jESÚS Castro salió de casa camino del bar La Espiga, situado en la calle San Marcial de Donostia, a cumplir con el cometido iniciado por sus abuelos en 1928, quienes dieron lustre a este reputado establecimiento hostelero. Era domingo, y Castro caminaba un día más a mantener entre su clientela el buen nombre de este bar restaurante, junto a sus hermanos. Ese día de hace dos semanas ocurrió el inesperado suceso del que ya informó ayer este periódico y que reconvirtió su comedor en un improvisado quirófano.
Mari Luz Olarán, una clienta habitual, de 78 años, se atragantó con un trozo de carne que le impedía respirar. Se asfixiaba sin remedio, tal y como narró ella misma ayer en estas páginas. Mientras permanecía tumbada en el comedor, situado bajo planta, Jesús atendía en la planta superior, donde está la barra del bar. Sabía que en la zona inferior una persona había sufrido un percance pero, pasaba el tiempo, y no se resolvía. "Bajé y vi que estaba mal. Entonces, se me ocurrió buscar a un médico entre los clientes. Abajo no había ninguno. Subí y, discretamente, fui preguntando a las personas que estaban tomando algo. Justo el último, que estaba con dos chicas, me dijo que sí", relata este hombre, al que no le consta que el negocio familiar sufriera con anterioridad un suceso tan angustioso en sus 84 años de trayectoria.
"¿Me puedes acompañar un momento y bajamos?", le preguntó Jesús al facultativo. En pocos segundos, el galeno pudo ver que la mujer "se ahogaba". "Le tomó el pulso y tenía muy poco, cada vez menos. Ella empezó a ponerse azul, y el médico me decía: ¡Que se nos va, que se nos va!", exclama Jesús.
Imaginación
Un pincho
Primero, intentaron reanimarla haciéndole el "abrazo del oso". Mari Luz no daba señales de recuperación, ya había perdido el conocimiento. El fragmento de comida continuaba obstruyendo el paso de oxígeno hacia sus pulmones. Era necesario encontrar una solución en cuestión de segundos. "El médico me dijo que buscase algo punzante y un tubo. Y yo, echando hostias, le di lo que me pidió. Me hablaba como si fuera su ayudante", rememora Jesús en un lenguaje llano pero pleno de contenido.
La mente del hostelero imaginó que un pequeño cuchillo de pelar verduras podría ser un bisturí y, un bolígrafo, una cánula para realizar la improvisada traqueostomía que el galeno pretendía realizar. "En ese momento ni lo dudé, se me encendió la luz. Me salió todo redondo: cogí un pincho y un Bic y tumbamos a la mujer en el suelo, mientras todos los demás clientes salieron del comedor. Yo agarraba a la señora y la tranquilizaba hablándole", describe Jesús, quien cree que su capacidad para dar un segundo uso terapéutico a esos objetos puede deberse a "verlo en las películas".
No había más tiempo. El cirujano clavó el cuchillo en mitad del cuello, a la altura de la tráquea, y en el agujero introdujo el bolígrafo, al que había desprovisto de la cápsula de tinta. "Sopló por el tubo y, a partir de ahí, empezó a reanimarse. Fue impresionante porque la señora apenas sangró. Hizo una cosa limpia, bien hecha. Era a cara o cruz: y salió cara", señala Jesús, que consiguió dominar los nervios ante la desesperada situación.
Salvada la vida de María Jesús, el equipo de sanitarios que se acercó al lugar de los hechos consiguió estabilizarla y trasladarla a un centro médico. "La gente estaba nerviosa por el desenlace. Todo funcionó perfectamente hasta que vino la primera ambulancia. La sacaron consciente en el ascensor que comunica los dos pisos del restaurante. Iba sentada en una silla porque la camilla no cabía, pero ya había recuperado el tono y pudo despedirse de todos", desgrana Jesús.
El momento de tensión extrema quedó atrás, pero el susto se prolongaba en la memoria de los comensales. En ese momento, Jesús pasó de enfermero a animador social. "Les conté un par de tonterías para tranquilizar el ambiente y les invité a una copa: chupito, cava... Había que darle la vuelta al cuerpo", detalla.
Ahora, Jesús espera que, tras vivir "esta increíble situación que no se puede repetir", Mari Luz Olarán les visite para brindar por su vuelta a la vida. "Su hijo me ha comentado que está deseando ponerse bien para volver", avanza el hostelero donostiarra.