donostia. Mucho se ha hablado de los clubes cannábicos pero su funcionamiento es desconocido para la mayoría de la sociedad. Su origen se remonta diez años atrás con el objetivo de dar encaje legal a unos grupos de personas interesadas en el consumo de marihuana. Su objetivo es autoabastecerse sin recurrir al mercado negro, aprovechando que la legislación española no penaliza el consumo de sustancias ilícitas sino únicamente su compra-venta.

Los conocidos como Clubes Sociales de Cannabis, inscritos en el registro de asociaciones, alquilan o compran terrenos para el cultivo, así como locales en los que distribuir y consumir la marihuana. Las plantaciones suelen ser controladas por socios voluntarios o por agricultores profesionales y la distribución se realiza en la sede social del club, a la que generalmente solo pueden acceder sus miembros mayores de edad.

Los clubes fijan un límite de consumo de en torno a los 2 o 3 gramos diarios, salvo para los usuarios con fines médicos que precisen dosis más elevadas. Y los socios abonan cuotas proporcionadas a su consumo, con las que se cubren los gastos de producción, almacenaje y gestión.

Se trata de asociaciones sin ánimo de lucro, cuyos posibles beneficios son invertidos siempre en la propia asociación, organizando, por ejemplo, cursos y conferencias, ofreciendo asesoramiento legal y médico o propugnando a la normalización.

La Federación Vasca de Cannabis, Eusfac, agrupa en Gipuzkoa a ocho asociaciones federadas: las donostiarras Ganjazz, Paotxa, Maritxu-Donostia y Belarrak, la bergararra Sustar, la eibartarra Greenfarm, la urretxuarra Acae-Au y la andoaindarra Cannopia.

Representados en el Consejo Asesor de Drogodependencias del País Vasco y en el CFS (el Foro Social Civil sobre drogas, creado por la Unión Europea), agrupan a un colectivo social de más de 3.000 personas y cuentan con más de un centenar de trabajadores sociales dedicados a la prevención y la defensa de los derechos civiles.

Los miembros de este colectivo propugnan una "necesidad de cambio de táctica", huyendo de "la criminalización y la estigmatización" de los consumidores de cannabis y trabajando, en su lugar, en "el estudio y la búsqueda de alternativas".

En este sentido, y pese a que en sus inicios los clubes cannábicos perseguían la legalización de la marihuana en un mercado similar al del alcohol o el tabaco, en la actualidad sus miembros prefieren huir de un mercado dominado por grandes empresas mercantiles.

"La práctica diaria nos ha mostrado que las limitaciones que impone el marco legal actual, especialmente la obligación de producir y distribuir en circuito cerrado y, sobre todo, la ausencia de lucro, generan un marco de relación diferente, más justo y equilibrado", concluyen.