Donostia. Más del 75% de los 1.361 adolescentes guipuzcoanos que el programa Norbera ha atendido en sus 15 años de historia ha recibido el alta después de experimentar una mejoría tras una adecuada atención. Así lo dio a conocer ayer el director técnico de Norbera, Alberto Ruiz de Alegría, en la presentación de la memoria del programa, quien aseveró que la implicación de las familias y el tiempo que los jóvenes permanecen en el programa son factores clave a la hora de reconducir los conflictos que surgen en la adolescencia.
Norbera atiende a jóvenes de entre 14 y 18 años que están viviendo una etapa de sus vidas conflictiva que podría derivar en una situación de exclusión social y a sus familias. Según Ruiz de Alegría, desde que se comenzó con el programa, se ha producido un crecimiento "continuado" de la atención, lo que demuestra que se trata de un programa "estable y asentado".
La edad media de los jóvenes que acuden a Norbera es de 16 años "recién cumplidos". Son en su mayoría varones -dos de cada tres- y en el 55,82% de los casos provienen de modelos de familia tradicionales. Estos jóvenes que acuden a Norbera lo hacen derivados desde los centros escolares, donde los educadores "perciben un empeoramiento del comportamiento de los chavales, un descenso del rendimiento académico que puede generar situaciones de tensión o, simplemente, notan que el adolescente está triste", indicó Ruiz de Alegría. También hay quien conoce este servicio a través de las instituciones.
"Los adolescentes que acuden a nuestro programa lo hacen, la mayoría de las veces, porque los padres quieren que lo hagan. Es muy importante crear un buen vínculo, establecer un buen enganche, que es lo que hace que aunque empiecen obligados, se encuentren a gusto y continúen viniendo", explicó el director técnico del programa.
Y es que, tal y como reconoce Ruiz de Alegría, la atención a adolescentes no es "un proceso rápido e inmediato", sino que requiere de "una continuación en el tiempo". De hecho, según este experto "la mayoría de las altas sin mejoría corresponden a adolescentes y familias que han pasado poco tiempo".
La constancia es una de las señas de identidad de Norbera, que planifica una media de ocho sesiones en quince días para los adolescentes y de cuatro o cinco para las familias.
"Ellas no tienen culpabilidad en el conflicto, pero sí responsabilidad de estar gestionándolo mal. Suelen tener dificultades para leer el contexto social actual y, muchas veces, plantan los modelos de solución que han recibido de sus propios padres. El problema es que esos modelos hay que revisarlos", advirtió el director técnico, convencido de la importancia de desarrollar la afectividad y poner límites al mismo tiempo, a la hora de acertar en la educación de los hijos. "Hace falta un alto afecto y saber poner límites que sean estables y adecuados a la edad", señaló.
cannabis y fracaso escolar Uno de los factores que mayores conflictos genera entre los adolescentes y sus familias es el consumo de drogas. Según Ruiz de Alegría, el 60% de los adolescentes que llegan a Norbera fuman cannabis "con frecuencia", si bien el 40%"no tiene una problemática" con ese consumo.
Esto provoca que, en numerosas ocasiones, los jóvenes dejen a un lado los estudios. "Es verdad que muchos adolescentes que consumen habitualmente o diariamente tienen un bajón importante en los estudios", advirtió el director técnico de Norbera. De hecho, el 30% de los jóvenes que atiende el programa provienen de Centros de Integración Profesional (CIP), es decir, alumnos que no han terminado la escolarización normalizada.
Asimismo, Ruiz de Alegría reconoció que, en los últimos años, se percibe un aumento de la agresividad entre los adolescentes. "Sin llegar a la violencia física, hay algunos casos de violencia verbal o hacia objetos bastante intensa", aseguró, si bien explicó que "no es que los chavales sean peores, sino que estamos en un marco cultural distinto, en el que la idea del respeto hacia los mayores ha entrado en crisis".