- y ella recepcionista de profesión, decidió reducirse la jornada laboral para poder disfrutar de su nueva vida. Hoy continúa en su puesto pero tiene que trabajar el doble para seguir manteniendo lo que tenía con él, aunque “la casa de nuestros sueños”, sobre la que pesa una hipoteca de 600 euros mensuales, está en venta. “Sin embargo, la otra persona no sacrifica nada; no tiene que pagar nada. Ella tiene derecho a la pensión, pero a ningún gasto”, se queja.
Ser la segunda esposa no significa ser esposa de segunda, aunque en muchas ocasiones Blaia se haya sentido así. “Lo peor es que cuando vas al Juzgado a reivindicar lo que te pertenece te hacen sentir sucia, como si hubieras sido la fulana de tu marido, como si solo fueras buscando dinero; te hacen sentir que no tienes derecho a ser la viuda de tu marido”, apunta Blaia, que articula su lucha a través de la Asociación Segundas Esposas.
deterioro de la salud Una situación que está mermando también su salud. En estos ocho años, a Blaia le ha salido una psoriasis nerviosa, problemas estomacales, tiene los nervios a flor de piel. “Y menos mal que decidimos casarnos, porque si no me hubiera tenido que ir de nuestra casa. Todo lo que nos ocurre a las viudas casadas con divorciados es de película; muchas parejas desconocen en la situación que pueden encontrarse hasta que les sucede. Cuando llevamos nuestros casos a los Tribunales, las sentencias nos dan la razón, como en el caso de Elisa Ruiz, viuda de Jordi Estadella, mi compañera de fatigas en la Asociación, pero la Seguridad Social las recurre y tumba las sentencias”, explica.
Considera Blaia que la pensión de viudedad debe de ser para la persona que está casada con el fallecido. “No tiene sentido que haya diez años de margen -antes ni eso- en los que puedes demandarla”. La reforma legislativa de 2008 estableció, en los divorcios previos a esa fecha -como es el caso de Blaia-, que solo se puede reclamar la pensión de viudedad si no han pasado más de diez años entre la ruptura y la muerte del cotizante, y si el matrimonio duró antes más de diez. ”Antes todavía era peor; no existía límite alguno de años y podía reclamarse aunque hubieran pasado 20 años de la ruptura”, añade.
La reforma de la ley zanjó esa posibilidad, así que en los divorcios posteriores al año 2008 solo tendrá derecho a percibir pensión de viudedad el que fuera cónyuge en el momento de la muerte. Con una excepción: que el cónyuge anterior tenga derecho a pensión compensatoria. En ese caso, la pensión deberá de cubrir la cuantía de la compensatoria.
la primera mujer A Elisa Ruiz, viuda del presentador Jordi Estadella fallecido en 2010, con el que estuvo casada seis años, aunque convivieron muchos más, en primera instancia le concedieron la pensión en su totalidad, 726 euros mensuales. Pero la anterior mujer de Estadella -cuyo matrimonio duró 24 años- reclamó su parte, y los tribunales le concedieron el 60% de la pensión.
“Cuando murió Jordi, sus hija tenía 30 años y su hijo 26, mientras que nuestro pequeño Mauro solo cuatro. Su exmujer cobró una pensión compensatoria tras el divorcio, que ya estaba abonada en su totalidad, y ahora cobra el 60% de la pensión de viudedad, mientras que yo percibo 292 euros y estoy viviendo con mi madre y mi hijo”, relata Elisa. “No comprendo que el mismo Estado que en caso de divorcio establece una pensión compensatoria para evitar el desequilibrio económico entre las partes, a mí, con un hijo pequeño, me abandone con menos de 300 euros. ¿Qué es esto de repartir una vez muerto si has formado otra familia, y más si hay un menor? Es un tema de justicia, ¿en qué siglo estamos?”, se indigna Elisa, quien trabajaba con Jordi. “Era su manager, de modo que al morir me quedé sin trabajo y ahora con una pensión recortada injustamente”, se lamenta.
Los partidos pasan Tras el duelo por la muerte de Jordi, tuvo que asumir que la ley la convertía en la segunda viuda, pero decidió luchar por lo que considera justo y llevó el tema a los tribunales, “que me dieron la razón; pero como depende de la Seguridad Social no se cambió nada; hasta que no se regule de otro modo seguirán sucediéndose situaciones tan kafkianas como la mía”, apunta Elisa, quien junto a Blaia se ha puesto en contacto con los partidos políticos para explicarles las situaciones de desprotección que provoca una ley injusta. “El PSOE, en la época de Zapatero, con la Ley de Igualdad y de Dependencia también pasó de nosotras. Ahora me he puesto en contacto con Podemos y nos reconocen que no es cuestión de repartir la pensión, pero tampoco se comprometen a cambiar la Ley de la Seguridad Social que permite estos casos. ¿Es un problema tan complicado? Es cuestión de que quien esté gobernando tenga voluntad política y diga: esta ley transitoria está mal y hay que cambiarlo, pero nadie quiere mojarse”, asevera Elisa.
¿No somos maltratadas? Considera que “además de la violencia de género física y/o psíquica hay esta violencia específica que se ejerce sobre las segundas esposas y nadie se indigna por ello. Incluso tenemos problemas a la hora de dar a conocer nuestra situación en los medios de comunicación; hasta los medios más “progres” nos dan largas para debatir el tema. Solo serán conscientes los políticos y los periodistas cuando les toque a ellos o a personas de su entorno; nadie sabe cuándo le puede ocurrir una cosa como la nuestra”, recalca Elisa.
Tanto Blaia como Elisa envían un mensaje a los políticos. “Debéis cambiar todo esto, debéis evolucionar con la sociedad, debéis y tenéis la obligación de cambiar y ampliar la ley del divorcio, tenéis la obligación de cambiar y ampliar la ley de la Seguridad Social, no tenéis que permitir que funcione independiente a las leyes superiores del Estado”, sostienen, al tiempo que Blaia reconoce no ser una mujer con tecnicismos. “No es justo que sacrifiquéis a las “segundas esposas, por lo políticamente correcto”, insiste.
Blaia y Elisa consideran que los partidos políticos no tienen “ningún derecho a empobrecer a las segundas relaciones. Sus decisiones han producido un desequilibrio económico en muchas familias. Si el Estado no está preparado para afrontar las nuevas familias, tal vez tendrían que plantearse prohibir el divorcio”, apostillan.
Segunda Esposas. Son el colectivo olvidado de la problemática que hay tras las separaciones conyugales; tienen conculcados derechos tan básicos como la salud.
Hasta 2007 la pensión se repartía entre las viudas en proporción a los años de matrimonio con cada una de ellas. El número de viudas no tenía más límite que el número de matrimonios del difunto. Incluso el Gobierno repartía la pensión de viudedad entre las distintas viudas del musulmán polígamo difunto.
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