“Quien no conoce la cárcel no se imagina que pueden ocurrir esas cosas, que se puedan iniciar relaciones amorosas entre mujeres y hombres dentro de la prisión, porque tenemos la idea de que es un lugar con muros y rejas. Pero, al final, el deseo de relacionarse se abre paso entre las grietas que deja el sistema penitenciario y sí, en el caso de las mujeres la búsqueda de una relación amorosa es mayor, en parte quizás por la falta de apoyo material y emocional que sufren, porque sienten la necesidad de tener un proyecto de futuro que suponga algo de esperanza, de creatividad, una salida de la situación en la que están”, explica la socióloga.

Estibaliz de Miguel, que analiza en qué circunstancias se inician esas relaciones -“el salón de actos es el lugar por excelencia para conocer a potenciales parejas”-, cómo crecen y se alimentan -“las cartas constituyen un género en sí mismas como práctica amorosa en prisión”- y qué suponen para las mujeres presas, encuentra una vinculación entre esa búsqueda de una relación afectiva y “el drama del alejamiento o la pérdida de los hijos”. “Hay historias -relata De Miguel- de mujeres que no tienen nada, lo han perdido todo, hasta la custodia de sus hijos y piensan que lo que las va a salvar es tener una pareja. Se vuelcan en eso por lo que supone de empezar de nuevo”.

OTRA SOLUCIÓN A la pregunta de si esas relaciones afectivas a las que muchas mujeres encarceladas se aferran como “una forma de trascender el encierro” son positivas, Estibaliz de Miguel dice que son algo “ambiguo”. “Con las historias que me contaron las mujeres presas lo que hice fue rescatar algo bueno pero ciertamente no creo que sea la gran solución ni la gran salida para ellas. Esas relaciones son una salida precaria, momentánea y parcial. Creo que las vías de solución tienen que venir por otro lado: de un mayor apoyo social, de grupos de mujeres que puedan acompañar determinados procesos, de la constitución de redes. Sin embargo, no hay que engañarse, hay autoras que describen qué significa tener una pareja en esta sociedad y, en general, la pareja es una fuente de validación del yo, es una forma de decir valgo porque tengo a alguien”.

El análisis que Estibaliz de Miguel realiza de las relaciones amorosas de las mujeres en prisión no elude ni la valoración que ellas hacen de las comunicaciones vis a vis, ni de las relaciones con otras presas, pero huye del morbo para centrarse en el significado del amor cuando se vive en el microcosmos de la cárcel. “El amor es un bien que se convierte en especialmente valioso en prisión. La promesa de felicidad que implica el amor brilla aún más en unas circunstancias en las que la compañía y el afecto son escasos, y la felicidad solo un sueño lejano. Si el amor puede proporcionar un alivio contra la soledad y una razón para vivir, es lógico pensar que tener un amor es un bien incalculable durante el tiempo de encarcelamiento”.