EL oiartzuarra Jon López, el eibartarra afincado en Copenhague Juan Palacios, el irundarra Eneko Belaunzaran y el elgoibartarra residente en Deba Joseba Etxeberria son cuatro jóvenes (de entre 27 y 29 años) que el pasado 10 de agosto partieron desde Biarritz con el objetivo de grabar un documental mientras recorrían la costa vasca a bordo de un pedaló; una pequeña embarcación de propulsión humana que se desliza sobre el agua gracias al pedaleo de sus tripulantes.
Esa aventura estaba rodeada desde su inicio de la incertidumbre de si estos jóvenes serían capaces de llegar a Bilbao (el destino fijado), ante obstáculos como una inesperada galerna que acabara haciendo trizas el pedaló hecho trizas en las rocas o una parranda en algún pueblo costero. Finalmente, acabó con éxito el pasado 24 de agosto, culminando así una experiencia "muy dura pero inolvidable" en la que el buen tiempo les acompañó "en todo momento".
Joseba Etxeberria no duda en calificar de "impresionante" la hazaña que acaba de protagonizar con el resto de sus compañeros recorriendo a bordo de un pedaló los aproximadamente 150 kilómetros, "unas 80 millas náuticas" que separan Biarritz de Bilbao. Todavía sin recuperarse de la "fatiga física y psicológica" de este peculiar viaje, Etxeberria valora como "muy positiva" la experiencia, aunque reconoce que también les ha tocado pasar algunos momentos "bastante duros".
Uno de ellos tuvo lugar poco después de iniciar la aventura; tras pasar una noche en una cala de Pasaia. Como habían previsto, los navegantes se levantaron "temprano, hacia las 8.00 de la mañana" y tras recoger los bártulos se montaron en su embarcación con la intención de pedalear "durante unas cinco horas, que es lo que hacíamos cada día" para llegar a Donostia.
Iniciada la marcha, no tardaron en percatarse de que estaba entrando agua en el pedaló "por un agujero que se produjo durante la noche, ya que al bajar la marea el oleaje hizo que el cacharro, que más que un barco parecía un tupper, recibiera varios golpes contra las rocas", explica Etxeberria.
Ese incidente y el cansancio que iban acumulando hicieron que los jóvenes se plantearan por un momento la opción de seguir su aventura; si bien finalmente optaron por reparar la embarcación "con fibra de vidrio" en Donostia para proseguir la marcha. Eso sí, el anuncio de vientos "de hasta 21 nudos" hizo que los navegantes tuvieran que permanecer "atascados otros dos días más" en la capital de Gipuzkoa.
En cualquier caso, esa circunstancia no les preocupó en exceso porque la ciudad estaba inmersa en su Semana Grande y los navegantes aprovecharon "para hacer un poco de juerga y grabar imágenes del ambiente festivo". Todo ello porque no hay que olvidar que, además del reto de la travesía en pedaló, también estaba la grabación de un documental "poco ortodoxo pero muy humano" en el que la intención inicial era "mezclar ciencia, folklore y desenfreno", recuerda Juan Palacios, responsable del proyecto audiovisual.
Sea como fuere, la constatación de que los cambios en las mareas hacían imposible amarrar el pedaló en calas y zonas rocosas de la costa obligó a los protagonistas a modificar sus planes. A partir de ahí optaron por aparcar su embarcación en los puertos de las localidades en las que culminaban cada etapa.
Así, el viaje discurrió con relativa normalidad hasta le llegada del cuarteto a Deba. Los amigos aprovecharon su estancia en el municipio costero de Debabarrena (llegaron en plenas fiestas de San Roke) para disfrutar de los festejos y pernoctar en el domicilio de Joseba Etxeberria; con la particularidad de que un primo de este último les despertó de la cama para comunicarles que el pedaló se estaba hundiendo.
Según cuenta el propio Joseba, "pudimos recuperarlo gracias a la ayuda de unos cuantos gaupaseros y después arreglamos el nuevo agujero que había aparecido". Eso, recuerda, les hizo quedarse "otro día en Deba", pero retomaron el viaje y a partir de ahí ya no tuvieron "mayores contratiempos".
Alcanzaron la capital vizcaína la tarde del día 24; con la particularidad de que "al llegar a la altura del teatro Arriaga, que es donde dejamos de pedalear, empezaron los fuegos artificiales".
El recibimiento que les tributó la Aste Nagusia de Bilbao fue "una bonita manera de terminar" una travesía que se prolongó durante dos semanas en las que los cuatro jóvenes pernoctaron en "una cala, casas de familiares y amigos, un albergue, un merendero, el monte Urgull, la isla de Santa Clara o junto a una ermita de Mundaka".
Eso sí, los protagonistas del viaje en pedaló entre Biarritz y Bilbao, conscientes del importante desgaste que iban acumulando como consecuencia del esfuerzo físico que estaban realizando, se alimentaron bien "comprando comida en supermercados o comiendo en bares y en las casas de los conocidos".
No les quedó otra opción: "En un principio pensábamos comer o cenar lo que pescásemos durante las horas de navegación pero no conseguimos capturar ni un solo pez... ¡y eso que en las proximidades de Jaizkibel picó una lubina que finalmente se nos escapó!", recuerda entre risas Etxeberria.
El audiovisual
Cambio de planes
El eibartarra Juan Palacios, que en agosto del pasado año se trasladó a Copenhague para culminar sus estudios de Comunicación Audiovisual y permanece en la capital danesa tras haber encontrado trabajo en una productora, ha sido el encargado de grabar la aventura de sus amigos a bordo del pedaló.
Antes de partir trasladó a este periódico que confiaba en poder reunir "más de cien horas de material para hacer un documental largo".
Finalmente, las horas de grabación se han quedado "en unas 60, que está bien aunque son menos de las que pensábamos porque el discurrir de la aventura nos hizo cambiar de planes".
De hecho, Palacios explica que pensaban "tomar imágenes desde la tierra al mar, desde el pedaló y en playas, calas, estuarios…". Sin embargo, el hecho de no poder amarrar la embarcación en calas y playas les obligó a tener que ir a los puertos y abandonar la idea "un tanto romántica" con la que habían partido: "Eso lo cambió todo porque, mientras uno iba a comprar comida, otro tenía que ir a pedir permiso para poder amarrar, había que limpiar y cuidar el material de grabación para que no se estropeara con el salitre... y así era muy difícil grabar imágenes del grupo".
Además, "al llegar al puerto enseguida se acercaba mucha gente a ofrecernos ayuda o a ver qué teníamos entre manos y aunque los navegantes llevaban micrófonos eso impedía que pudiéramos grabar las conversaciones con claridad", puntualiza Palacios, quien siguió las evoluciones de la navegación de sus amigos "principalmente desde tierra, desplazándome en coche".
De todos modos, entre Biarritz y Donostia también pudo tomar imágenes desde una motora; pero en el tramo que discurre entre las capitales de Gipuzkoa y Bizkaia "solo pude grabar desde tierra porque el velero que iba a acompañarnos en esa parte del viaje se estropeó en Ondarroa". Finalizada la aventura, el proceso para la producción del trabajo audiovisual se llevará a cabo durante "unos cinco meses". Sus autores tienen previsto enviar la obra a diversos festivales.
De momento, se muestran "satisfechos con la experiencia vivida" y quieren "dar las gracias tanto a las personas que nos han ayudado durante la aventura como a quienes realizaron su aportación a través de la plataforma de Internet Verkami en la que hemos recaudado casi 2.700 euros para que este proyecto salga adelante".