Sunbilla. Si el carnaval es tiempo de comer zerriki (partes del cerdo) y huevos, hay que ir sin falta a Sunbilla, en el Bidasoa medio, donde por la cara, gratis et amore, vas a disfrutar como en ningún otro pueblo del País del Bidasoa de la acogida y la generosidad de los vecinos. De nuevo ayer, en la que es una cita obligada cada año, para disfrutar de la imaginación y la entregada labor de los sunbildarras a la hora de imaginar, construir carrozas y de formar comparsas, los cientos de visitantes tuvieron ocasión de reír y de alegrar sus estómagos con las alegres comparsas y las carrozas alegóricas de acontecimientos pasados y actuales y de catar, hasta el hartazgo, un aperitivo sabroso y completo ofrecido por los vecinos.
Ayer, según admirable costumbre, no faltaron las carrozas conocidas como Gure hezurraren salda (caldo de nuestros huesos), Herriko Etxea y otras desde las que, además de jolgorio y buen humor, se reparten lujosas porciones de tortilla (cien docenas de huevos), talos de harina de maíz, castañas asadas y sidra y vino "para empujar" que los cientos de visitantes acogen de mil amores. La generosidad es la norma, y si el comensal responde "borondeatekin" (con la voluntad) o si no, no hay problema mayor. El caso es que la gente disfrute y lo pase bien, y los sunbildarras tan contentos.
El desfile Ayer, además de las carrozas que se ocupan de la intendencia (el aperitivo), se vieron las representativas de un circo en toda regla, un grupo de minions, una excursión de Arkupeak (la asociación comarcal de jubilados y pensionistas) de Sunbilla a Benidorm en 1981, imágenes vivas de Egipto trasladadas a orillas del Bidasoa, las chirigotas de Cádiz que es La Habana "con más salero" como cantaba el inolvidable Carlos Cano, un akelarre brujeril, recuerdos a la serie televisiva Verano azul, una tribu masai, una memoria del convento de monjas que existió en la localidad y hasta una carrera de avestruces.
Y además, un saloon del típico Far West con sus bailarinas de can-can, el bodorrio de Jonathan y Jennifer de la diaria e inagotable telebasura con que nos castigan las meninges hasta las pelotillas, y hasta un campo de tiro para el que se buscaban soldados ahora que las historias de la puta mili (como en la película) no son más que un mal recuerdo.
Entre lo más aplaudido y mejor acogido fue el circo, el mayor espectáculo del mundo, por la cantidad de vecinos participantes, sobre todo niños, y la de Arkupeak por su autobús rumbo al Mediterráneo y el sol del invierno, y la tribu de los Masai africanos por las dos carrozas que presentaron y su estupenda coreografía. Gentío lo hubo a punta pala, más que nunca según se desprende de la venta de boletos de la rifa con la que se financia el festejo a pesar de que el carnaval llega casi de forma inesperada, antes que nunca aunque no aquí ni en Ituren y Zubieta que lo festejan a final de enero, y con todo se disfrutó de un espléndido mediodía, húmedo y fresco pero alegre a tope.